La ciudad de Martín no es una ciudad real. Más bien, es una ciudad ideal que sólo existe en la imaginación de Martín. Y la ciudad ideal que Martín imagina no se corresponde con la ciudad real.
La ciudad real, que no es la ciudad que Martín imagina, tiene los mismos problemas y deficiencias de siempre, sólo que ahora exhibe los cordones de sus calles prolijamente coloreados.
La ciudad real, que no es la ciudad que Martín imagina, no es una ciudad “sustentable y amigable con el medio ambiente”; por el contrario, prolifera la basura en sus calles y tiene un río absolutamente contaminado, la mayoría de sus plazas, parques y espacios verdes están descuidados y semiabandonados, y algunas de ellas (como la plaza Colón y la Alem) están valladas y cercadas desde hace meses.
La ciudad real, que no es la ciudad que Martín imagina, cuenta con un sistema de transporte público obsoleto que atraviesa una profunda crisis, que es caro e ineficiente, el más caro y uno de los más ineficientes del país, a pesar de los millonarios subsidios que mensualmente le asigna Martín.
Por las calles de la ciudad real, esa que Martín no imagina, es cada vez más difícil transitar porque están superpobladas de baches, y ahora también en algunas arterias céntricas abundan las macetas, las plantas, los bancos, sillas y mesas de bares y restorán, que invitan a parar antes que circular.
En la ciudad real, esa que Martín no imagina, este verano fallecieron dos personas (un niño y un adolescente) electrocutadas mientras jugaban en las plazas de sus barrios, víctimas de la desidia y la inacción pública. Por eso recién después (y no antes) se decidió crear la “Unidad Ejecutora de riesgo eléctrico”, publicitada como la primera en el país.
A dos años de haber asumido el gobierno municipal, Martín se queja porque sostiene que recibió la ciudad “en estado de abandono y en franca decadencia”. Y si bien ello es verdad, lo cierto es que su antecesor, es decir Ramón, que no era del partido de Martín, se quejaba por lo mismo.
Y el antecesor del antecesor de Martín, un tal Daniel, que tenía una cambiante filiación partidaria y se había distanciado de su mentor político para convertirse en “soldado de Cristina”, solía quejarse por lo mismo.
Pero lo peor está por venir, porque el que suceda a Martín también alegará haber recibido una pesada herencia en la ciudad real, salvo que sea del mismo sector político o que el propio Martín se suceda a sí mismo, lo que hoy por hoy es difícil de imaginar.
Martín dice que debemos agradecerle a Juan, “nuestro querido Gobernador”, todo lo que hace por la ciudad, y por darle “no una sino las dos manos a la ciudad, para que pueda salir del abandono y de la desidia de tantos años”. En rigor, Juan no tiende sus manos a los vecinos sino solamente a Martín, a fin de proyectarlo como futuro candidato para sucederlo en el gobierno provincial.
Con ese objetivo en la mira, Juan envía partidas de dinero cada vez más cuantiosas a la capital, para que la ciudad real se asemeje un poco a la ciudad ideal, esa que Martín (y también Juan) se imaginan.
Sin embargo, como no hay una correcta planificación y no están claras las prioridades (sólo se van a destinar 400 millones de pesos para obras de cloacas), la ciudad real difiere mucho del modelo de ciudad, ese que imagina Martín, a pesar de contar con el apoyo explícito de Juan y tener el octavo presupuesto a nivel nacional.
La ciudad real no es una ciudad “moderna, inclusiva, innovadora, basada en las nuevas tecnologías”; por cuanto la mera posibilidad de realizar trámites municipales “on line” no implica un pasaje a la modernidad. Por lo demás, es una ciudad con muchos sectores que permanecen a oscuras, durante meses o años, atravesados por la pobreza y la inseguridad.
Es que la ciudad real lejos está hoy de ser “una de las grandes capitales de Latinoamérica”, y tampoco va “a la vanguardia de los nuevos tiempos”, como Martín asegura, quizás pensando más en la ciudad ideal.
La ciudad ideal, sólo la ideal, que Martín se imagina como tal, lidera los cambios hacia el modelo de las 4C, ligado a las economías circular, del conocimiento, creativa y comunitaria.
Esa misma ciudad ideal está plagada de marketing, publicidad política y anuncios de mega obras públicas. Por ejemplo, el martes 1° de marzo, en la apertura del período legislativo 2022 del Concejo Deliberante, Martín anunció una batería de obras a realizar en los próximos meses de su gestión, entre ellas:
-La modernización del Hospital Infantil, con una inversión de 146 millones de pesos.
-La construcción de cuatro centros de emergencia que dependerán del Hospital de Urgencias.
-La adquisición de cuatro ambulancias de última generación para el Servicio 107.
-El plan de pavimentación más grande de la historia local, que incluye la pavimentación y repavimentación de 2.000 cuadras, con una inversión total de 7.000 millones de pesos.
-El plan de reparación histórica de la zona sur, que implica una inversión superior a los 4.100 millones de pesos.
-La incorporación de 20.000 luminarias led y la renovación de la red semafórica central, con una inversión de 1.700 millones de pesos.
-La presentación de un nuevo Centro Operativo en barrio San Vicente.
-La construcción del nuevo edificio del Concejo Deliberante, con una inversión total de 2.600 millones de pesos.
Si en verdad todas esas obras se concretaran en la ciudad real, ésta se parecería bastante a la ciudad ideal, que es la que Martín imagina. Y de ser así, los vecinos dejarían por fin de padecer los problemas e inconvenientes que desde hace años padecen, por el simple hecho de vivir en la ciudad real.
En aquel acto que se llevó a cabo en la escuela municipal Alicia Moreau, de Villa El Libertador, Martín terminó afirmando que la ciudad “está mejor, mucho mejor de lo que estaba antes”. Lo único que lamentamos es no saber a qué ciudad se estaba refiriendo, si a la ciudad real o a la ciudad ideal, esa que Martín no puede dejar de imaginar.