Universidades ¿y ahora qué?

El rechazo del veto al financiamiento universitario fue mayoritario y contundente en el Congreso, masivo en las calles y enorme en las redes. Un aprendizaje que debieron realizar todos –aunque el gobierno no parece haberlo hecho- es que los momentos de mayor impacto y mejor imagen, es el adecuado para avanzar mucho más allá de los slogans triunfalistas.

Universidades ¿y ahora qué?

Imagen de Pilar Dibujito.

En algunos ámbitos que aún continúan apoyando al gobierno nacional se han planteado algunas fake news y cuestionamientos que no convendría ignorar.

Las fake news son simples de desacreditar con información fehaciente, pero como sabemos las mentiras que pretenden instalar, como los sueldos de rectores, circulan mucho más que su desmentida acreditable, por lo que los dirigentes universitarios debieran aumentar su difusión.

Las afirmaciones sobre el supuesto interés político partidario de la lucha universitaria, es fácilmente desacreditable por la diversidad de orígenes políticos de las conducciones de las universidades nacionales, la diversidad de sus consejos superiores y por supuesto de sus docentes.

Otras objeciones, como la escasa cantidad de egresados respecto de los ingresantes, tienen explicaciones claras pero muy poco mencionadas. Las universidades nuevas, obviamente no pueden mostrar resultados consistentes en el tiempo hasta que transcurra al menos una década desde su inicio, en la medida que los egresos solo pueden observarse integralmente al menos luego de ese tiempo.

La objeción sugiere dos cuestionamientos. Uno referido a la utilidad de haberlas abierto y otro referido a la ineficacia de su gestión, medida como cantidad de egresos.

La explicación sobre su apertura es simple. En las poblaciones alejadas de las grandes ciudades antes de su fundación, no más del 10% de los egresados de los colegios secundarios intentaba ir a las universidades, con un gran esfuerzo familiar que debían cubrir grandes gastos y de la comunidad que además de los aportes familiares, perdía recursos que jamás recuperaban en la población, ya que solo regresaban no más del 30% de ellos. Mientras que ahora lo intentan un 50% de los egresados de las escuelas secundarias.

No obstante las nuevas tecnologías requieren reformular las estrategias de producción de conocimientos, en la medida que muchas de ellas permiten aumentar aún más esa intención de acceder a carreras universitarias desde cualquier lugar, más allá que exista o no una universidad.

La objeción respecto de la ineficacia en términos de egreso parte de objeciones al ingreso irrestricto. Desde hace mucho él se sostiene basado en supuesto verificable respecto de la gran diversidad de la formación previa de alumnos de colegios privados caros o estatales más tradicionales, con los que surgen de colegios barriales, comunitarios, etc.

Así los exámenes de ingreso se han mostrado injustos, con los alumnos menos favorecidos por su formación previa. Por ello los ciclos básicos se han convertido en un paso previo que constituye un ciclo de ingreso menos traumático y con más posibilidades de equipararlos, por lo que allí es donde se produce el mayor desgranamiento/abandono.

En el ciclo superior, el desgranamiento es mucho menor, pero la extensión del cursado de las carreras aumenta por la necesidad y posibilidad de trabajar, que obviamente impide cumplir con los plazos preestablecidos.

Es más, en carreras especialmente las relacionadas con las nuevas tecnologías, los acuerdos de las universidades con empresas del sector y las buenas remuneraciones que ofrecen, dificultan que muchos alumnos puedan, necesiten o quieran egresar, lo que se observa igualmente en los cursos y carreras de posgrado que son pagos, en donde la mayoría no presenta los proyectos, tesinas o tesis que requieren al finalizar, sean en universidades públicas o privadas.

Por lo tanto medir, cuantos ingresan y cuantos egresan en el período previsto, es al menos desconocer el período mínimo para medir a las nuevas universidades, los problemas de la desigualdad inicial de los ingresados y la desigualdad entre quienes trabajan y quienes no lo hacen.

Otro problema que surge es la escasa formación de docentes en sus campos de conocimiento y en especial en las nuevas tecnologías, tanto por la escasa vocación a invertir de algunos de ellos, como por ofertas limitadas o insuficientes para lograr implementarlas a escala masiva, lo que supondría una mejora sustantiva tanto en el acceso a distancia como en su calidad, que además requiere mayores inversiones que hoy no tienen financiamientoni un mínimo reconocimiento a los docentes que apuesten por invertir en su auto desarrollo en contenidos y competencias en las nuevas tecnologías.

De todos modos, desde mi formación en la universidad pública, pero con actividad docente y de investigador en universidades privadas, es muy fácil observar que la mayoría de sus docentes/investigadores provienen de las universidades públicas en donde la inversión personal e institucional en investigación y desarrollo es mayor, por lo que ambos modos de gestión son complementarios.

Otra dificultad, es la promoción del trabajo multidisciplinario y en cooperación, que aunque son promovidos en la ley de Educación Superior, no logran consolidarse y menos aún ser incluidos en los currículos de las carreras y en los procesos de formación docente.

Es mucho trabajo por delante y es ahora, cuando se tiene el impulso de la sociedad, una imagen fortalecida y mejores perspectivas presupuestarias que permita al menos soñar con una sociedad donde la educación sea el principal capital de las personas, empresas, instituciones y el Estado.

Salir de la versión móvil