Las muchas crónicas periodísticas señalarán que la piedra fundamental de la campaña de Hacemos por Córdoba ha sido colocada el último día de octubre, en el salón de conferencias del hotel Quórum. Ante un público compuesto por el “establishment” del justicialismo cordobés (legisladores, jerárquicos del poder ejecutivo, intendentes y sus equipos, concejales), más las principales figuras de las diferentes fuerzas que componen la alianza oficialista y, por supuesto, numerosos peronistas de a pie movilizados al efecto. Tres oradores, a escenario pelado (los tablones superpoblados de miembros del “funcionariato” quedaron para otra ocasión) definieron el rumbo hacia las elecciones provinciales y municipales 2023.
Primero fue el turno de Manuel Calvo, aplaudido a rabiar por sus colaboradores en el Poder Legislativo que preside. La mayoría gente joven, con perfil técnico, personal ambicioso que trata de digerir una verdad irrefutable: el varillense no será el primero en la fórmula. Tribu que se reparte entre los que auguran destino a su conductor en el Congreso de la Nación (con lo que la posibilidad de continuidad laboral se ralentiza para muchos) o, por qué no, un destino enfilado hacia el Palacio 6 de julio.
La jefatura de campaña que ostenta el Vicegobernador, pretendida por figuras de la “vieja guardia”, genera dudas si se repasan las peleas entre Calvo y Llaryora, que aún son memoradas cerca de ambos (sobre todo en el entorno del sanfrancisqueño). En la ocasión, consciente de su condición de fondista, “El Manu” desarrolló un discurso breve, dedicado a introducir a “El Gringo” (como llamó afectuosamente al gobernador Schiaretti al convocarlo al micrófono) que a plantear lineamientos de campaña.
Cálidamente presentado, Juan apeló a su variante más serena, del centro a la derecha del ring (versión presidencialista). Lejos quedaron los tiempos en que reivindicaba su participación en el Cordobazo, se fotografiaba con Patricia Vaca Narvaja (hermana del jerarca montonero y diputada nacional por Córdoba entre 2005 y 2009) o se esmeraba por impregnar su discurso de impronta reformista. Este Juan componedor, de retórica pasteurizada, delineó por enésima oportunidad al “Modelo Córdoba”, que señaló haber coordinado junto a José Manuel de la Sota. En una ráfaga que nadie dejó pasar de largo, se mostró muy contento por los logros del gobierno peronista en Río Cuarto: ¿guiño a Llamosas? En otra frase que despertó codazos múltiples, deslizó la posibilidad de internas para dirimir candidaturas. Y así se fue acercando lentamente al momento culmine, la solemne entronización (casi a las formas vaticanas) del primer postulante justicialista que, en 24 años, no es ni él mismo o el desaparecido “gallego”.
Llaryora: soy uno de ustedes que llegó
Convocado por Schiaretti al proscenio, el intendente de Córdoba tuvo una primera y sentida palabra para su padre, el fallecido dirigente Luis Alberto “Turco” Llaryora.
Martín mostró genuina emoción ante quienes, enfatizó, son su “familia ampliada”. Personas que conoce y a las que considera su base inmediata de sustentación, de la que él mismo dijo haber formado parte.
Su discurso fue intenso y procuró irradiar entusiasmo. Utilizó la altisonancia para encender a un público que lo aplaudió sin fisuras. Realizó una sólida defensa de los seis mandatos de gobierno peronista, defendió a ultranza el “cordobesismo” al que reivindicó sin eufemismos, y ponderó, señalando sus matices a De la Sota (subrayando sus dotes de pionero) y Schiaretti (al que ensalzó como gran hacedor y le exhortó se postule a la presidencia de la Nación).
Llaryora resaltó -como lo habían hecho sus antecesores- que el oficialismo cordobés hace mucho y habla poco. Generó miradas cómplices cuando abrió no sólo a los intendentes peronistas, sino a los kirchneristas y otras filiaciones políticas, la posibilidad de un trabajo conjunto. Habló de innovación y disrupción y ciertos oídos lo tomaron como un necesario primer paso. Es que, entre tanta liturgia y apelación a las tradiciones (el acto realmente parecía un calco de muchos otros hechos en numerosas campañas anteriores en ese mismo espacio o similares), algunos consideran que en 2023 el oficialismo debe mostrar algo más que imágenes de rutas, plazas o puentes, mientras los servicios “duros” que la ciudadanía recibe, desde la educación hasta la luz eléctrica pasando por la salud o la seguridad, se han deteriorado sensiblemente.
Se diferenció de candidatos que sindica fabricados por el mercadeo político (¿De Loredo? ¿O algún tapado?). Y en relación a Luis Juez (aunque sin nombrarlo) descerrajó con energía que el ex liceísta lideró personalmente una gestión mediocre en la intendencia de la Capital, avalando la posterior, a cargo de quien fuera su vice, Daniel Giacomino: un sonoro fracaso de gestión y político (el farmacéutico fue cooptado por el kircherismo).
Aunque el candidato no planteó propuesta alguna, los peronistas recibieron el acto con alivio. Hasta el reciente anuncio de Schiaretti a los intendentes y la convocatoria al hotel Quórum, el crescendo por las indefiniciones y los amagues amenazaba con generar problemas complejos. Hoy Hacemos por Córdoba tiene una figura principal, que quizá obligue a Juntos por el Cambio a cambiar de estrategia. Algunos temen que tanta anticipación exponga al candidato Llaryora a múltiples ataques de las fracciones opositoras. Otros, piensan exactamente lo contrario: Juez y De Loredo tendrán que establecer forzadamente roles, definiendo y formalizando sus propias aspiraciones.
La gente se fue retirando del coqueto centro de convenciones así como había venido, sin mayor bulla, como inmersos en otro capítulo de una larga rutina. “Parece que salieran del trabajo”, señaló un asesor municipal a un colega. Ambos se preguntaron qué haría la gran mayoría del gentío, de perder las elecciones Hacemos por Córdoba. Aunque se los llevó la corriente que empujaba hacia la calle, y la reflexión quedó en intento.
Pareció un acto de la campaña de 2012. O de 2015. O del 2019. Si con esto alcanza para ganar, lo sabrán los eruditos del marketing (que por cierto cada vez se equivocan más). No obstante, presionados, los peronistas optaron por largar. Y con ello, inexorablemente, la pelota empezó a rodar.