Cuando la tarde cae sobre la ciudad, cientos, con zapatillas y ropas deportivas llegan a la escalera. La misma escalera en la que Daniel Moyano eligió para comenzar su novela “Una luz muy lejana”. Esa escalera que el arquitecto Carlos Thays diseñó para unir al barrio moderno de la Nueva Córdoba y el parque público y europeo (Sarmiento), con su lago artificial, sus puentes. Esa escalera comparte con algunos edificios a lo largo y ancho del mundo la cifra: 121 escalones. Hacia la cima.
Los 121 escalones del mirador del Parque Sarmiento se disponen de manera armoniosa. En otra época, desde su cumbre podía verse el río, e incluso, dicen, La Cañada. Ahora, una gran mole de cemento corta la mirada.
Sin embargo, la ascensión escalonada conserva sus formas originales. Un primer grupo de cuatro escalones inicia la cuenta. Después cinco grupos de 11 escalones apuran la llegada al sector medio y a su primer mirador. Dos grupos de nueve, curvos, permiten llegar a la zona del ascenso final: otros cinco grupos de 11 escalones. En total 9 grupos de 11. Y dos grupos de 9. Y allá abajo, los primeros cuatro, casi invisibles. 121 escalones. 11 veces 11. El cuadrado de 11.
Al otro lado del mundo, la mezquita de Jama Masjid, en la Delhi Antigua, fue el espacio religioso de los emperadores mongoles desde 1656. Mármol blanco y piedra caliza, sobre el sector más alto. Su nombre puede traducirse como mezquita que domina la vista del mundo. Dos torres funcionan como miradores a su costado. Miden unos 40 metros. Para llegar a la cima hay que subir 121 escalones.
La antigua iglesia de San Canice, en Kilkenny, Irlanda, fue construida en el siglo XIII. A uno de sus costados, emerge una de las tres torres redondas de la era celta cristiana que se conservan. Subir requiere trasponer 121 escalones.
Francesco Fontana nació en Nápoles entre 1585. A los 20 años se licenció en Teología y Derecho y se doctoró en la Universidad Federico II. Sin embargo, nunca ejerció como abogado. Siguió la vocación de su niñez: se dedicó a las matemáticas y perfeccionar el telescopio de Galileo. Según Paolo Molaro, Fontana se atribuyó la creación del telescopio de dos lentes convexas en tubo. Con su ayuda dibujó, incluso, uno de los primeros mapas de la luna. En su homenaje construyeron una escalera. Erigida en el centro de Nápoles, conservó sus 121 escalones hasta que se derrumbó.
La escalera en homenaje a Denis Papín, en Blois, Francia tiene también 121 escalones. Construida en piedra en el siglo XIX, desde lo alto puede verse todo el valle de Loira. Denis Papín se doctoró en medicina, pero dedicó su vida a la física y a la matemática. La historia le adjudica la invención de la Marmita. Eugène Riffault, el alcalde de Blois que decidió la construcción de la escalera, era amigo de Georges Eugène Haussmann. Y en sus ideas se inspiró para construirla.
Haussmann fue el encargado de convertir a la antigua París en la ciudad moderna que recibió la Exposición Universal en 1855. Trazó avenidas y bulevares, y diseñó parques públicos que aún identifican a la ciudad luz: en ellos se inspira el Parque Sarmiento.
Las ideas de Haussmann llegaron a la Argentina de la mano de Carlos Thays. Arquitecto y francés, lo contrató el empresario y estanciero Miguel Crisol para trazar el barrio de Nueva Córdoba y diseñar el Parque Sarmiento, con sus 121 escalas. Después vinieron parques y plazas en Buenos Aires; el Parque 3 de febrero; y el Jardín Botánico. También son parte de su creación el Parque Independencia en Rosario; el Parque General San Martín, en Mendoza; y el Parque Urquiza, de la ciudad de Paraná.
Arturo Arce es numerólogo. Le consulto por el posible significado de esas escaleras de 121. Qué significado guarda la repetición del 121. El 11 al cuadrado. “El 11 es el número de la trascendencia. Podemos pensar que elevarlo al cuadrado invita a una trascendencia aún mayor. Pero, además, si pensamos que el número se reduce a 4, que es un número que tiene que ver con lo estructural, surge la idea de una estructura para trascender”.
Cuenta la leyenda que, en la antigua China, los matemáticos se preocupaban para que el emperador tuviera la descendencia esperada por los dioses y por el pueblo. Para eso organizaban un esquema: en 15 noches estaba con 121 mujeres. El cálculo se basaba en la progresión del número 3. La primera noche la compartía con la emperatriz. La siguiente, con 3 consortes superiores. Las 9 esposas venían después. Más tarde, 27 concubinas, en grupos de 9 cada noche. Por último, 9 noches con 81 esclavas, en grupos de 9. Los matemáticos creían que la trascendencia del líder del imperio estaba asegurada.
Imagino a Ismael, el personaje de Moyano, mirando a la ciudad. Inmóvil. Mientras tanto, se escucha el reggaetón. Y cuerpos torneados suben y bajan. No hay tiempo para contemplaciones en este tiempo. 121 escalones. Elevarse, trascender. Quizás sin saberlo, esos cuerpos persigan una luz muy lejana.