La isla de las certezas

Por Javier H. Giletta

La isla de las certezas

Reflotando aquella añeja fantasía cimentada en su tiempo por gobernadores de distinto signo político, como Eduardo César Angeloz y José Manuel de la Sota, Córdoba se asemeja a una isla en la que sólo imperan las certezas. Al menos esa es la visión del “cordobesismo” que tiene y transmite su actual gobernador Juan Schiaretti, quien ya se encuentra transitando la segunda mitad de su tercer mandato al frente del Panal.

Así, mientras en el resto del país (es decir, fuera de la isla) proliferan las dudas, aquí (en nuestra isla), por el contrario, prevalecen las certezas. Esta es la idea central que se encargó de comunicar Schiaretti en un acto el lunes 29 de agosto, al reclamar que se eleve al 20% el corte de naftas con biocombustibles y se modifique la Ley nacional que rige en la materia.

Sin dudas se trata de una idea falaz, edificada mediante artificios y sostenida sólo a través del relato oficial. Dicha falacia es fácilmente desnudable porque Córdoba afronta, en el plano de la realidad, las mismas dificultades e inconvenientes que las demás provincias argentinas.

Para comprobarlo, basta con mencionar algunos ejemplos, como la inflación, que afecta a los habitantes de todas las provincias sin excepción. En efecto, si comparamos los datos que brinda mensualmente el Indec a nivel nacional con los publicados por la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Provincia, observaremos que las diferencias en los guarismos son mínimas y hay períodos incluso en los que el índice de precios local llega a superar al nacional (como ocurrió en marzo).

Otro ejemplo se advierte en materia de pobreza, que en el Gran Córdoba orilla el 40%, una cifra levemente superior al promedio que se registra en el país (37,3%).

Y podríamos continuar enunciando ejemplos que nos permitan comprender con total claridad cuán falaz y artificiosa es aquella construcción discursiva tendiente a hacernos creer que los cordobeses somos diferentes -cuando no mejores- al resto de los argentinos.

Quizás, desde otra perspectiva, al Gobernador le asista la razón y hasta sea real esa percepción que hace de Córdoba un terreno particularmente fértil en materia de certezas. Entre ellas, que la Justicia cordobesa no es independiente del poder político; que la Legislatura funciona desde hace tiempo (por lo menos, desde la reforma constitucional de 2001) como una mera escribanía del Poder Ejecutivo; y que los docentes y el personal de la salud perciben salarios magros y poco dignos, que no se condicen con la trascendencia de su labor. Es decir, nada muy diferente a lo que ocurre fuera de la isla.

Pero también advertimos -con creciente certeza- que en el resonante caso vinculado con las muertes de bebés en el Hospital Neonatal hay una trama oscura que el Gobierno provincial trató de ocultar durante varios meses. Y tenemos la certeza que, en relación al inédito ciberataque perpetrado en agosto contra la base de datos del Poder Judicial, no se ha informado públicamente toda la verdad. Además, los antecedentes nos indican que aquellos procesos judiciales que salpican al poder nunca se resuelven en Córdoba (el caso del crimen de Nora Dalmasso, en Río IV, es un buen ejemplo).

En rigor, las certezas no comienzan ni terminan en el ámbito de Tribunales, puesto que se sabe que los más altos funcionarios de la Provincia rara vez se responsabilizan por sus actos. Como si el clásico lema propio de nosocomios y hospitales se extendiera a todos los despachos oficiales, en Córdoba se impone el silencio. Esta es una certeza confirmada en fecha reciente, cuando el ministro de Salud renunció a su cargo, semanas después que estallara el escándalo en el Neonatal. Diego Cardozo se fue, sin brindar ninguna explicación.

Tampoco suele hacer declaraciones públicas el ministro de Seguridad Alfonso Mosquera, a pesar de la preocupante ola de robos que afecta hoy a todo el territorio provincial. Esta es otra gran certeza: En Córdoba, la inseguridad se ha tornado un verdadero flagelo, obligando a los cordobeses a tener que modificar sustancialmente sus hábitos de vida.

Fiel a su estilo, el ministro del área guarda silencio. Quien a veces decide hablar es Liliana Zárate Belletti, actual jefa de la Policía local. Sus últimas manifestaciones, tan desafortunadas como las anteriores, fueron efectuadas ante medios radiales el martes 30 de agosto. En la ocasión, y tratando de aclarar la situación planteada en torno a los casos de “robos piraña” registrados en Nueva Córdoba y el parque Sarmiento, afirmó que “Córdoba es la provincia con menos homicidios a nivel país”, y al mismo tiempo aceptó que los demás delitos (en especial, los delitos contra la propiedad) simplemente “han crecido, porque ha crecido la pobreza”.

Empero, la más alta autoridad policial de la Provincia omitió reconocer, entre otras certezas, que de los poco más de 20.000 efectivos con los que cuenta la fuerza, hay casi 5.000 que -por distintos motivos- no están cumpliendo funciones; que el 20% de los móviles policiales está fuera de servicio (básicamente, por falta de mantenimiento); que los recursos destinados a seguridad son insuficientes (en algunas unidades judiciales de la Capital sólo cuentan con una computadora en funcionamiento); que la formación de los agentes sigue siendo en extremo deficiente y que los casos de abuso policial o “gatillo fácil” son moneda corriente en nuestra isla (siendo el que terminó con la vida de Valentino Blas Correas, en agosto del 2020, el más emblemático de todos).

Es a todas luces evidente que el problema de la jefatura de Policía no es una cuestión de género sino de liderazgo y competencia, porque tanto hombres como mujeres han fracasado en ese rol, demostrando no estar a la altura de sus funciones. Y también lo es, en forma ostensible, que la seguridad es el talón de Aquiles del actual Gobierno, que carece de una política clara en esta materia desde hace más de dos décadas.

Semejante mar de certezas no le ha impedido, sin embargo, a los principales protagonistas del oficialismo local auto-percibirse como los mejores de la isla y proyectar sus ambiciones más allá de los límites del archipiélago.

A su vez, debe señalarse que la oposición isleña, debido a sus fisuras internas y falta de proyecto estratégico, no ha logrado capitalizar políticamente hasta ahora todas las deficiencias y problemas de gestión que exhibe el Gobierno provincial, que lleva casi un cuarto de Siglo en el poder sin que se avizore ningún atisbo de alternancia real en el horizonte cercano.

En conclusión, si corriésemos el velo del “cordobesismo”, esa audaz invención delasotista mantenida a través del tiempo gracias a sofisticadas, costosas y efectivas campañas de marketing político, podría afirmarse que los habitantes de la “isla”, lejos de gozar un estado ideal de bienestar, tienen necesidades y sufren carencias similares a las de aquellos que viven en otras latitudes de la geografía nacional, en territorios donde no suelen florecer tantas certezas.

Salir de la versión móvil