Primera vuelta: un domingo de sorpresas (o milagros)

Por Javier H. Giletta

Primera vuelta: un domingo de sorpresas (o milagros)

Fue un domingo no apto para cardíacos. Fue una elección diferente, que generó gran expectativa en la sociedad. Fue un acto eleccionario de esos que la democracia argentina -que justamente está cumpliendo 40 años- nos regala de tanto en tanto. El corolario de un tiempo de tensión, hasta de cierto nerviosismo, cargado de incertidumbre, con fuerzas políticas -al menos tres de ellas- que llegaban con cierta paridad a la contienda, proponiendo proyectos de país prácticamente antagónicos. Como nunca antes.

Después de las 21:00 comenzaron a conocerse los resultados. Fue entonces el tiempo de las sorpresas. La confirmación de que los encuestadores se habían equivocado. Una vez más. Sergio Massa, al frente de la oficialista Unión por la Patria (UxP), protagonizó una remontada histórica, al alcanzar el 36,68% de los votos; dejando muy lejos a Patricia Bullrich (23,83%), de Juntos por el Cambio (JxC), y superando claramente a Javier Milei, el candidato de La Libertad Avanza (LLA) que lideraba todas las encuestas, quien logró el 29,98%, una cifra similar a la que había obtenido en las primarias de agosto.

Esto implica que la fórmula de UxP pudo recuperar tres millones de votos en relación a las Paso, pasando así de 6,5 a 9,5 millones. Por el contrario, Milei sumó poco más de 500.000 votos a los 7,1 millones que había conseguido en aquellas primarias, lo que evidencia un estancamiento absoluto en términos porcentuales.

Son múltiples las causas que explican esta buena performance del oficialismo. Una de ellas, sin duda, es la extraordinaria elección de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires (44,85%), que hizo las veces de barrera de contención contra las huestes del anti-sistema; y también la recuperación de los votos perdidos por el Peronismo en las provincias del norte, como Tucumán (44,97%) y La Rioja (41,10%), por sólo citar algunos casos. Pero los resultados de la elección presidencial se explican además por la explosión de lo que ahora se denomina como “micro-militancia”, que impulsó a las estructuras de los partidos. Esta nueva actitud militante deberá ser tomada en cuenta y no ser vista sólo con simpatía, porque la militancia hoy no se expresa únicamente en las calles sino también en las redes sociales. El Peronismo parece haber aprendido esta lección.

Sin pretender restarle méritos al ministro-candidato, creemos que fue clave el hecho de que su principal competidor haya sido Javier Milei. Su irrupción en el escenario electoral, por demás violenta y disruptiva, terminó desplazando la cuestión económica como eje central de la campaña para imponer el debate político-ideológico, que es el terreno donde el Peronismo se siente más cómodo y puede desplegar sus mejores herramientas, como la defensa de las políticas públicas que garantizan derechos y de las medidas de contención social para las grandes mayorías. Por lo demás, fueron tantos y tan groseros los errores no forzados cometidos en los últimos días por Milei y las principales figuras de su espacio (entre ellas, el inefable Ramiro Marra y la ahora electa diputada nacional Lilia Lemoine), que incluso cuesta comprender cómo es posible que una fuerza dominada por el extremismo ideológico y la improvisación política haya logrado mantenerse competitiva.

Desenfocado, con tono más moderado y ajustándose a un discurso leído, cuando finalmente Milei tuvo que salir a hablar desde su búnker en el Hotel Libertador decidió asumir como propio el rol de “anti kitchnerista”, y olvidar por completo sus ácidas críticas a la casta. Curiosamente, no mencionó en ningún tramo de su alocución a Patricia Bullrich, la candidata de JxC que fue la gran derrotada el domingo, a quien el propio Milei -en plena campaña- había tildado de “montonera asesina”, acusándola hasta de haber colocando bombas en jardines de infantes durante sus años de juventud. ¿Será tan fácil dar por concluido este proceso de agresiones personales?; ¿estará a tiempo para barajar y empezar de nuevo?; ¿será creíble su llamado a la conciliación o confiable esta nueva versión, artificialmente edulcorada? Dicen que la necesidad tiene cara de hereje y, en este momento, Milei se comporta como tal.

El mismo domingo, con su rostro visiblemente entumecido, la titular del Pro reconoció la derrota, pero no felicitó a los candidatos que la superaron y deben competir en segunda vuelta para definir quién será Presidente. Y si bien aclaró que los valores de JxC “no se venden ni se compran, y no los vamos a negociar”, no dirigió ninguna palabra a Milei, ni siquiera para criticarlo, a pesar de las agresiones recibidas. Toda una señal de lo que vendría luego, en la reunión secreta convocada por Mauricio Macri, en su domicilio, entre ella y el “libertario”. Otra señal: en el escenario no había prácticamente dirigentes radicales; esto vaticina cuál será el diseño futuro de esa coalición política.

En un contexto tan complejo como el actual, caracterizado por una profunda crisis económica, repetidas corridas cambiarias y una inflación creciente (que ya alcanza el 140% anual), el triunfo de Massa podría ser considerado como milagroso; o, despojándolo de toda connotación religiosa, el resultado que obtuvo el domingo pasado fue una verdadera hazaña. Ahora se abre una nueva etapa, la de los acuerdos políticos; y así como Milei se convirtió en el primer ganador de las Paso en ser derrotado en primera vuelta, el tigrense tiene por delante un extraordinario desafío: repetir el triunfo de la primera vuelta en la instancia de ballottage. Algo que hasta el momento nadie ha podido lograr.

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