“El problema no será el enfrentamiento de Occidente contra el resto del mundo, sino con su propia democracia”

Por Diego Fonti

“El problema no será el enfrentamiento de Occidente contra el resto del mundo, sino con su propia democracia”

El lunes 18 de marzo tuvo lugar en la Universidad Católica de Córdoba, y en el marco de la Unidad Asociada de Conicet, una conferencia del filósofo y teólogo austríaco Hans Schelkshorn, titulada “¿La ilegitimidad de la modernidad europea? Razón, poder y colonialidad en el pensamiento moderno temprano”. En la clase magistral abordó no sólo su último libro, sino que recuperó los aspectos fundamentales de su estudio del pensamiento liberacionista latinoamericano desde la década de 1980, evaluó las críticas del decolonialismo, y finalmente ofreció una interpretación sobre las posibilidades y límites de la racionalidad a partir del diálogo intercultural entre las filosofías provenientes de diversas latitudes.

Schelkshorn tiene un lugar central en la filosofía latinoamericana, en tanto fue un actor central del primer encuentro que se dio entre el filósofo de la liberación Enrique Dussel y uno de los padres de la ética del discurso, Karl-Otto Apel. Como afirmó en la conferencia, más allá del mutuo aprecio y ricos aprendizajes que pudieron verse en el diálogo entre ambos filósofos, podía identificarse también unos límites notables. Su estudio y análisis de muchos años le llevó a pensar que uno de esos límites estaba dado en una comprensión distinta de la modernidad, que debía ser revisada. Esto le impulsó a escribir el libro (de acceso gratuito): “Razón, poder y colonialidad en el pensamiento moderno temprano”. En este libro continúa su tesis previa, de la modernidad como un proceso de contínua des-limitación, o superación de límites, en el cual se da una ambigüedad de racionalidad e irracionalidad, instituciones justas igualitarias y colonialismo opresor.

Al mismo tiempo, Schelkshorn plantea un modelo para comprender y dar respuesta a nuestros problemas actuales, que denotan una sorprendente similitud. Luego de la conferencia, accedió a una conversación con HOY DÍA CÓRDOBA, orientada a pensar los vínculos entre la modernidad temprana y nuestro presente.

Profesor, ¿por qué encuentra en el Renacimiento el punto de partida para un modelo moderno de relación entre pueblos y naciones?

– Schelkshorn: “Renacimiento” es la época entre el 1400 y 1600, una época en que Europa conoció una expansión espectacular, sobre todo por la conquista de América, los reinos de los aztecas e incas, pero también con los viajes a India. Al mismo tiempo hubo gran expansión en China, que duplicó el tamaño de su imperio hasta el siglo XVIII, y también Rusia se expandió hasta el Pacífico. Así, surge una gran concentración global, en la que grandes culturas chocan. En esa constelación, la Escuela de Salamanca comienza a desarrollar las ideas de una ética y política global. Uno de los más importantes representantes es Francisco de Vitoria, que a menudo se considera como fundador de la Escuela de Salamanca. Vitoria, sobre todo en sus “Relecciones sobre los indios” de 1539, estaba en shock por las noticias que llegaban de la conquista del Imperio Inca, por lo que desarrolla una teoría del derecho internacional público. Es una innovación total en Europa, porque hasta entonces el modelo era: o la polis, la ciudad estado de la filosofía clásica griega, o una aceptación del imperio mundial de los romanos, que se convirtió luego en el cristianismo. Y Carlos V consideraba su imperio español como continuación del Imperio romano. Vitoria critica radicalmente la idea de un Imperio mundial como tal, y no propone reformas para el trato de los pueblos indígenas, algo que se podría esperar en 1539, sino que cuestiona la conquista como tal.

¿Entonces hay una ambigüedad en la raíz misma de la reflexión filosófica europea y en sus prácticas políticas?

– Schelkshorn: En el siglo XVI surge un debate colonial que durará casi todo ese siglo, con innumerables posiciones. De hecho, hay una ideología colonialista, una justificación de la conquista, pero también una crítica radical. Se debe decir que en los siglos siguientes nunca se dio un debate tan intenso. Tenemos que preguntarnos si hubo debates similares en otras culturas, que permitan una autocrítica parecida. Por ejemplo, si la expansión china o de los reinos islámicos alguna vez también se criticaron de modo radical. Esa sería una pregunta importante de plantear, porque tiene consecuencias hasta la actualidad.

