El círculo vicioso de la baja productividad laboral en América latina

Por Diego Lorca, director del OITRAF – Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro

El círculo vicioso de la baja productividad laboral en América latina

La productividad laboral y la calidad del empleo en Latinoamérica se encuentra en niveles alarmantemente bajos, una problemática que impacta directamente en el desarrollo económico y social de la región. A pesar de contar con una fuerza laboral numerosa, diversos factores han contribuido a que la productividad se mantenga rezagada, afectando la calidad de vida de las y los trabajadores.

En su informe de “Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2024”, la Organización Internacional del Trabajo – OIT destaca que la pobreza extrema y pobreza moderada seguirán aumentando para este año. En la región, las tasas de empleo no han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia. El desempleo mundial aumentará en 2024, al igual que las desigualdades, además de que habrá un estancamiento de la productividad. La desigualdad y el desempleo no se distribuyen de la misma forma en todos los países, la OIT explica que las diferencias entre los países de renta alta y baja se mantienen, y cita que mientras que la tasa de brecha de empleo en 2023 era del 8,2% en los países de renta alta, se situaba en el 20,5% en el grupo de renta baja. Del mismo modo, la tasa de desempleo en 2023 fue del 4,5% en los países de renta alta, y del 5,7% en los de renta baja.

La OIT promueve desde hace años una jornada laboral de 40 horas semanales, con un máximo de 48 horas. Sin embargo, en América Latina, muchos países exceden estas recomendaciones. En Argentina, Costa Rica, México y Perú, la jornada laboral alcanza las 48 horas, mientras que en Colombia es de 47 horas, en transición a reducirse a 42 horas en 2028. Chile y Ecuador han adoptado jornadas de 40 horas, alineándose con las recomendaciones de la OIT.

Pero trabajar más horas no necesariamente se traduce en mayor productividad. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos – OCDE, países como Alemania y Dinamarca, donde se trabaja menos horas anualmente tienen una productividad por hora trabajada significativamente mayor que en países latinoamericanos.

El bajo nivel de productividad en América Latina no se debe a una falta de trabajadores, sino a una serie de factores estructurales y económicos propios de la histórica división internacional del trabajo que llevaron adelante las grandes potencias económicas del siglo XIX y XX.

Entre las principales causas estructurales se encuentran: falta de inversión en tecnología e innovación, sobre todo para el desarrollo de la actual fase digital. La baja inversión en desarrollo tecnológico limita la capacidad de los trabajadores para ser más productivos y de los Estados nacionales para generar más valor. Otro problema estructural es el aumento de la informalidad laboral, que según la OIT es del 58% de los trabajadores en el mundo. En países como Honduras y Bolivia, esta cifra supera el 80%. Sumado a lo anterior, el Banco Interamericano de Desarrollo – BID destaca que la calidad del empleo en la región es preocupantemente baja, con un puntaje de 41,2 sobre 100. El índice revela que el 55% de los trabajadores en América Latina tiene un empleo informal sin contrato ni cobertura de seguridad social, y 3 de cada 10 no alcanzan los ingresos necesarios para superar el umbral de la pobreza. Además, las mujeres y los jóvenes enfrentan mayores desventajas en términos de calidad del empleo.

La riqueza en América Latina está tan concentrada que menos de 100 personas, conocidas como “milmillonarios”, poseen una fortuna de 480.000 millones de dólares, lo que equivale al PBI combinado de Chile y Ecuador. Para ponerlo en perspectiva, a un trabajador que gana el salario mínimo promedio en la región le tomaría 90 años ganar lo que un milmillonario acumula en un solo día. Desde 2000 las fortunas de los “milmillonarios” han crecido un 368%, casi seis veces más rápido que el crecimiento económico de la región.

La baja productividad y la mala calidad del empleo tienen diversas consecuencias para los trabajadores: los bajos salarios y la falta de seguridad social, lo que los deja vulnerables ante enfermedades, accidentes laborales y la vejez; y trae aparejada escasas oportunidades de capacitación y desarrollo profesional, perpetuando el ciclo de baja productividad. Algunos países de la región están tomando medidas: en Colombia el plan de reducción de la jornada laboral no incluye al sector informal, lo que podría aumentar el costo de contratación y expandir el sector informal; en México se está debatiendo una reforma para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales; Costa Rica está considerando trabajar cuatro días a la semana, distribuyendo las 48 horas en estos días. En contraste, países europeos como Alemania, Reino Unido y España están probando semanas laborales de cuatro días sin afectar la productividad.

Mejorar la productividad y la calidad del empleo en América Latina requiere un enfoque integral que incluya la reducción de la jornada laboral, la inversión en tecnología y educación, y la formalización del empleo.

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