En un mundo multipolar no existe país “exitoso” si no planea sus relaciones geopolíticas, de modo de aprovechar lo que brindan las alternativas. Tampoco existen países “exitosos” que las establezcan o las desestimen por cuestiones ideológicas. Ambas afirmaciones son fácilmente corroborables, a poco de observar unos y otros.
Ni a la derecha chilena –Piñeira, Katz- ni a Bolsonaro se les ocurrió romper relaciones con China, o excluirse de los Brics porque no coinciden ideológicamente con sus miembros.
Tampoco a EEUU, que sigue relacionándose con monarquías absolutas –Arabia Saudita, Marruecos-, aunque impulsa a sus aliados europeos a desafiar y romper con Rusia o China, que las lleva a debilitarse renunciando al petróleo y gas ruso o las tecnologías chinas. Henry Kissinger decía “es difícil ser enemigo de EEUU, pero más difícil es ser su amigo”.
Los únicos países que han ideologizado sus relaciones exteriores son los de la Unión Europea, Nicaragua y Corea del Norte, y así les va. El resto omite la forma de organización de los países –sean de partido único, democráticos, autocráticos o inclusive violadores de los DDHH- en una actitud pragmática que busca agua para su molino.
Ese, creo, es el mayor error del gobierno de Milei, que condiciona todas sus decisiones, limita sus alternativas de financiamiento, inversión y de comercio exterior e inviabiliza sus proyectos de dolarizar (o, al menos, de equilibrar a precios de mercado la inflación generando superávit fiscal y de balanza de pagos). Además, su ideología le ha impedido ver que China es el país con el capitalismo más salvaje, con la mayor explotación laboral aunque su enriquecimiento la ha ido disminuyendo, con la menor cobertura estatal de la salud y educación –que también es paga- o con jubilaciones mínimas o inexistentes, mientras que su carga tributaria es las menores de todos los países desarrollados de la OCDE (puesto 66 con el 21% del PBI, contra 26,5% de EEUU, 47,4% de Dinamarca, 39,3% de Alemania y 29,1% de Argentina).
Por ello, China es hoy el mayor acreedor del mundo, mientras EEUU es el mayor deudor con un par de diferencias sustanciales más entre ellos: mientras China no tiene déficit ni inflación y genera anualmente más de 1 billón de dólares de superávit que ahorra, sin preguntar por la ideología, DDHH o religión de los países con quienes comercia, EEUU tiene el mayor déficit estatal y de su comercio exterior e intenta imponer una agenda ideológica a sus aliados a partir de exportar dólares o emitir deuda que el resto del mundo guarda, incluida China.
Mientras tanto, Diana Mondino, la verborrágica canciller del presidente Milei, rompió todos los puentes con China al recibir a la encargada de negocios de Taiwán, Miao-hung Hsie, luego de haber salido de los Brics y de la Unasur, mientras Caputo busca financiamiento con el swap chino, y en la CAF, donde Brasil tiene mucha influencia. Todas contradicciones.
Otro de los antojos geopolíticos contradictorios es la nueva admiración por Elon Musk, que se ha convertido en el “hombre más rico del mundo” con base a subsidios estatales –en automóviles eléctricos con Tesla, en vuelos espaciales con Starlink financiado por la NASA, y en Neuralink financiada por fondos de investigación estatales- mientras sigue prometiendo resultados y oculta los dos millones de autos Tesla retirados del mercado por problemas de amortiguación y frenos, los frecuentes fracasos de sus vectores para enviar satélites al espacio, y los nulos y cuestionados avances de sus implantes cerebrales.
La cita de Irlanda como país “modelo de desarrollo”, omite señalar que su PBI de 145.196 dólares anuales por persona, oculta que es sólo consecuencia de la facturación exenta o con bajos impuestos de Apple, Google y Microsoft por operaciones en el resto del mundo, dado que Irlanda es un paraíso fiscal. Mientras tanto, el 70% de los jóvenes de hasta 24 años quiere irse del país por la falta de vivienda y la falta de trabajos bien remunerados, con uno de los costos de vida más altos de la Unión Europea. Su futuro se presenta, así, muy incierto, especialmente por el acuerdo de la OCDE de gravar en los países en que se producen las ganancias de estas empresas.
Por último, en la “ley ómnibus” nuestro gobierno incluyó la propuesta legislativa de firmar el acuerdo para evitar la doble imposición de empresas localizadas en Luxemburgo, Turquía, Japón y otros, en los que se vislumbran nombres y apellidos conocidos: se trata de Techint, Globant, Corporación América, Laboratorios Bagó, Lares (de Gianfranco Macri) que son sólo algunos de los más de 200 argentinos que reporta el “entro de investigación Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), que figuran o figuraron hasta 2020 como beneficiarios finales de sociedades con domicilio en Luxemburgo, según informó Hugo Alconada Mon, en La Nación.
O sea, una geopolítica basada en la admiración plutocrática de EEUU, Elon Musk o Irlanda se parece más a los sueños húmedos de un adolescente tiktokero, resultados de favores recibidos y contradictoria con la actual situación geopolítica e intereses comerciales argentinos, que no lleva a un plan geopolítico viable y sostenible.