En la Provincia de Córdoba las campañas electorales a gobernador y vice terminaron antes de empezar. Por méritos del oficialismo y, sobre todo, por menguas de la oposición. Aunque faltan varios días para el 25 de junio, la suerte está echada.
Luis Juez equivocó el eje central de su campaña. No pudo escapar a su confrontativo estilo personal, y fue frontalmente en contra de los veinticuatro años del peronismo en Córdoba. Y, particularmente, en contra del actual gobernador. Se equivocó por dos razones.
La primera, porque en esos veinticuatro años, el peronismo cordobés y sus aliados ganaron seis elecciones consecutivas a gobernador y vice. Valga la perogrullada, no fueron ni son un gobierno de facto. Es evidente que contaron con el apoyo del electorado.
La principal, porque cuestionó sin miramientos una gestión provincial que tiene una altísima imagen positiva. Sin atender la opinión de la mayoría de los cordobeses, no supo reconocer ninguno de sus logros. Además, quiso ligarla al kirchnerismo, una línea de cuya separación y ningún punto de contacto tanto el gobernador como todos sus ministros hace años dejan claro.
Para colmo de males, nunca previó que su “enemigo político” fuera reivindicado por los dirigentes nacionales de Juntos por el Cambio. Salvo Patricia Bullrich, todos quieren ampliar la alianza para incorporar a Juan Schiaretti. Jaque al rey.
Rodríguez Larreta, el candidato a presidente de Juez (y el mayor aportante de recursos económicos a su campaña) encabeza el listado. Gerardo Morales, el presidente de la Unión Cívica Radical -que Juez esperaba como principal apoyo de aparato partidario- lo secunda. También desde otras líneas del propio peronismo, como la que expresa Miguel Ángel Pichetto. Y -horror de horrores- hasta la mismísima Elisa Carrió, quien fuera, al menos nominalmente, la referente máxima del partido de Juez a nivel nacional. Y jaque mate.
¿Cómo explicar que el peronismo cordobés gobierna mal y sería afín al kirchnerismo si, al mismo tiempo, los nombrados líderes de Juntos por el Cambio quieren sumar a uno de sus inventores y hoy principal referente del cordobesismo, precisamente para ganarle a los kirchneristas y formar un gobierno de unidad nacional?
Luis Juez y su equipo pagan las consecuencias de haber enfocado mal la campaña, desde su inicio. Encararon el proceso electoral mirando hacia el pasado y eligieron al contrincante equivocado. Dos errores que le facilitaron el trabajo al oficialismo.
Rumbo a Ciudad Gótica
En medio de la escandalosa implosión política de Juntos por el Cambio, Mauricio Macri llegó a Córdoba con un propósito más que obvio: apoyar a Luis Juez, que es (parece ridículo tener que aclararlo a estas alturas, pero se hace necesario) el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio, o sea, el candidato de Macri. Por eso ese apoyo no debería haber sido noticia, pero lo fue.
Básicamente, porque las relaciones entre ambos no han sido buenas, nunca. Todo lo contrario, han atravesado momentos muy tensos. Juez decía hasta hace poco que Mauricio “se lo había querido sacar de encima” mandándolo de embajador (puesto diplomático al que debió renunciar bochornosamente); y en las elecciones legislativas de 2021, Macri apoyó a Mario Negri y a Ramón Mestre, no a Juez ni a Rodrigo de Loredo.
En su paso por Córdoba, el fundador del Pro dijo ser Batman. Con esa humorada, trató de banalizar una terrible denuncia de Elisa Carrió. La líder de la Coalición Cívica había dicho que “el lado oscuro” de Macri quiere perder las elecciones presidenciales.
La socarrona autopercepción del ex presidente como un héroe enmascarado que lucha contra el delito en la oscuridad de la noche lo acompañará por mucho tiempo. El humor cordobés lo consagró para siempre en decenas de memes imperdibles.
Además de apoyar a Juez, Mauricio Macri rechazó con énfasis la ampliación de Juntos por el Cambio para incorporar al futuro ex gobernador cordobés Juan Schiaretti. Así, explícitamente, se puso del lado de su candidata en la interna del Pro, Patricia Bullrich. A la sazón, la Batichica. El argumento de Macri fue, al menos, un tanto contradictorio: gobiernan hace demasiados años y es bueno cambiar, dijo, haciendo abstracción que el Pro (y con él mismo como jefe) gobierna la Ciudad de Buenos Aires desde hace un tiempo similar.
A semejanza de Batman y Robin, Macri y Juez encararon al empresariado de Ciudad Gótica en la Bolsa de Comercio. Las cosas no podían salir mal después del acomodaticio recibimiento de su presidente, Miguel Tagle, en el papel de Alfred, el mayordomo.
En ese marco, Juez confesó que se sentía incómodo frente a un auditorio que adoraba a Mauricio y que a él lo examinaba. Luego, les juró “prudencia”, y les aclaró que no era estúpido. Tal vez prejuzgó que los empresarios presentes creían lo contrario…
Para rematar, les pidió un ministro, a lo que Tagle, ahora en el papel del Comisario Gordon, le ordenó lo que debía hacer: bajar los gastos y los impuestos.
Demasiado para Robin, un “joven maravilla” que ya no es tan joven. Ni puede hacer tantas maravillas.