¿Qué está haciendo el gobierno?

Por Eduardo Ingaramo.

¿Qué está haciendo el gobierno?

A izquierda y derecha, de propios y opositores hay desconcierto, quejas y descalificaciones. Unos le reclaman a Alberto Fernández “decisión política” para avanzar en los conflictos históricos del kirchnerismo, y otros “que tenga un plan”, que sería de ajuste del Estado. Pero nada de eso ocurre. Existen dos formas de explicar esto, y creo que solo el tiempo y sus resultados pueden revelar cuál de ellas es la que sigue el Gobierno. A saber:

La explicación más conocida es la que expresa Byung Chul Han en su libro “La sociedad paliativa”, desde una visión de cambio revolucionario. En él se afirma, entre otras cosas, que “en una sociedad que rechaza todo tipo de dolor” (que Byung llama “algofobia”) la política se ubica en un lugar paliativo, que huye del dolor y el conflicto, en donde el difuso centro se convierte en un atemperador político en búsqueda del consenso eterno. O sea, asimila la política a un analgésico o a una anestesia.

Citando a Chantal Mouffe, reclama una política agonista –que navega entre el antagonismo y la hegemonía que planteaba Ernesto Laclau- que no rehúya de los conflictos y reformas profundas, que siempre implican dolor.

Es claro que a izquierda del Presidente, desde propios y extraños se apunta contra lo que sería una política paliativa que el Gobierno estaría implementando.
Mientras tanto, a su derecha, también tanto propios como extraños invocan la influencia de la Vicepresidenta, CFK, para atribuirle lo contrario, aunque navegan en el desconcierto de sus propias contradicciones internas y de contabilizar pérdidas donde se pensaban exitosos.

Poco conocida acá, pero muy importante en las culturas asiáticas y en las occidentales del siglo XX, la conducta actual del Presidente también es compatible con las recomendaciones de Sun Tzu en su libro “El arte de la guerra”, que ya citara aquí, en estas columnas a fines de 2020, en las que el exitoso general chino expresaba sus estrategias y tácticas, que podrían sintetizarse así:

– El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar.
– Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar.
– Si conoces al enemigo y a ti mismo, no debes temer el resultado de un ciento de batallas.
– Sé extremadamente sutil, incluso hasta el punto de lo informe (sin forma). Sé extremadamente misterioso, incluso hasta el punto de la ausencia de sonido.
– Los guerreros victoriosos primero ganan y después van a la guerra, mientras que los guerreros vencidos primero van a la guerra y después buscan ganar.
– Si haces que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer.
– Las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser utilizadas cuando no hay otra alternativa.
– Aparenta inferioridad y estimula su cólera y arrogancia.
– Los soldados prisioneros deben ser bien tratados, para conseguir que en el futuro luchen por ti o tus causas.

Ambas alternativas son posibles en este momento del gobierno de Alberto Fernández. Creer en una u otra es más una cuestión de fe o esperanza, o su ausencia: es posible un análisis de probabilidades que nos acerquen a una mayor certidumbre, pero muy lejos de la certeza.
La debilidad intrínseca de los gobiernos democráticos occidentales en los últimos años, agudizada por la pandemia, es el punto de partida de ambas posibilidades, que se confirma en la algofobia de la población rechazando el dolor y el conflicto como consecuencia los cambios profundos que lo producen.
La clara adhesión del Presidente a las democracias paliativas de Europa y América, así como su historia personal de búsqueda de consensos, indicaría que esa posibilidad es altamente probable.

Además, en favor de una mayor probabilidad de esa primera alternativa –una política paliativa- se pueden mencionar, la ausencia de fuentes de conflicto –reforma judicial, de mercados, medios, etc.- y el silencio de Alberto Fernández ante los ataques de los “halcones” de uno y otro lado del espectro ideológico.
Sin embargo, en la política comunicacional del Gobierno no existe una épica de la felicidad, y su actual silencio que en muchos temas cambió su anterior exposición y verborragia, revelaría que hoy su opción no es una política paliativa…

 

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