La receta de la felicidad

Por Jorge Vasalo

La receta de la felicidad

Qué fácil sería la vida si naciéramos en un lugar confortable, repleto de amor y alegría, sin carencias; con las necesidades satisfechas y la certeza de una infancia placentera y gratificante; con padres y una familia que nos protegen y enseñan, sin dolores y angustias; y una adolescencia con amigos y mucho amor y proyectos fácilmente realizables; y de este modo llegar lúcidos a nuestra adultez para elegir libremente lo que queramos, sin complejos ni ataduras; formar una familia si lo deseamos o no, y superando los conflictos existenciales con comodidad; poder trabajar sin mayores exigencias y así, entonces, lograr la plenitud sin contratiempos; y ya desde la experiencia de la tercera edad, disfrutar saludablemente de lo que podría ser el tramo final de nuestro camino, con sabiduría y gratitud. ¡Qué fácil y hermoso sería vivir de este modo!

Lamentablemente la realidad se impone y la vida dista bastante de ser siempre un “mar de rosas”. Por el contrario, se trata de un camino con más o menos obstáculos, y crisis existenciales que son las inevitables escaleras del crecimiento y desarrollo, y de afectos, cosas y situaciones que perdemos y otras que ganamos. Filosóficamente hablando, podríamos explicar la vida de mil maneras diferentes; poco antes de morir, la madre de Forrest Gump (película cuyo protagonista es el actor Tom Hanks) le dijo: “La vida es como una caja de chocolates y nunca sabes qué te va a tocar. Cada uno hace su destino y debes hacer lo mejor posible con lo que Dios te ha dado”. Sí la alegría, el amor y tantas sensaciones bellas y excitantes nos “tiran para arriba”, otras como las frustraciones, la impotencia, la angustia y el dolor nos “tiran para abajo”.

Qué simple sería poder combinar para ser felices medio kilo de papas, dos cebollas, sal, pimienta y huevos, y al igual que una riquísima tortilla, lograr una vida sin penurias. Pero definitivamente así no funciona nuestra existencia. Vale la pena entonces considerar algunos conceptos que, como ciencia, la Psicología aporta para no perdernos en la búsqueda de “recetas mágicas” y asumir la responsabilidad y el desafío de construir nuestra felicidad.

El irremplazable valor de la experiencia 

No siempre lo que nos imaginamos de alguien o de algo se corresponde con lo que realmente es. Poder percibir lo “obvio y real” en nuestro interior y exterior es muy importante. Si me pica la panza por hambre, entonces no es ni una señal de parásitos o de flatulencias. Por eso es fundamental que nuestro Sistema Cognitivo (o “radar”) aprenda a reconocer mensajes y estímulos internos y externos, a partir de una combinación de lo que nuestros sentidos perciben y nuestra memoria y capacidad de interpretación almacenan y decodifican. ¿Cómo sabremos si nos gusta el mate, o más el amargo que el dulce, o viceversa, si no lo probamos? Dicho de modo más complejo, ¿cómo aprenderemos a entender y elaborar los duelos si no enfrentamos nuestras pérdidas? Justamente la palabra “experiencia” significa probar, ensayar, hacer algo y volverse hábil en ello. Nos podrán contar versiones y vivencias ajenas (valiosas por supuesto), pero el contacto más fiel será sin dudas el que podamos obtener por nuestra propia cuenta.

La responsabilidad de elegir y hacernos cargo de lo nuestro 

Algunas personas buscan soluciones mágicas, y lee libros y escucha conferencias sobre la felicidad, como si fueran un vergel con respuestas rápidas y muy accesibles para nuestras inquietudes. En realidad podemos hacerlo, pero de ahí a creer que nuestra identidad se modela a partir de leer o escuchar consejos, recomendaciones e indicaciones, hay una distancia.

Las diferentes escuelas de Psicología explican desde teorías y prácticas diversas los avatares de nuestras conductas voluntarias e involuntarias. Por ejemplo, según el Psicoanálisis, existe un inconsciente con deseos reprimidos que suelen aflorar en nuestro comportamiento cotidiano. Para el Conductismo, es relevante enfocar la cadena de estímulos y respuestas para alcanzar los cambios comportamentales buscados. Para la Psicoterapia Gestáltica (PG), en cambio, es clave que nos comprometamos con nosotros mismos poniéndonos de frente a lo que nos pasa. Precisamente, el fundador de la PG, Frederick Perls escribió:

“Yo soy yo y vos sos vos,

no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas,

ni vos para cumplir con las mías.

