El Gobierno impulsa la Ley de Libertad Educativa y desata el debate

El proyecto, previsto para su tratamiento en 2026, propone ampliar la autonomía pedagógica, reforzar el rol de las familias y habilitar modalidades alternativas de enseñanza. Sectores académicos alertan por la ausencia de laicidad y por los nuevos requisitos para estudiantes y universidades.

El Gobierno impulsa la Ley de Libertad Educativa y desata el debate

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El Gobierno nacional presentó los lineamientos de la denominada Ley de Libertad Educativa, una ambiciosa reforma incluida en el Consejo de Mayo que promete transformar de manera estructural el sistema educativo argentino.

La iniciativa comenzará a debatirse en el Congreso a partir de marzo de 2026 y ya genera tensiones dentro de la comunidad educativa.

El proyecto plantea un nuevo paradigma filosófico sostenido en la autonomía de cada institución para definir su plan de estudios y en el “rol preferente de las familias” para elegir la orientación educativa de sus hijos.

Si bien se ratifica la gratuidad en todos los niveles estatales, la normativa omite cualquier referencia al carácter laico de la educación pública, un principio histórico desde la reforma sarmientina, lo que despertó inquietud sobre una posible apertura a contenidos religiosos en escuelas estatales.

Entre los puntos centrales, el texto establece la subsidiariedad del Estado, que quedaría como garante del derecho a enseñar y aprender, sin sustituir la responsabilidad familiar ni social. En el ámbito privado, se reafirma el derecho de las instituciones a seleccionar y gestionar su personal conforme a su ideario.

La reforma también incorpora evaluaciones estandarizadas obligatorias para acreditar contenidos mínimos y crea el Examen Nacional de Educación Secundaria (ENES), una prueba voluntaria para estudiantes que concluyen el nivel medio, destinada a medir conocimientos y facilitar el ingreso a instituciones superiores.

Otro cambio clave es que los alumnos deberán finalizar completamente el secundario antes de inscribirse en la universidad, eliminando el tradicional sistema de ingreso “condicional”. Además, las casas de estudios deberán permitir un examen de ingreso directo para quienes quieran evitar cursos de nivelación, como el CBC en la UBA.

El proyecto también habilita formas alternativas de escolarización, como la educación en el hogar y la enseñanza virtual o híbrida, siempre con validación mediante exámenes estandarizados.

Uno de los puntos más polémicos es la exigencia de que los universitarios aprueben al menos dos materias por año para mantener la regularidad. Para sus críticos, esta medida podría expulsar a miles de estudiantes y reducir la matrícula, generando un ajuste presupuestario encubierto. En paralelo, el Gobierno propone fortalecer los mecanismos de auditoría y control financiero en universidades.

La iniciativa incluye, además, la creación del Instituto Nacional de Formación y Carrera Docente, nuevas pautas de financiamiento para las instituciones de educación superior y la posibilidad de dictar contenidos en modalidades presenciales, virtuales o mixtas, garantizando equivalencias formativas.

La Ley de Libertad Educativa se perfila como una de las reformas más profundas del Gobierno. Mientras avanza el debate, ya se multiplican las voces a favor y en contra, en un terreno donde convergen ideología, pedagogía, autonomía institucional y financiamiento estatal.

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