¿Para qué sirve investigar y conocer el pasado?

Por Alicia Servetto, Directora del Programa Estudios sobre Historia Reciente Argentina (CEA, FCS, UNC)

¿Para qué sirve investigar y conocer el pasado?

“A mí nunca me gustó la Historia”, “Me la llevé siempre en el secundario”, “Odiaba estudiar Historia”. ¿Quién no ha dicho o escuchado alguna vez estos comentarios? frases que dan cuenta de que los saberes de Historia gozan de poca popularidad.

Hay una actitud de rechazo a un tipo de conocimiento que se vive o experimenta como algo lejano al cotidiano de la gente. Tiene que ver, sin dudas, con las formas en fue escrita, enseñada y utilizada durante mucho tiempo. Lejos de ser un recorrido del pasado con rostros humanos, se trataba, en la mayoría de los casos, de personajes del poder, ensalzados como ejemplares, de epopeyas de grandes héroes y generales, acompañados de acontecimientos, datos y fechas que poco o nada tenían que ver con la vida en el presente.

De allí que la Historia, o quienes nos dedicamos a ella, tengamos que responder y justificar, con más frecuencia que lo deseable, a la pregunta ¿para qué sirve?

Y esa interrogante refleja al menos dos claves de interpretación: Una, es la hegemonía del pensamiento en el sentido común, que sostiene que sólo las ciencias consideradas “exactas” son las que producen conocimiento con capacidad de resolver los problemas de la vida en este mundo. Otra, es el predominio de que todo conocimiento debe tener una “utilidad”, debe servir “para algo”, debe tener una aplicación inmediata y práctica, precisamente en un contexto donde todo lo que no sirve, se descarta o no tiene valor.

Esta lógica de pensamiento dominante es producto del modelo civilizatorio basado en la sociedad capitalista moderna. Por eso es tan difícil, para las iencias sociales en general, y la Historia en particular, legitimar ante la opinión pública que la producción de conocimiento de estas disciplinas contribuye a que las sociedades hablen de sus problemas, de las perplejidades de la coyuntura y de los escenarios posibles del futuro.

Maestra del presente

¿Qué puede decirnos, entonces, la Historia sobre la sociedad contemporánea? Esta pregunta retoma una inquietud que solía plantearse el historiador británico Eric Hobsbawm, y que se refería a las relaciones que existen entre el pasado, el presente y el futuro.

El pasado moldea el presente, y, si bien la Historia difícilmente pueda predecir lo que ocurrirá en el futuro, sí permite anticipar los problemas que se tendrán que resolver, de allí que no se pueda prescindir de ella. Como decía Marc Bloch, «la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado».

¿Qué decir de la producción historiográfica argentina? Durante mucho tiempo, diría que hasta bien entrado el siglo XX, predominó un tipo de narrativa histórica que vinculaba la Historia Argentina con la Historia Nacional, o mejor aún, con la construcción del Estado Nacional. Un poder estatal hegeliano, omnipresente en todos los rincones del territorio, que pretendió uniformar y homogeneizar a todas las comunidades, grupos, tradiciones y culturas que habitaban el territorio.

Esa construcción permeó una forma de analizar, explicar y sintetizar la historia hecha desde el centro —o desde el Puerto— abonando así la visión de una historia “porteñocentrica”. La historiografía contribuyó a consolidar un poder centralista, y desde el centro se habilitó a nombrar, clasificar, y calificar las diferentes dimensiones de las historias locales y regionales. Mientras estas últimas quedaron relegadas a la historia de los provincianismos, desde el centro se construyó la historia general, o totalizante.

No obstante, debe destacarse que la renovación historiográfica de fines del siglo XX modificó y relativizó las escalas de observación. Así, las historias locales y los estudios micros pasaron a ser considerados espacios de producción de conocimiento, en claro diálogo con lo general.

Por eso, como dice Enzo Traverso, la Historia es un campo de batalla, su interpretación y su narración son parte de las disputas que los actores libran por el sentido que ésta tiene para las sociedades. No es casual que se hable de los usos de la Historia. Los gobiernos de turno casi siempre recurren a la Historia para construir memorias institucionales, justificar el poder, convalidar acciones, legitimar mitos, inventar relatos hegemónicos, visibilizar o in-visibilizar hechos, personajes, comunidades, etc.

Nuestro trabajo es precisamente desmantelar los mitos: develar los encierros ideológicos, mostrar lo oculto. es muy importante preguntarse: ¿Qué pasado se usa? ¿Qué historia se narra o se oficializa? ¿Qué poder se legitima? ¿Qué se recuerda y qué se decide olvidar?, ¿para qué?, ¿ara quién(es)?

Los y las profesionales del pasado sabemos que la Historia es siempre revisada, reinterpretada, resignificada, porque el pasado sólo tiene sentido en el presente que vivimos; sólo desde este presente podemos mirar hacia atrás y hacerle preguntas a la Historia, a ese tiempo que nos fue moldeando, configurando, haciendo como sociedad, como sujetos sociales, como ciudadanos. Somos lo que recibimos como legado y lo que podemos hacer hacia adelante.

Ciertamente, nuestro trabajo no está pensado para ganar popularidad, ni convertirnos en “Rock Stars”… es nuestra tarea y a eso nos dedicamos.

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