¿De dónde surge la posibilidad de autocrítica, de cuestionarse?

– Schelkshorn: Cuando prestamos atención a lo que pasó con Vitoria, debemos ante todo analizar de qué tipo de discurso se trata. Por supuesto, Vitoria es un pensador cristiano, pero, al mismo tiempo, es receptor de la filosofía griega. O sea que es un cristianismo sobre la base de la filosofía griega, y por eso se apoya en la doctrina estoica de la ley natural. Esa es una base importante para su pensamiento, pero los estoicos nunca habían cuestionado el imperio mundial de los romanos. En cambio, Vitoria sí lo cuestiona. Y podemos preguntarnos por qué. Aquí tienen un rol fundamental las ideas que vienen del cristianismo, porque en el Nuevo Testamento se rechaza de modo radical la idea de un imperio mundial. Es una visión religiosa anti-imperialista. El caso más extremo lo vemos en las tentaciones de Jesús, cuando leemos que el diablo quiso tentar a Jesús con la idea de un imperio mundial y Jesús lo rechaza. Pero también en el Apocalipsis, de Juan, encontramos una crítica radical del Imperio.

– ¿Cuáles son las formas actuales del imperialismo? ¿Qué tarea crítica tiene el pensamiento y el debate público en este contexto?

– Schelkshorn: En el siglo XIX, Europa conquistó una hegemonía global por la revolución industrial. Y eso fue sin duda una pesadilla para muchos pueblos. Sin embargo, en el siglo XX, por las dos Guerras Mundiales, Europa perdió su lugar hegemónico. La hegemonía pasó a los Estados Unidos y a la Unión Soviética; pero en el siglo XXI vemos que hay una sociedad mundial policéntrica y multipolar. Esto significa que no hay uno, ni dos, sino una multiplicidad de centros de poder, que también persiguen una política de intereses imperiales. Es decir, la política de las zonas de interés se vuelve una política imperial. Lo vemos con China, Rusia, pero también en Oriente Medio, con la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita. O sea que Europa y Occidente ya no son los centros del poder imperial, por más importantes que sean todavía. Y justamente ahí enfrentamos hoy el gran desafío, de si en el futuro trabajaremos en pos de un orden según el derecho internacional, o si avanzamos por la vía de la rivalidad entre distintos poderes. Ya una vez tuvimos esta situación en la filosofía, a inicios de 1900. Antes de la primera Guerra Mundial el derecho internacional fue mayoritariamente despreciado. Es decir, se había optado por la rivalidad de los poderes imperiales. Alemania quería volverse un nuevo poder imperial, Japón también entró en ese juego policéntrico de rivalidad imperial. La consecuencia fue la guerra, la segunda Guerra Mundial, así como también el imperialismo de Japón en China y Corea, donde hubo excesos increíbles de violencia. Y ese peligro lo veo de nuevo hoy, porque el derecho internacional es criticado por muchos actores, pero en el fondo es directamente negado.

En este contexto, ¿cuál sería nuestra tarea y nuestra responsabilidad?

– Schelkshorn: La democracia sobre la base de los Derechos Humanos y el Estado de Derecho fue en buena parte desarrollada en Europa, pero ya desde hace muchísimo tiempo fue reformulada por filosofías no europeas, como la filosofía neohinduísta de Gandhi y Rabindranath Tagore, las filosofías latinoamericanas, así como también Sun Yat-sen en China a inicios del siglo XX. Es decir, una democracia de Estado de derecho hoy ya no es simplemente un producto cultural occidental. Hay en muchas regiones, por tanto, movimientos democráticos. Y, en realidad, el conflicto no es entre Occidente contra el resto del mundo, sino que la democracia en Occidente mismo ha sido puesta en cuestión, por movimientos que generan conflictos que atraviesan todos los países y culturas. Muchos países están divididos entre movimientos democráticos y regímenes autoritarios, e incluso teocráticos. Y ese conflicto no se reduce a una contraposición entre el Occidente imperial y el sur global. Considero que esas categorías geográficas son problemáticas. Occidente, por ejemplo, hoy incluye a Japón. Y, por otro lado, si Putin, que vive geográficamente en el norte y ha desarrollado un régimen totalitario, se presenta como portavoz del sur global, entonces significa que tenemos que comenzar a pensar una crítica un poco más diferenciada, porque aquí tendríamos un problema. Y no sólo el sur.

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