La candidatura de Natalia de la Sota que incomoda al peronismo cordobés

La decisión de la hija del ex gobernador de buscar la reelección en el Congreso agita las aguas del cordobesismo poniendo una incógnita al plan de Schiaretti y Llaryora. Su desafío, respaldado por el apellido paterno y una postura crítica a Milei, expone las fisuras internas del oficialismo y anticipa una contienda electoral que va más allá de los votos.

Natalia de la Sota

Natalia de la Sota.

La diputada Natalia de la Sota dejó de ser una incógnita política y se convirtió para el cordobesismo en un dilema difícil de resolver. Sus declaraciones anticipando que se presentará en octubre para renovar su banca en el Congreso le pone sal a algunas heridas abiertas en el peronismo local.

El diseño político de Juan Schiaretti y Martín Llaryora consiste en borrar todas las marcas identitarias del PJ, absorbiendo dirigentes de otras fuerzas y mostrándose como un movimiento más amplio que defiende algunas reivindicaciones del partido de Perón (salud pública, educación, trabajo) pero también eleva banderas de algunas corporaciones como el campo y el reclamo por las retenciones.

Nada parece muy distinto a la coalición que llevó y sostuvo en el poder a José Manuel de la Sota, pero con una diferencia sustancial: el desaparecido gobernador nunca desatendió a la base de representación, a la estructura del justicialismo provincial que le garantizó alcance territorial y base electoral. Esa base hoy “está revuelta”, aseguran algunos conocedores de las redes finas del poder.

“Le dimos la viceintendencia y la vicegobernación a dirigentes extrapartidarios que no nos sumaron votos y se llevaron un montón de cargos”. Así grafica ese malestar un dirigente barrial del sur de la capital que confiesa lo que varios empiezan a marcar como una tendencia en filas del peronismo tradicional. “El Gallego bajaba hasta los sindicatos, armaba un acto partidario y venía, llegabas a hablar con él. Ahora no tenemos llegada y los funcionarios nos filtran todo”, agrega.

Autonomía en el Congreso

En ese contexto es donde varios comienzan a imaginar a Natalia de la Sota como una opción viable para recuperar la centralidad. El peso del apellido no es todo y cerca suyo recalcan que el último año y medio sus votos en la Cámara Baja fueron congruentes con los valores que siempre defendió. Se negó a acompañar el DNU 70 y la Ley Bases que Llaryora pidió votar a favor. También reclamó la formación de una comisión para investigar el caso Libra.

Aunque nunca se apartó del bloque Encuentro Federal, que preside Miguel Ángel Pichetto, trató de mostrar autonomía a la hora de levantar la mano. Su discurso crítico de la gestión de Javier Milei le otorgó un relieve diferente al del resto de sus compañeros de bancada.

Esto le valió la desconfianza del gobernador, aunque el diálogo se mantuvo a través del ex intendente de San Francisco, Ignacio García Aresca, un hombre de confianza de Martín Llaryora.

Su objetivo confeso es renovar en octubre la banca que vence en diciembre y, por ahora, aseguran en su entorno que será bajo el sello del Frente Renovador que conduce Sergio Massa. Por eso abrió un local en el barrio Rogelio Martínez, cerca de la torre de Tribunales Federales donde se reúne con dirigentes y acelera un armado que la ponga en carrera para las elecciones de medio término que no definen mucho en sí mismas, pero sirven para proyectar carreras, adquirir reconocimiento público y acumular capital político a futuro.

Su entorno no deja de aclarar que la sintonía de algunas posturas de la bancada kirchnerista en Diputados no implica que su construcción local se haga en esa dirección. “Aunque somos peronistas no tenemos proyecto común con los K”.

Lecturas enfrentadas

Al comienzo decimos que es un dilema cuyos rasgos detallan los observadores de la política. Para el oficialismo sería una derrota competir contra una lista que lleve el apellido De la Sota porque va a llevarse votos de Hacemos Unidos por Córdoba y eso hará más contundente el casi seguro triunfo de La Libertad Avanza. Pero peor es la derrota simbólica que significa que la hija del fundador de la hegemonía peronista de 26 años en la provincia termine en la vereda del frente.

En el Panal conviven dos posturas. La que minimiza el impacto electoral porque “votó con los K en el Congreso todo este tiempo y eso le pone un techo a sus aspiraciones en 7 u 8 puntos” explica un funcionario con despacho cerca del gobernador. Sin embargo, el riesgo de esa mirada es que se posa en argumentos que conocen los hiper politizados. La clave pasará por entender lo que la gente percibe y esa construcción es más sutil.

El ex gobernador Schiaretti algo intuye en ese sentido y habría dejado trascender que no le atrae la idea de encabezar una lista que enfrente al apellido de su, otrora, socio político. Una razón más que encuentra para desentenderse de este turno electoral.

Al mismo tiempo, los armadores políticos de Hacemos Unidos por Argentina, el partido nacional de Schiaretti, empiezan a escuchar más a menudo la misma pregunta: “¿El Gringo juega en octubre?” El incómodo interrogante es toda una definición de la audacia política que se exige a los que atesoran expectativas electorales. ¿Quién sigue a un conductor que se reserva para oportunidades más propicias? El ciudadano de centro, con ánimos políticos más moderados, también espera certezas y convicciones de los líderes que dicen representarlos.

 

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