En el mundo la asunción de Donald Trump parece haber sido hace mucho tiempo y los resultados son una incógnita en la lucha geopolítica. En nuestro país la situación no es distinta, en donde las subas y bajas en la imagen y gestión del gobierno nacional y las provincias, no predicen sino una precariedad cuya resolución o tendencia está lejos de estabilizarse. Veamos si podemos explicar la situación final en ambos ámbitos.
Las dificultades para comprender la situación es consecuencia de los variados temas y negociaciones en curso que como capas se superponen entre sí.
La capa más importante y profunda sigue siendo la geopolítica, de un mundo unipolar dominado por EEUU a uno multipolar que incluye a China, India y Rusia que unidas en los BRICS le disputan cada vez con más éxito ese liderazgo desde hace casi una década.
En ese contexto, occidente suma el conflicto entre “globalistas” –o sea los grandes fondos de inversión y empresas tecnológicas- y los “nacionalistas o patriotas” que encabezados por Donald Trump, han retomado la iniciativa.
De estas dos tendencias surgen los conflictos regionales:
1) En Europa por Ucrania y ahora Groenlandia, que parecen ir en camino a una confrontación desigual de la UE con Donald Trump, después de haberse sometido por décadas al padrinazgo de EEUU.
2) En América Latina con Venezuela junto a los gobiernos latinoamericanos de derecha –Ecuador, Perú, Chile, Argentina y varios países centroamericanos-, detrás de la renacida “Doctrina Monroe”, con la que EEUU está tratando de dominar “su patio trasero” buscando competir con China que desde hace años tejió fuertes vínculos económicos.
3) En África liberada en gran medida del colonialismo europeo, con el reciente ataque de EEUU al Estado Islámico (ISIS) en Nigeria intenta disputar el gran avance de China en lo económico e infraestructura y Rusia en lo militar con la mayoría de los países del continente.
4) Medio Oriente, caracterizado por la alianza EEUU e Israel que produjo la catástrofe humanitaria en Gaza, intenta controlarlo inclusive aceptando el nuevo gobierno de Siria conducido por un ex líder de ISIS que también persigue cristianos como en Nigeria. Mientras el resto de los países árabes aún con los conflictos entre ellos por ahora pendulan entre aliarse con EEUU o China que parece estar ganando.
Esta complejidad es consecuencia de la desaparición de “un mundo basado en normas” que se establecieron para todos en la posguerra en la ONU, reemplazado por “un mundo basado en reglas” que imponen unilateralmente los más fuertes.
Además en un mundo transaccional de amenazas, sanciones, restricciones financieras, tecnológicas y ataques, los acuerdos y alianzas se suceden y rompen en cortísimos períodos de meses o semanas.
La llegada de un mundo multipolar parece inexorable, pero no ocurrirá de modo intempestivo, ya que todos los polos tienen para perder si se produce rápido. Me explico, la caída del dominio del dólar afectaría a EEUU pero también a todos los que tienen reservas en esa moneda o bonos del tesoro de EEUU que a largo plazo no podría pagar, y obviamente una desconexión tecnológica o un ataque nuclear no tendría ganadores claros pero sí muchos dañados en todo el mundo.
Pero la lucha entre globalistas y patriotas puede resolverse más fácilmente si disminuye el poder de Donald Trump, sea por malas elecciones, juicio político, etc.
Ese parece ser el supuesto por el que Europa trata de ganar tiempo en sus negociaciones con EEUU, o la que ejecutan los países del golfo pérsico, o muchos países del sudeste asíático.
Sea cual fuere la forma en que su estrella deje de fulgurar, no parecen anecdóticas las malas elecciones recientes en algunas ciudades y estados, ni las imputaciones por el Caso Epstein o los problemas legales de sus leyes antiinmigrantes, o el envío de la Guardia Nacional a Ciudades gobernadas por demócratas –Los Ángeles, Chicago, etc.- que están teniendo fallos catastróficos en contra del actual presidente de los EEUU, que lo podrían llevar incluso a un juicio político de destitución.
En ese contexto de cosas, nuestro país sometido a los dictados de Trump y Bessent que por otro lado no parecen muy dispuestos a dar un cheque en blanco a Milei ni a ningún aliado circunstancial, está en el peor de los mundos, con una vulnerabilidad financiera extrema, con funcionarios de los fondos de inversión (globalistas) gobernando su economía que hoy les niegan nuevo financiamiento y nos llevan al borde del precipicio financiero cada pocos meses, con recesión y conflictos internos muy intensos.
En ese contexto, en los últimos días el equipo económico ha debido aceptar aumentar el ritmo de la devaluación –que podría retroalimentarse- y descartado recurrir a Wall Street para cumplir sus compromisos de pago, reiterando la búsqueda de “los dólares del colchón” ya fracasado, con la ley de “inocencia fiscal” y a colocaciones de bonos para el mercado interno.
La pregunta a Trump, a Milei y países latinoamericanos, a Europa, Ucrania, países de medio oriente y África, etc. es ¿están ganando o perdiendo? No se sabe. Lo que sí se sabe es que China está imponiendo condiciones en casi todos lados.
Por eso, hacer un balance que mida resultados es imposible, en un contexto donde existen tantas situaciones que cambian diariamente. Cada una de las cuales merecería innumerables anotaciones al margen que informen la precariedad del supuesto en el que se basa el resultado, que de ocurrir solo alguna de ellas, lo cambiaría totalmente.
