Voy directo al punto: ¿dentro del actual paradigma civilizatorio, de la modernidad, es posible otra Agenda, o hemos tocado sus límites insuperables y tenemos que buscar otro paradigma civilizatorio si todavía queremos seguir viviendo sobre este planeta?
Mi respuesta se inspira en tres afirmaciones de gran autoridad.
La primera es de la Carta de la Tierra, aprobada por la UNESCO en 2003. Su frase inicial presenta tonos apocalípticos: “Estamos ante un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro… y esa elección es: o formar una alianza global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros, o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y a la destrucción de la diversidad de la vida”.
La segunda afirmación muy seria del papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti(2020): “estamos en el mismo barco, nadie se salva solo, o nos salvamos todos o no se salva nadie”.
La tercera afirmación es del gran historiador Eric Hobsbawn en su conocida obra “La era de los extremos” (1994) en su frase final: “No sabemos hacia donde estamos yendo. Sin embargo, una cosa es segura: si la humanidad quiere tener un futuro aceptable, no puede ser mediante la prolongación del pasado o del presente. Si intentamos construir el tercer milenio sobre esta base vamos a fracasar. Y el precio del fracaso, o sea la alternativa al cambio de la sociedad, es la oscuridad”.
En otras palabras: nuestro modo de habitar la Tierra, que nos ha traído innegables beneficios, ha llegado a su agotamiento. Todos los semáforos están en rojo. Hemos construido el principio de autodestrucción, que puede exterminar toda la vida con armas químicas, biológicas y nucleares de muchas formas distintas. La tecnociencia que nos hace llegar a los límites extremos de sostenibilidad del planeta Tierra no tiene condiciones por si sola, como el Covid-19 ha mostrado.
Por lo tanto, tenemos que abandonar nuestro barco e ir más allá de una nueva agenda mundial. Hemos llegado al final del camino. Tenemos que abrir un camino distinto. Nos vemos forzados, si queremos vivir, a recrearnos y a reinventar un nuevo paradigma de civilización.
Dos paradigmas: el del dominus y el del frater
En este momento veo enfrentados dos paradigmas: el paradigma del “dominus” y el paradigma del “frater”. Dicho de otra manera: el paradigma de la “conquista” es expresión de la voluntad de poder como dominación, formulada por los padres fundadores de la modernidad, como Descartes, Newton, Francis Bacon; dominación de todo, de pueblos, como en las Américas, África y Asia, dominación de clases, de la naturaleza, de la vida y dominación de la materia hasta su última expresión energética, con el Bosón de Higgs.
El ser humano no se siente parte de la naturaleza, sino su dueño y señor (dominus), que en palabras de Francis Bacon “debe torturar a la naturaleza como el torturador hace con su víctima hasta que entregue todos sus secretos”. Él es el fundador del método científico moderno.
Ese paradigma entiende la Tierra como mera “res extensa” y sin propósito, transformada en un baúl de recursos, considerados infinitos y que permiten un crecimiento y desarrollo también infinitos. Sucede sin embargo que hoy sabemos científicamente que un planeta finito no soporta un proyecto infinito.
El otro paradigma es el de “frater”: hermano y hermana de todos los seres humanos entre sí y hermanos y hermanas de todos los demás seres de la naturaleza. Todos los seres vivos tenemos, como Dawson y Crick mostraron en los años 1950, los mismos 20 aminoácidos y las 4 bases nitrogenadas, desde la célula más originaria que surgió hace 3.800 millones de años, pasando por los dinosaurios y llegando hasta nosotros, humanos. Por eso dice la Carta de la Tierra y lo enfatiza fuertemente el papa Francisco: un lazo de fraternidad nos une a todos. El ser humano se siente parte de la naturaleza y tiene el mismo origen que todos los demás seres.
Si en el primer paradigma prevalece, la conquista y la dominación (paradigma de Alejandro Magno y Hernán Cortés), en el segundo se muestra el cuidado y la corresponsabilidad de todos con todos (paradigma de Francisco de Asís y Teresa de Calcuta).
Representado figurativamente podemos decir: el paradigma del dominus es el puño cerrado que somete y domina. El paradigma del frater es la mano extendida que se entrelaza con otras manos para la caricia esencial y el cuidado de todas las cosas.
El paradigma del dominus es el dominante, está en el origen de nuestras muchas crisis y en todas las áreas. El paradigma del frater está naciendo y representa el mayor anhelo de la humanidad, especialmente de aquellas grandes mayorías dominadas sin piedad, marginalizadas y condenadas a morir antes de tiempo. Pero posee la fuerza de una semilla y, como en toda semilla, en ella están presentes las raíces, el tronco, las ramas, las hojas, las flores y los frutos. Por eso por él pasa la esperanza, como principio más que como virtud, como aquella energía indomable que proyecta siempre nuevos sueños, nuevas utopías y nuevos mundos, es decir, nos hace caminar en dirección a nuevas formas de habitar la Tierra, de producir, de distribuir los frutos de la naturaleza y del trabajo, de consumir y de organizar relaciones fraternales entre los humanos y con los demás seres de la naturaleza.
Aquí se plantea el espinoso problema de la transición de un paradigma a otro. Se hará gradualmente, con un pie en el viejo paradigma del dominus – conquista”, ya que debemos garantizar nuestra subsistencia, y el otro pie en el nuevo paradigma del “frater – cuidado”, para inaugurarlo a partir de abajo.
Una cosa podemos adelantar: la gran amenaza para la continuidad de la vida humana en el planeta es el calientamiento global incontrolable, que puede frustrar todos nuestros proyectos. A pesar de esto, si tenemos algún futuro, hay que empezar trabajando el territorio, el biorregionalismo. En él se podrá implantar regionalmente el nuevo paradigma del frater – cuidado de forma sostenible, pues tiene la capacidad de incluir a todos y crear más igualdad social y equilibrio ambiental. Pero siempre a condición de habermos superado y sobrevivido al calentamiento global.
Nuestro gran desafío es este: cómo pasar de una sociedad capitalista de superproducción de bienes materiales, a una sociedad de sostenimiento de toda la vida, con valores humano-espirituales intangibles como el amor, la solidaridad, la compasión, la justa medida, el respeto y el cuidado especialmente de los más vulnerables.
Esta nueva civilización tiene un nombre: es una biocivilización, cuya centralidad es la vida en toda su diversidad, pero, especialmente la vida huma personal y colectiva. La economía, la política y la cultura están al servicio del mantenimiento y de la expansión de las virtualidades presentes en todas las formas de vida.
El futuro de la vida en la Tierra y el destino de nuestra civilización están en nuestras manos. Tenemos poco tiempo para hacer las trasformaciones necesarias, pues ya hemos entrado en la nueva fase de la Tierra, su calentamiento creciente. Falta la suficiente conciencia sobre las emergencias ecológicas y es todavía muy escasa en el conjunto de la Humanidad.