Una visión desde la ilustración, supone que quien “más sabe” es quien tiene más certezas y confianza tiene en sí mismo. Pero no es realmente así, los especialistas saben mucho de poco y sus certezas se refieren a eso, mientras que los que tienen una formación más amplia, saben poco de mucho, generalmente “saben lo que no saben” y eso los hace más “sabios”, con menos certezas y más amplitud de miras.
También hay lo que se llama la “curva de la estupidez” que son pruebas de laboratorio en las que se compara el desempeño en varias disciplinas –o sea la competencia en los temas- y la confianza en el resultado obtenido. La relación es inversamente proporcional, o sea cuanto peor le fue, mayor es su confianza en que le fue bien y viceversa.
Pero esto puede ser engañoso cuando se trata de casos en los que se puede perder –prestigio, dinero, etc.- o en los que hay un resultado final cierto –como en el ajedrez- en los que la confianza mayormente es moderada, un poco por arriba y debajo del 50%.
Otro factor a tener en cuenta es la cantidad de información que somos capaces de obtener y procesar. Cuanto mayor es esa cantidad también mayor es la certeza y la confianza real. Cuando la información es menor, por ejemplo en las compras del tipo “compre ya” o “solo queda un lugar disponible” de las plataformas de venta o viajes, su exceso es muy superior al conocimiento del tema, hasta que es tarde porque ya compramos y pagamos. Igual ocurre en las estafas virtuales.
Por tanto, si nos tomamos el tiempo, averiguamos en más plataformas y fuentes de información, comparamos precios, características y calidades de lo que nos ofrecen, sin sentirnos agobiados por el anuncio respecto que retirarán las ofertas, la posibilidad de acercar el conocimiento y la confianza sin excesos, es mucho mayor.
En especial si consideramos todo aquello que no nos informan –recuerden que las plataformas saben cómo se comportaron en el pasado- y nos podrían inducir a un error.
En definitiva comprobar otras fuentes independientes, otros aspectos y comparar más variables, priorizando aquellas que más nos interesan y las que más nos afectarían negativamente, es un modo de evitar exceso de confianza y decidir sin tener que arrepentirnos después.
Otro aspecto se refiere a la capacidad de recordar solo aquello que es información reciente –de corto plazo-, sin considerar aquello que sabemos o podemos saber preguntando más a largo plazo.
Por eso el exceso de confianza no es necesariamente arrogancia, sino un mecanismo cerebral por el que ante la falta de información de largo plazo éste busca atajos para lograrla en ausencia de información más sustancial.
Ese es el mecanismo que utilizan las apuestas. Recordar los números o cartas que salieron en las últimas jugadas, su secuencia, etc. es memoria a corto plazo. Considerar los casos en que las predicciones que surgen de ellas, es decidir con información insuficiente, mucho más si iniciaste ganando.
Otra forma en que nuestra mente nos engaña es sustituyendo preguntas de difícil respuesta por otras más fáciles. El ejemplo que presenta el video consiste en preguntar ¿cuán feliz eres en tu vida? y luego ¿Cuántas citas tuviste con Tinder? En donde no existe mucha relación. Pero si cambias el orden nuestra mente sustituye la respuesta difícil “la felicidad” por la fácil, o sea Tinder y entonces la respuesta sobre la felicidad aumenta considerablemente aumentando la confianza.
Sin embargo el exceso de confianza, no es simplemente malo. En las tareas de conducción, el exceso de confianza es un elemento performativo –o sea que no solo se expresa, sino que hace hacer-. Pocos elegiríamos un conductor, dirigente o líder dubitativo, le requerimos asertividad y certezas.
Por eso es tan común que sus afirmaciones sean terminantes y absolutas, aunque sean descabelladas a poco de analizarlas, que no podrán cumplirse y que una sucesión de “éxitos” exagere aún más esa “seguridad”, hasta que la realidad explota en fracaso y arrastra a todos.
No todos podemos generar estos desastres por exceso de confianza, pero todos podemos tenerla, sobre todo cuando existen tantas fuentes engañosas, incompletas y sobre abundantes de retroalimentación que sesgan nuestra opinión y la refuerzan continuamente.
Eso es lo que está pasando con la IA actual. Su mecanismo es el entrenamiento por capas con la información existente, que va profundizándose y haciéndose más compleja, más cara, con más requerimientos de energía y más condicionada a los modelos que construyó en sus anteriores capas.
Por eso un laboratorio de Google, está revolucionando la teoría sobre la que se construyen los enormes centros de datos actuales que habría entrado en un exceso de confianza.
Los estudios de “Nested learning” –aprendizaje anidado- demuestran que para que la IA actúe como un cerebro humano debe tener en cuenta los tiempos de aprendizaje, la información reciente pero también la existente a largo plazo que en nuestro cerebro es inconsciente, asocia cosas aparentemente no relacionadas (por ejemplo en el sueño) y puede cambiar radicalmente los modelos de análisis.
Así surgieron las ideas de Einstein, Pasteur, Curie y tantos otros que han cambiado la historia o al menos su disciplina, y eso es algo que la IA actual no contempla, por lo que no puede crear nuevas ideas, que son las que transforman la historia.
Es hora de que la ilustración abandone su máscara de sabelotodo, los líderes su exceso de confianza y nosotros aceptemos que las dudas no son debilidad, sino que nos acercan a la sabiduría.
