¿Fraternidad o codicia?

Por Fermín Bertossi

¿Fraternidad o codicia?

«En un tiempo de engaño universal

 decir la verdad es un acto revolucionario»

George Orwell

Ambición insaciable y apabullante, sin escrúpulos ni pausas para tener más, muchísimo más de lo que se necesita para vivir. De allí que pueda llevar a personas, empresas y Estados a tener conductas al margen de la ética, de la legalidad y del cuidado de la “Casa común”, profundizando desaprensiva e indolentemente la corrupción, la desigualdad y los privilegios; consecuentemente, un cruel descarte humano en todas sus versiones de desprecio, exclusión e insolidaridad intergeneracional.

La codicia humana detenta la paternidad irresponsable de la tragedia ecológica, la del Covid-19, la de guerras (actualmente entre Rusia y Ucrania, por ahora) y de tantas miserias irremontables, conocidas y desconocidas.

El himno del cantautor y músico argentino León Gieco “Solo le pido a Dios”, resume significativamente las consecuencias de la codicia humana, precisamente cuando habla… “que la guerra no nos sea indiferente, que es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente; que el dolor no nos sea indiferente y que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”.

Precisamente, la codicia humana insuflada de voracidad y perfidia es indiferente a toda injusticia, a todo dolor, a toda solidaria reciprocidad, a toda fraternidad cooperativa, a toda libertad e igualdad, a todo derecho y garantía, a toda justicia, a toda verdad, a todo futuro como verificamos en cada humano descartado -que como añade Gieco- desahuciado, tiene que emigrar, a lidiar con su vida y la de su familia en una cultura diferente.

¿Y, qué entendemos por fraternidad humana?

Sobre la misma se manifiesta clara e interpelantemente “Fratelli tutti”, pero el imperio real de la codicia global e individualísima, diezmó fraternidades, vidas, valores, esperanzas, proyectos, ilusiones y buenos tratos, propios de sanas, pacíficas y satisfechas convivencias humanas, imbuidas de respeto, altruismo y cooperación.

La ausencia de valores y predominancia de disvalores, de decoro, sobriedad y honestidad ante este momento crucial de la especie humana, solamente encontrará eficaces contrafuegos en solidaridades, reciprocidades, fraternidades y mancomunidades continuas, permanentes e inmediatas.

“Fratelli Tutti”, la tercera encíclica del papa Francisco se ubica cual faro fraterno rector, desde el contexto de la crisis del Covid-19 y propone lo que debería ser cada sociedad nacional y el sistema del mundo después de la pandemia, (Documento de análisis y de propuesta fechado en Roma el 3 de octubre de 2020).

¿Qué valores nos invitan a vivir la fraternidad?

Según Francisco, la verdadera fraternidad elimina las diferencias jerárquicas y nos hace solidarios con los demás, aprendiendo a mirar fuera de nosotros mismos. Todos poseemos la misma dignidad. La grandeza del otro embellece nuestra vida. La fraternidad siempre necesita de la libertad individual para elegir a los otros como hermanos.

Por su parte, el antropólogo Dominique Temple es promotor de la teoría de la reciprocidad. Esa idea de la acción solidaria está apoyada en la reciprocidad de dones y no en el intercambio desigual y la acumulación en unos pocos y empobrecimiento de la mayoría. Reciprocidad que ya en Aristóteles era el fundamento de la justicia, de la amistad y de la responsabilidad.

Fratelli tutti, también nos exige encarnar el derecho de los migrantes a buscar una vida mejor y al derecho que tienen los indígenas de que se respeten su tierra, cultura y costumbres. Habla también de los derechos de las mujeres. Ofrece su concepción del pueblo que ciertamente no coincide con la de los actuales populistas de izquierda y de derecha.

¿Que nos enseña Fratelli Tutti?

La sana política que propone el papa consiste en promover el bien de todos y facilitar el desarrollo de todas las esferas de la vida social y comunitaria, generando fuentes de empleo, propiciando y vinculando personas con oportunidades de crecimiento, velando por el acceso igualitario y equitativo a todos los servicios.

Pero, atendiendo a encrucijada tan inédita con secuencias y secuelas tan difíciles, agudizadas por una lacerante desigualdad por la que atraviesa o se desplaza como puede nuestro país y el mundo entero, resulta de particular importancia el entusiasmo, la esperanza e inspiración propios del papa Francisco destacados en la Fratelli Tutti, aspectos vívidos que nos pueden iluminar y despertar para la construcción de un mundo más inclusivo, menos fragmentado, más creativo y fecundamente abarcativo.

