A nadie le sobra nada

Por Pedro D. Allende

A nadie le sobra nada

Un exultante Alberto Fernández habló tras las elecciones legislativas de “triunfo”, aunque el Frente de Todos perdió por cerca de ocho puntos una elección en la que 15 de las 23 provincias (entre ellas los principales núcleos poblacionales) se expresaron en favor de alguna de las vertientes que empiezan a asomar en el río cambiemita.

¿Triunfo? Probablemente Alberto Fernández sentirá satisfacción al ver los frutos del esfuerzo realizado en la provincia de Buenos Aires por los intendentes del conurbano que dicen acompañarlo, donde, tras un repunte de 600.000 votos, la diferencia entre la lista liderada por Santilli se acortó a apenas un punto por sobre la encabezada por Tolosa Paz, igualando la cantidad de diputados que tributa cada sector a la futura integración de la cámara baja.

O se encontrará reconfortado el Presidente porque la renovación en su gabinete, donde tallaron los gobernadores que dicen acompañarlo, le otorgó dinámica a una gestión que en los días de las PASO lució exhausta y contradictoria.

Quizá encuentre esa sensación de triunfo en el respaldo que los sindicatos le vienen prometiendo, en un duro momento de la economía, cuando la sombra del ajuste se proyectará inequívocamente a 2022 y sea necesario ese vital respaldo para aguantar las presiones sociales.

Tal vez, el motivo esté en percibirse como el Presidente mejor plantado frente al público, tras una tormenta perfecta de errores no forzados que no solo lo hicieron objeto de críticas opositoras, particularmente amplificadas por la prensa hegemónica (el principal rival del gobierno, a no dudarlo), además de desilusionar a la porción de clase media que decidió darle una oportunidad en 2019, sus desatinos -desde festejar un cumpleaños en plena pandemia sin respetar las normas que él impuso hasta los exabruptos discursivos con implicancias internas e internacionales- lo debilitaron, haciéndolo vulnerable en la crítica mitad del mandato.

Por qué no, hay probabilidades de que la euforia presidencial se vincule al hecho de que el oficialismo aún mantiene la condición de primera minoría en diputados -por apenas un punto- y que la banca senatorial perdida en La Pampa no determina que pierda su posibilidad de quórum en la cámara alta, en virtud de diversos acuerdos ya concretados o por concretar con fuerzas provinciales.

Lo dice todo el mundo: esta vez no había doble discurso, Alberto estaba feliz y sentía haber ganado. ¿A quién

Mucho por hacer

Cierto es que Fernández necesita del optimismo y de su talento. Deberá redoblar sus esfuerzos por aglutinar y conducir un gabinete loteado, donde sigue habiendo diferencias y “funcionarios que no funcionan” según la filosa expresión de Cristina Kirchner, recluida en estas horas por prescripción médica.

Junto a sus principales espadas, tendrá que esforzarse por trabajar con el Congreso en una agenda legislativa con sensibles temas: de manera inmediata el presupuesto 2022 y, de concretarse en las próximas semanas, el acuerdo con el FMI.

El Presidente y su equipo deberán enfocarse en los mensajes del territorio. El electorado ha sido claro al expresarse. Muchas provincias, particularmente las que poseen más densidad demográfica y tejidos socioeconómicos más nítidos, requieren especial atención y una estrategia por renovar hacia 2023.

En su condición de presidente de un Partido Justicialista cada vez más diluido, Fernández habrá tomado nota de que la elección dejó un tendal de peronistas heridos o magullados, de los cuales probablemente no pueda prescindirse hacia 2023. Ciertos distritos mostraron fraccionamientos y encapsulamientos que deben ser analizados para recrear una estructura suficientemente integradora en el próximo turno electoral (donde se votarán presidente/a y gobernadores/as).

En su condición de líder del oficialismo -la Argentina necesita que lo sea- el Presidente tiene que imponerse una ruta con la oposición. Los temas por resolver en los próximos meses requieren de un compromiso que supere la cotidiana agresión. Tendrá que mostrar inteligencia para lidiar, incluso, con la cerrazón ajena.

En la oposición, tras la espuma elevada por las PASO, ahora fluyen las dudas. Algunos triunfos provinciales y el de la propia CABA son incontrastables, pero conllevan acrecentar la discusión sobre los liderazgos que exhibirá la coalición. ¿Macri, Bullrich, Rodríguez Larreta, Vidal, Cornejo? Se preguntan muchos mientas argumentan por qué el espacio fundado y conducido por el ex presidente de Boca hasta su derrota en 2019 hoy debe abrirse a otras opciones en cuanto a candidaturas, y evitar más sangrías por derecha -Milei y Espert son fenómenos complejos para Juntos por el Cambio-, como también retener a la UCR. Ni siquiera Santilli, con su apretada victoria, puede sentirse seguro en su aspiración bonaerense.

En Córdoba, la elección mostró que Cambiemos trasciende a Macri. Juez y de Loredo -no eran sus candidatos- sintonizaron mejor que nadie el fastidio general en las PASO, y en el comicio del domingo ratificaron esa preferencia. Pero siguen las dudas sobre si el tándem podrá mantenerse incólume en 2023. ¿Podrá? Y, si acaso, ¿cuál de los dos liderará?

El “cordobesismo” de Hacemos por Córdoba, pese a su esfuerzo logístico y a contar con dos insignes representantes de las familias De la Sota y Schiaretti como cabezas de lista, no mejoró su performance: es obvio que ha tocado su techo y, si había algún sueño de proyección nacional, queda aquí enterrado. El kirchnerismo cordobés, en tanto, mantuvo su piso histórico en torno al 10 por ciento.

Puertas adentro del Panal y del palacio 6 de Julio ya han comenzado los cuestionamientos: hay incertidumbre en torno al 2023, y hay un desafío: cómo gobernar dos años sin sumarse al oficialismo o a la oposición.

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