Es casi habitual que lo simbólico resulte opacado por lo coyuntural y, aunque esta columna no llegue a hacer justicia en la opinión pública, apuesta por destacar la luminosidad de las utopías. Por su parte, el diario Hoy Día Córdoba puede presumir de haber apostado contra la banca y ganado con sofisticadas martingalas ideológicas. Los párrafos siguientes son otro intento en esa dirección.
Hace más de un mes se llevó adelante una actividad de gran importancia social que pasó inadvertida en los medios. Fundación Wikipedia y el Colegio Nacional de Monserrat trabajaron meses y meses en la realización de una editatona que llevaron adelante las alumnas y alumnos de la entidad. Consistió en una edición masiva de artículos de este emblema de la educación pública en la enciclopedia libre. Se trabajó en una presencia correctamente planteada en términos de rigurosidad histórica, diversidad y sostenibilidad. Fueron estudiantes acompañados por docentes quienes volcaron sus miradas, además de adquirir la poderosa capacidad transformadora para custodiar el perfil de la institución en el oráculo del SXXI y uno de los ámbitos más influyentes del globo. En sus veinte años este proyecto tan útil como demencial ha reunido a más de seis millones de usuarios y casi 2 millones de artículos.
Pequeños gigantes con corbatas, hicieron la acometida en diversos idiomas y, cual cicerones, vigilan el presente de las entradas con una sonrisa y un ejército de conceptos.
Acorde a tono epocal, en el acto de lanzamiento se percibió que las cosas han cambiado en el Colegio: La distante magistralidad que caracterizó la enseñanza hasta finales del siglo pasado se preocupa por, paulatinamente, volverse un diálogo, una construcción conjunta y colaborativa.
Córdoba se redime
No hay que perder de vista que hablamos de un espacio educativo inaugurado en agosto de 1687 (aunque fue oficialmente autorizado a funcionar el 2 de diciembre de 1716) luego de casi 30 años de trámites. Es que “burocracia era la de antes”.
Ostenta un tercio de milenio de vida, y es apenas menor que la Ciudad de Córdoba (fundada en 1573). Como dice el poeta, uno vive en el otro. Y no sólo es un asunto de ubicación urbana, difícilmente encontremos una organización con más alumnos-calles en el mundo. Un puñado de ejemplos son Avellaneda, JJ Paso, Castro Barros, Rafael Núñez, Ramón J. Cárcano, Deodoro Roca, Leopoldo Lugones, Santiago Derqui, José Figueroa Alcorta, Arturo Orgaz, Deán Funes, Balseiro, o Vélez Sársfield, entre cientos.
Pareciera que, salvo Colón, todos estudiaron ahí.
Fundado por jesuitas progresistas y preocupados por el medioambiente, pasó por diferentes administraciones que le imprimieron su legado como los franciscanos, el gobierno provincial de Bustos, el nacional y, por supuesto el universitario. Todos fueron solidificando sus raíces con sustratos que transformaron las siete habitaciones originales en una entidad que proyecta la ciudad al mundo.
Allá por 1987 se celebró su tricentenario y el Presidente Raúl Ricardo Alfonsín visitó la casa. Los alumnos de años inferiores, como quien suscribe, estábamos en el ingreso y le vimos entrar a nuestro colegio y corazones, en una límpida mañana de agosto. Al Monse se ingresaba siendo alumno y se egresaba siendo ciudadano; y ese día nos tocó a nosotros.
Aunque una oda para el Monserrat es fácil de redactar, no hay que perder de vista que apenas diez años, muchos de los correligionarios hipotéticamente alfonsinistas olvidaron sus ideales y militaron contra el ingreso de las mujeres con argumentos propios del S XVII.
Rancios y casposos, con ánimo oscurantista, de logias ilógicas, algunos aún merodean los alrededores de la luminosa galaxia de la educación pública, levantando una voz anacrónica, y arrogante por encima del bullicio lleno de vida que caracteriza la casa.
El Colegio es una nervadura en el tiempo de Córdoba que se vuelve frondosa. Es el paisaje de lo posible en un horizonte reaccionario que, afortunadamente, se desdibuja en los vapores del tiempo. Una fisura, una grieta, en la tapia que separa al conservadurismo del progresismo; una mirilla, un punto borgeano translúcido que nos muestra más unidos que separados.
La importancia de las elecciones
Nos sobresalta el sedoso, breve pero prolongado, tañido de la campana. Esa que tantas veces nos salvó de una lección para el aplazo, un milagro tan improbable como esperado.
La aspereza de los pupitres, en capilla, antes de un examen y el ronronear del bolillero murmurando la suerte completan la postal mental. Son sonidos que pueden combinarse con el aliento del gabinete de química o el perfume atabacado de los celadores que acaban de fumar un faso en la peatonal, antes del recreo.
Elegido por UNESCO Patrimonio de la Humanidad hace 20 años -gestión que le debemos reconocer a Rubén Martí y Hugo Juri-, es historia viva que enseña. Se presenta integrado al sistema de la Manzana de la UNC, y ésta a las estancias que constituían el sistema jesuítico.
Cobija, también, a una comunidad que se debe algunas autocríticas. Sin ir más lejos, además del bochornoso debate sobre el ingreso de las alumnas en 1998, no todas las personas que le habitaron pasaron momentos libres de agresión, menosprecio o persecución. Ser una institución que albergaba al hijo de un juez y de un canillita, a un judío y un católico profesante desde hace una pequeña eternidad, no impedía que algunos chicos, y tristemente muchos docentes, se comportasen como monstruos ocupados en extinguir aquella belleza de las diferencias que es motivo de orgullo.
Ser más diversos y presentarse mejor, es -como propone el Gaudeamus igitur- motivo de alegría. La editatona del Monserrat y Wikipedia es una contemporaneización del manifiesto liminar, una pequeña edición en la forma de estar en el mundo, puesto que a todos los méritos de la casa ahora se le debe agregar que “…hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más”. La más histórica de las instituciones puede volver a escribir una promesa de un futuro más justo e inclusivo, en definitiva más cercano a los ideales monserratenses.