Un represor del D2 fue sobreseído por fallecimiento

El último fallo sobre Calixto Luis “Chato” Flores, el secuestrador del subcomisario asesinado brutalmente en Córdoba

Un represor del D2 fue sobreseído por fallecimiento

Autodenominado “veterano de la guerra contra la subversión y un perseguido político y judicial”, el represor Calixto Luis “Chato” Flores pasó a la historia por su pasado negro como secuestrador del subcomisario Ricardo Fermín Albareda en 1979, torturado y asesinado de forma brutal en el Chalé de Hidráulica.

Flores integró la “patota del D2”, la infame agrupación de policías que perpetró delitos de lesa humanidad en el Departamento de Informes (D2) de la Policía de Córdoba durante la última dictadura militar. Nacido el 14 de octubre de 1939 en la ciudad de Paso de los Libres, Corrientes, “Chato” fue sargento de la fuerza cordobesa hasta 1995, cuando se jubiló. Integró la agrupación de contrainteligencia.

En el último fallo del año pasado, el Tribunal Oral Federal número 2 de Córdoba lo sobreseyó por fallecimiento, reveló días atrás en un informe el periodista del diario La Voz del Interior, Federico Noguera. A los 83 años, murió el 1° de junio en la Clínica Vélez Sarsfield producto de un paro cardíaco.

Los jueces lo sobreseyeron por los secuestros y tormentos de Teresa Luisa Peralta, Marta Nélida Funes, Delfina Lidia Peñaloza, María Lidia Piotti, María de las Mercedes Moreno, Juan Carlos Bazán y Elías Humberto Ríos-, abuso deshonesto agravado (contra Piotti) y homicidio calificado (Bazán y Ríos).

Noche brutal en el Chalé de Hidráulica 

La noche del 25 de septiembre de 1979, Flores participó del secuestro del subcomisario Albareda, quien se desempeñaba en la División Comunicaciones de la Policía.

Del legajo Conadep-Hidráulica surgió que Flores prestaba servicios en Hidráulica o “Embudo”. El lugar, una casona antigua ubicada en los márgenes del lago San Roque y a metros del embudo del dique, sirvió como centro clandestino de detención del D2.

Fores trabajó en el predio -al que se accede por la ruta- cubriendo guardias en los tres turnos. Incluso, fue citado a declarar por la justicia militar como personal de inteligencia que prestó servicios.

Durante la madrugada del 26, en el Chalé también estaban de guardia el oficial Jesús Enrique González y los hermanos Antonio y Hugo Carabante.

González (que hacía también guardias en el paredón de dique) declaró que el entonces jefe del D2 Rául Pedro Telleldín (ya difunto) y los policías Hugo Cayetano Britos y Américo Pedro Romano “llegaron (vestidos) de civil con Albareda, que estaba con uniforme de policía y esposado”.

“Lo sentaron ataron con alambre a una silla y Telleldín le dijo a Britos que le arrancara las insignias y que lo degradara”, describió Calderón. Después, Telleldín les dijo a los presentes, entre ellos “Kung Fu” Calderón: “´Esto les va a servir de ejemplo para el día que traicionen a la Policía. Vea ´Kung Fu´ lo que le pasa a los traidores: van a morir igual si traicionan’”.

Tras aplicarle una “(golpiza) salvaje, Telleldín sacó un bisturí, le cortó la bragueta del pantalón y le dijo a Albareda: ´Usted camina por el peso de las ´bolas. Se las voy a cortar. Y te vas a ir al cielo’. Y le cortó los testículos”, narró al presidente del Tribunal Oral Federal N° 1, Jaime Díaz Gavier.

Calderón declaró que pidió retirarse durante los tormentos a Albareda porque se “sentía mal”. Y aseguró que le contaron que Telleldín le introdujo los testículos seccionados en la boca de la víctima y se la cosió.

Tras la sesión de torturas, golpes y humillaciones, donde “pusieron música a todo lo que daba para tapar los gritos”, Telleldín, los hermanos Carabante, Britos y Romano comieron un asado fuera del Chalé, mientras Albareda se desangraba.

Luego de dos horas, el testigo manifestó que vio que arrastraron el cuerpo de Albareda, a quien no conocía pero que luego los Carabante se lo comunicaron, “como una bolsa de papas” hasta un auto. Allí, Britos y otro chofer cargaron el cadáver y se lo llevaron, aunque Calderón indicó que nunca supo a dónde fue trasladado.

