Ideas, hechos y personas

Por Eduardo Ingaramo

Ideas, hechos y personas

Una frase atribuida a variados autores afirma, desde una aparente superioridad, que las ideas son la sustancia de los más formados, y los hechos los de las personas comunes. En realidad, ninguna de ellas puede vivir sin las otras. No existen buenas ideas que no se corroboren por los hechos, ni se lleven adelante por personas adecuadas.

Todas las personas tenemos nuestras carencias y potencialidades, nuestras virtudes y nuestros defectos, los hechos pueden ser mostrados como “pruebas” de las ideas, pero también pueden ser visibilizados u ocultados, tergiversados o directamente falseados y las ideas pueden constituirse en discursos o relatos complejos o simplificados, basados en hechos reales o falsos, y comunicados o producidos por personas con las características ya descriptas, que pueden llevarnos a éxitos colectivos o fracasos rotundos.

Ideas terribles se han difundido y adoptado en la historia reciente, por ejemplo, el nazismo, basado en afirmaciones mentirosas, como la superioridad aria, y con personas capaces de las más terribles atrocidades.

No existe esa superioridad genética, moral o intelectual, si esas ideas no se basan en hechos reales, completos, verdaderos y verificables, y mucho menos si no son llevadas adelante por personas capaces de apreciar lo que está más allá de sí mismos, sea el medio ambiente (flora, fauna, tierra, aire o agua), los seres humanos y las relaciones complejas y diversas entre ellos.

Quienes ejercieron el poder durante casi toda la historia de la Humanidad, o buscan ejercerlo sobre los demás, han buscado y buscan sostener sus privilegios en base a ideas que fueron desde la autoridad divina de los reyes –príncipes amados o temidos según Maquiavelo- hasta el repiqueteo constante de sus postulados en medios masivos, pasando por la superioridad moral o intelectual de la ilustración.

En nuestros días, la sobreinformación y el manejo centralizado de medios nos cuentan hechos parciales, o directamente falsos, que, al común de los mortales, que no puede cuestionarlos y verificarlos, lo llevan a percibir en forma equívoca una realidad siempre compleja y globalizada, que termina en reacciones sólo afectivas basadas en esas ideas y hechos. Unos hechos que implican aceptar o rechazar personas, independientemente de lo que piensen, hagan o digan. Así, quienes ejercen algún poder, procuran destruir al otro, hacerlo ver sucio, feo y malo si se opone a sus ideas o intereses.

En ese contexto, los resultados nunca son buenos y la población termina decepcionándose de sus líderes, especialmente los más jóvenes, optan por lo desconocido, antes que por aquello conocido que no los satisface.

El equilibrio fiscal, que recomienda y exige el FMI cual pócima milagrosa para evitar la inflación, desconoce en los hechos la multi causalidad del fenómeno, que se corrobora hoy en todos los países, y termina sometiendo a los trabajadores –con ingresos fijos o precarizados- y jubilados, a pagar con sus ingresos el enriquecimiento de unos pocos.

Es que los funcionarios técnicos de casi todos los organismos financieros, pagados generosamente con los recursos e intereses que pagamos los deudores, son portavoces de hechos parciales, interpretados en forma sesgada que benefician a sus mandantes.

De allí que una idea, sólo mostrada con datos o hechos parcializados y ejecutada por las personas inadecuadas, convierten en víctimas a quienes dicen defender.

En la inseguridad ciudadana, las ideas más extremas –al estilo Bukele en El Salvador- de “mano dura” invisibilizan los datos más confiables, como los de asesinatos. Por ejemplo, en este flagelo Argentina está en los puestos más bajos (4,8) por cada 100.000 habitantes; por debajo de Uruguay (8,5) o Brasil (18,5) e igual que Chile.

También se invisibilizan datos de asesinatos por sexo, en donde 15% son mujeres (58% en el ámbito familiar) y el 85% varones (8% en el ámbito familiar), o los suicidios (7,3 cada 100.000 habitantes) en donde el 82% son varones. Por lo que las conclusiones pueden ser muy distintas a las que se escuchan habitualmente.

Más allá de la gravedad de los problemas en algunas zonas -como Rosario- o la violencia familiar, en donde las mujeres son habitualmente víctimas, los líderes políticos y mediáticos en períodos preelectorales tienen intereses más preocupados por buscar “culpables” que en avanzar en disminuir estos datos de violencia urbana y familiar.

En definitiva, las ideas sólo son buenas si se corroboran con todos los hechos ciertos y verificables, que son interpretados por personas que buscan el bien común, más allá de sus propios intereses e ideologías, que son formas muy simplificadas, parciales y muchas veces tendenciosas de interpretar la realidad, en busca de impactar en la población encontrando “culpables”.

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