El papa Francisco critica el sistema económico que convierte al ser humano en un ser de consumo. Dice: “Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo, la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el ‘divide y reinarás’” (FT, 12).”

Así las cosas, lo que aquí y ahora está en juego es toda la supervivencia humana, la sustentabilidad ecológica suficiente para la vida y para toda vida, no solo embrionariamente humana sino también vida celular y microbiana de la tierra, vida vegetal de los cultivos, vida animal del ganado y, finalmente, vida humana de personas jóvenes y viejas: productores, agricultores, colaboradores, usuarios, consumidores, adultos mayores, profesionales; vidas que, recíprocamente, se sostienen unas a otras.

Cabe preguntarse entonces dónde quedaron los caminos y avenidas con expectativas para todos según esa noble igualdad establecida e instituida en el himno nacional argentino; dónde están los alimentos para todos conforme su originaria destinación universal y fundamentalmente, ¿qué pasó con su vital y crucial puesta en común?

¿Cómo y cuándo se perdió el respeto y el cuidado de nuestros adultos mayores (incluso aquellos progenitores de los propios codiciosos)?, ¿quién transó la dignidad y el júbilo de pensionados y jubilados “ordinarios” por sus ´ascuas permanentes´ actuales?; ¿quién levantó y elevó el reino de la holgazanería, del lucro y de la intermediación parasitaria actual, en medio del cual y para el cual, pocos, demasiados pocos trabajan con su esfuerzo propio personal infra retribuido, carcomiendo lo poco que queda de los cimientos de nuestras obras sociales, de nuestras jubilaciones presentes y futuras?; ¿cuándo extraviamos empatías, solicitud social, espíritu y senderos de reconciliación cuando aún postergamos tanto un reconocimiento “satisfactorio” e integral cuanto una palpable gratitud institucional a cada “patriota” de nuestros ex combatientes en la guerra de Malvinas.

Sospecho que Enrique Santos Discépolo anticipó muchas respuestas a tales interrogantes en las letras ominosas de su tango “Cambalache”, las que, al fin y al cabo, en esta realidad humana oprobiosa, hoy hasta lucen poco menos “optimistas” en este Reino del Revés de María Elena Walsh con una hermenéutica peculiar y bullanguera del Dios de Spinoza.

Efectivamente, cómo no preguntarse dónde y cuándo extraviamos el sentido más noble y cabal de la vida humana; cuándo extraviamos el respeto por el otro, por lo ajeno, por todos los bienes naturalmente comunitarios; ¿cuándo indultamos o nos olvidamos de la ética e idoneidad y descalificamos la moral, la honestidad y la justicia en la función pública?

Cada valor e institución aludida e innegociable, solamente queda cabalmente institucionalizada y legitimada cuando su propósito o único fin no es otro que el bien común para un buen vivir que se corresponda, ecuánime y equitativamente con la dignidad inherente a cada persona humana.

Cuando Naciones Unidas con sus cumbres y conferencias temáticas especializadas, cuando los y las admirables nuevas y viejas Greta Thunberg, infructuosamente una y otra vez, no se cansan de advertirnos que los plazos naturales se agotan vertiginosamente para el cuidado del ambiente y el desarrollo humano sostenible (El lema del Día Mundial del Medio Ambiente 2022 llama a vivir de manera sostenible y en armonía con la naturaleza.

En 2022 se cumplen 50 años de la designación del 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Estocolmo. Bajo el tema “Una sola Tierra”, el Gobierno de Suecia acogerá el Día Mundial del Medio Ambiente 2022, en alianza con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). “Una sola Tierra” fue el lema de esa conferencia celebrada en 1972 y, 50 años después, sigue vigente: este planeta es nuestro único hogar y es responsabilidad de la humanidad salvaguardar sus recursos finitos. Esta vez, la consigna “Una sola Tierra” destaca la necesidad de vivir de forma sostenible, en armonía con la naturaleza, a través de cambios sustanciales impulsados por políticas y elecciones cotidianas que nos guíen hacia estilos de vida más limpios y ecológicos), un inevitable ultimátum podría ser de ejecución tan ficta como omnicomprensiva y auto exterminadora para la raza humana.

Finalmente, con tanto Babel, con tanta esterilidad, incomprensión e infructuosidades, no sorprendería un epitafio sobre cuando, egoístamente, la humanidad se eyectó -auto destructivamente con toda insolencia e insolidaridad intergeneracional- de este único mundo bello, mágico y maravilloso, el mismo del que magníficamente supiera cantar Louis Armstrong.

Por último, ¿estamos a tiempo… y aún conservamos la crucial opción humana entre fraternidad o codicia.

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