Lealtad implica un vínculo emocional y afectivo que va más allá de las obligaciones superficiales. La lealtad se basa en la confianza mutua, el apoyo emocional y la conexión personal. Fidelidad se refiere a la exclusividad en un acuerdo y se centra en el cumplimiento de deberes y responsabilidades de un rol en virtud de una causa común.
Son conceptos que se confunden a menudo, pero como se ve, tienen diferencias significativas. Mucho más en estos días en que quedan expuestas en el ámbito político, corrupciones, sospechosos cambios intempestivos de opiniones, hipocresías y doble discursos.
En ese camino algunos dirigentes aumentan la confusión exigiendo obediencia, que obviamente pone en crisis tanto la lealtad basada en la confianza mutua, el apoyo emocional y la conexión personal, como la fidelidad a una visión o causa común.
Hermann Hesse -1877-1962- desde su existencialismo basado en el análisis de la condición humana, la libertad, la responsabilidad individual y las emociones sobrevinientes puede explicar muchas de las actitudes más extremas que hoy nos llevan a sentimientos de escepticismo, desazón, rechazo a la socialización afectiva y en definitiva a rechazar la lealtad en búsqueda de libertad personal.
Es que desde su aparente frustración termina afirmando frases como “Cada persona termina lastimada al final” o “Sentarse solo y disfrutar de tu propia compañía es mejor que estar rodeado de personas falsas”, que implican poca lealtad y fidelidad al camino común, que se convierte en individual.
En estos días, muchos de los principales dirigentes nacionales o internacionales, exigen obediencia a sus seguidores y allegados, por lo que su propia lealtad hacia ellos, y su fidelidad a la causa común es siquiera una condición necesaria de lo que exigen a los demás.
El Presidente Milei acaba de declamar que “En nuestro gobierno somos implacables. El que viene con agendas propias y no acata la línea del partido es expulsado…. Roma no paga traidores”, Lo que los analistas consideran fue dirigido a su vicepresidenta, entre otros. Así “las fuerzas del cielo” son aquellos que obedecen lo que él dice como verdadero y el resto son traidores, contradiciendo totalmente su halo libertario.
Al mismo tiempo, un Mauricio Macri mucho menos empoderado muerde el polvo y busca venganza hacia quienes no se le someten, como al excluir de la conducción a Patricia Bullrich como antes lo hizo con Rodríguez Larreta o al intervenir intempestivamente el PRO-Córdoba, porque votaban contra su voluntad.
Por su parte, Cristina Fernández, luego de renunciar a cargos electivos y pedir el empoderamiento de una nueva generación, enfrenta públicamente a Axel Kicillof, quien fuera su alfil y protegido, exigiéndole casi su obediencia en lo que ella considera es “lo correcto” y por supuesto muy lejos de la lealtad mutua que debiera ejercer.
En el ámbito internacional especialmente en el occidental casos como el de EEUU de Trump, navegan en la incertidumbre de las decisiones del líder que busca obediencia, sin que siquiera sus funcionarios y mucho menos sus aliados –México, Canadá o Europa- tengan claro hacia dónde van sus acciones que parten de su grandilocuencia y finalizan en negociaciones poco claras y contradictorias con sus afirmaciones iniciales o en su famosa frase “you are fired” o estás despedido.
En otros casos menos visibles –Macron en Francia, Scholz en Alemania, Sánchez en España, etc.- su liderazgo está en permanente cuestionamiento por falta de lealtad especialmente con sus aliados y fidelidad a lo que era común.
Por último, casos como el de Corea del Sur con una fuerte transferencia de ingresos a los sectores más enriquecidos, actos de corrupción familiar y una inflación de 40% indujo al expresidente Yoon Suk-yeol a declarar la ley marcial exigiendo obediencia ante la dificultad para aprobar los presupuestos, lo que lo llevó a su destitución.
Quienes alguna vez lideraron grupos que los eligieron como tales, saben que la lealtad hacia los liderados es una condición necesaria para tener un grupo fuerte y que la fidelidad a la causa, más allá de sus variantes que deberán ser debatidas, es la base de una gestión eficaz, eficiente y solidaria con la sociedad.
Esa lealtad debe ser mucho mayor cuando se está hacia el final del trayecto público o cediendo el testimonio de la posta a quienes lo suceden, en especial el apoyo emocional y la conexión personal.
La fidelidad a la causa común implica demostrar desde nuestras actitudes el método que garantice a los nuevos dirigentes un liderazgo sólido, más allá de las pequeñas diferencias de ideas que suelen ocurrir dentro de la fidelidad a la causa, permitiendo que ellos mismos construyan un liderazgo leal y fiel.
Como conclusión de lo observado, podemos decir que mucho se habla de lealtad, fidelidad y obediencia al “líder”, sin considerar que lo verdaderamente importante es la lealtad y fidelidad de los líderes a su pueblo o al menos a sus partidarios que de otra forma se convierten en “focas aplaudidoras” que los abandonarán en cuanto la situación se complique o el camino llegue a su fin.