Antes de irse, Telleldín le ordenó a los hermanos Carabante, González y Calderón que limpiaran “la sangre bien con lavandina”. “Y cumplimos”, recordó el testigo, quien reconoció haber “visto muchos detenidos y muchas cosas que la mente humana no puede creer. La gente no valía nada, que no fuera nada”, admitió Calderón. Reconoció que tuvo “terror aquella noche”.

Cuando el abogado del genocida Luciano Benjamín Menéndez, Alejandro Cuestas Garzón, le preguntó a Calderón por qué creía que Albareda había sido asesinado, el testigo respondió que él no podía opinar, pero aseguró que uno de los Carabante le dijo que porque el subcomisario “era un subversivo y traidor”.

Absolución de Flores

Durante el juicio, en 2009, el Tribunal Oral Federal N° 1 absolvió a Flores y condenó a perpetua a Menéndez, el militar y exjefe de la Policía, Rodolfo Campos, y Britos por el secuestro, tortura y asesinato de Albareda.

Para el tribunal, el testimonio de Carlos “Charlie” Moore, un ex miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que involucró a Flores, era “insuficiente” para atribuirle responsabilidad por el hecho.

Flores siempre sostuvo que Moore lo sindicó en el caso por “venganza” por haberlo detenido en 1974. En un testimonio cuestionado por las defensas, Moore señaló que había escuchado que al resistirse al secuestro, Albareda mordió en un dedo de la mano de Flores, lo que lo lastimó y dejó una mancha de sangre en el asiento del Peugeot 404 de la víctima.

A pesar de que nunca se encontró prueba directa para vincular a Flores con el secuestro, el fiscal general Carlos Gonella apeló la absolución y la Sala 4 de la Cámara de Casación Penal revirtió el fallo y lo condenó a seis años de prisión (lo que había solicitado Gonella en el juicio).

Casación consideró que los jueces cordobeses no habían realizado un análisis integral de los elementos probatorios y le otorgó credibilidad al testimonio de Moore, las declaraciones de otros dos ex policías (que afirmaron que se perseguía dentro de la Policía a los que tenían una ideología diferente) y a que Flores cumplía funciones en Hidráulica.

No fue la única condena

En 2010, Flores fue sentenciado a perpetua junto a Jorge Rafael Videla, Menéndez, el ex policía del D2 Carlos Yanicelli y otros 13 represores (seis ex militares y siete ex efectivos) por los asesinatos de 31 presos políticos en 1976. En su mayoría, las víctimas estaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en la ex Unidad Penitenciaria Nº 1 (luego cárcel de San Martín).

Seis años más tarde, Flores recibió una nueva perpetua en la “megacausa La Perla”, el proceso judicial más grande de la historia de Córdoba. En total, fueron 28 condenados a la pena máxima por los hechos cometidos los centros clandestinos de La Perla, Campo la Ribera y el D2.

El fallo por las atrocidades en La Perla se convirtió en el primero a nivel nacional en reconocer que el terrorismo de Estado comenzó antes del golpe militar del ‘76.

En el marco de la causa “Diedrichs”, Flores fue sentenciado junto a otros expolicías: Miguel Ángel “Gato” Gómez, Yamil Jabour, Alberto Luis Lucero, Juan Eduardo Molina, Carlos Alfredo Yanicelli y al miembro del Comando Radioeléctrico Fernando Martín Rocha. Recibieron 18 años de prisión por secuestros y tormentos agravados, a excepción de Rocha, para quien se solicitaron cuatro años de prisión.

Las dos causas que llegaron a juicio -el número 12 en Córdoba-, conocidas como “Diedrichs” y “Herrera”, tuvieron en común que abarcaron el paso de las víctimas por La Perla, operado por el Destacamento de Inteligencia 141 y el D2.

En el juicio, fueron condenados a perpetua los militares Luis Gustavo Diedrichs, Jorge Exequiel Acosta, Ernesto Barreiro, Carlos Alberto Díaz, Héctor Pedro Vergéz y el personal civil de Inteligencia Ricardo Alberto Lardone, Arnoldo José López y Emilio Morard.

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