Si nos encontramos será hermoso,

De lo contrario nada podrá remediarlo”

Esta oración no implica que nuestros potenciales sean desarrollados en el marco de un egoísmo literal, sino en la claridad de consciencia que nos ayudará a un convivir en una determina cultura y sociedad haciéndonos cargo de lo que queremos y necesitamos, a veces en coincidencia con otras personas, y a veces aceptando las diferencias.

Las frustraciones y los errores 

Un bebé llora de hambre, y a veces por razones varias, la teta o el biberón no llegan a tiempo. Desde ese momento, comenzamos a sentir el enojo y el malestar de que lo que deseamos no sea satisfecho en tiempo y forma. Aprender a esperar, o que lo que queremos no llegue nunca, forma parte del camino del crecimiento. Podemos quejarnos eternamente, o buscar y encontrar nuevos modos de ser satisfechos, incluso comprendiendo la diferencia entre necesidades reales, y deseos que se pueden postergar o reemplazar o suprimir.

Cuando nos equivocamos, un reproche propio o ajeno, suele marcarnos que hicimos algo mal. A veces las exigencias y los mandatos son impiadosos y entonces las “facturas” se pagan caras. Pero, ¿quién nació sabiendo?, ¿cómo no errar el camino cuando tratamos de avanzar en algo nuevo? Aparece entonces la tolerancia como un primer salvavidas que nos ayudará a revisar y aprender de nuestros errores. También aquí el valor de la experiencia nos asegura la gran oportunidad de confeccionar un mapa propio y muy valioso de los aciertos y desaciertos, para no volver a “tropezar con las mismas piedras”.

Cuidado con los mandatos sociales y familiares 

En la canción Esos Locos Bajitos, Joan Manuel Serrat canta: “Niño, deja ya de joder con la pelota… que eso no se dice, que eso no hace, que eso no se toca… Nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin saber el oficio y sin vocación». La verdad es que nacemos con conductas genéticamente heredadas, y también con predisposiciones que se pueden confirmar o no según los factores ambientales. Y es justamente en el contexto social y familiar donde adquirimos las normativas, las costumbres, lo que “está bien y está mal” y muchas veces mandatos que se pasan de generación en generación, sin que sean cuestionados y para cumplir a “libro cerrado”. Desde ya que ese trasvasamiento puede tener la mejores intenciones o contemplar conductas que en otros tiempos tuvieron sentido, pero que ya no lo conservan en el presente. Cuando escuchamos, o nos decimos “tengo o debo hacer tal cosa…”, sería bueno que nos preguntáramos al respecto, de dónde sale esa obligación y en todo caso si quiero hacerlo así, o ya no. Soltarnos de mandatos no elegidos e innecesarios, nos permitirá fluir más livianos y atentos a lo que sí queremos hacer.

Presente, pasado y futuro 

Los asuntos del pasado que no fueron resueltos siguen formando parte del presente; y el futuro, todavía no pasó. Entonces, poder resolver de una buena vez lo que aún sigue pendiente nos servirá para completar y aliviar la carga. Poder sentirnos justo acá, sin acelerarnos por la ansiedad de lo que nos podría ocurrir, también es recomendable a la hora de “poner los pies sobre la tierra”, soltar tantos pensamientos y fantasías y abrirnos atencionalmente a lo que nos rodea y así estar más disponibles para lo que sentimos y nos pasa aquí y ahora.

Recetas mágicas no… caminos posibles sí 

Cuando en 1939 le preguntaron a Sigmund Freud sobre lo que era para él la salud mental en una persona madura e integrada, respondió que “cualquiera que pueda trabajar y amar”. Algunos creen que la felicidad es una línea de llegada inalcanzable, y otros que se parece a la materia oscura y nos rodea por todos lados, que sólo hay que verla y gozarla. El entrañable John Lennon dijo, entre otras cosas, que “la vida es aquello que te va sucediendo, mientras estás ocupado en otros planes”.

Sucede que a veces perdemos la brújula y nos enloquecemos buscando recetas salvadoras, drogas para escaparnos de nuestros propios miedos e inseguridades, y hasta sectas en las que creemos ciegamente hasta una despersonalización total.

En todo caso, lo recomendable es permitirse estar consigo mismo y disfrutarlo, tolerando y aprendiendo, moviéndonos por propia cuenta abiertos a las experiencias, con humildad y firmes en el volante de nuestras vidas. Me atrevo a decir entonces que, con todos estos ingredientes, también estaremos en condiciones de hacer una “riquísima tortilla” con nuestras vidas.

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