Movimientos antivacunas: cómo surgieron y por qué crecen

Movimientos antivacunas: cómo surgieron y por qué crecen

Las sospechas sobre las vacunas existen casi desde hace tanto tiempo como las propias vacunas. En el pasado, la gente era escéptica por cuestiones religiosas, porque pensaba que la vacunación no era limpia o porque sentían que infringía su libertad de decisión. A principios del siglo XIX, las llamadas “ligas antivacuna” emergieron en Gran Bretaña, presionando para que se crearan medidas alternativas para combatir la enfermedad, tales como aislar a los pacientes.

Una de las figuras clave en la historia reciente del movimiento es Andrew Wakefield, un médico radicado en Londres. En 1998, el doctor publicó un informe en el que establecía falsos vínculos entre el autismo y las enfermedades intestinales con la vacuna MMR, una vacuna triple viral que se administra a niños pequeños para combatir el sarampión, las paperas y la rubeola. A pesar de que su informe fue desacreditado y Wakefield fue eliminado del registro médico en Reino Unido, hubo una disminución en el número de niños vacunados después de sus afirmaciones.

Solamente en 2004, 100.000 niños menos recibieron la vacuna MMR en Reino Unido, lo que llevó a un aumento de los casos de sarampión más adelante. Además, el problema de las vacunas está siendo cada vez más politizado. Como ejemplo, se puede citar el caso del ministro de Interior italiano Matteo Salvini, que se alió con grupos antivacuna. Asimismo, el presidente estadounidense Donald Trump, sin pruebas, pareció relacionar las vacunas con el autismo, aunque recientemente urgió a los padres a que vacunaran a sus hijos. Las “fake news” y lo rápido que se diseminan, también juegan un rol muy importante en el crecimiento del fenómeno.

Un estudio internacional de actitudes sobre la vacunación encontró que aunque la confianza en general hacia las vacunas era positiva, era menor en Europa, especialmente en Francia. El médico más veterano de Inglaterra dijo el año pasado que había demasiadas personas que estaban siendo engañadas por la desinformación sobre las vacunas en las redes sociales, e investigadores estadounidenses descubrieron que unos bots rusos se estaban usando para sembrar discordia en internet, publicando información falsa sobre las vacunas.

Los mayores desafíos a la vacunación y las mayores tasas de inmunización ocurren en países con una historia reciente de conflictos y con sistemas de salud extremadamente pobres, como Afganistán, Angola y la República Democrática del Congo. Pero la Organización Mundial de la Salud también identifica la complacencia como un elemento clave en países desarrollados: la gente se ha olvidado del daño que pueden causar algunas enfermedades y por ello no toma conciencia de lo importante que es mantenerlas al margen.

¿Qué pasaría si dejamos de vacunarnos?

Cuando una alta proporción de la población se vacuna, ayuda a prevenir la propagación de la enfermedad, lo cual protege a quienes no han desarrollado la inmunidad o no pueden ser vacunados.

Eso se conoce como inmunidad de rebaño o de grupo y cuando se rompe existe un riesgo para la población en general. La proporción de gente que necesita ser vacunada para mantener la “inmunidad de rebaño” o inmunidad colectiva difiere según la enfermedad, pero en el caso del sarampión es de más del 90%.

El año pasado, una comunidad judía ortodoxa de Brooklyn, Nueva York, distribuyó folletines que aseguraban que había un vínculo entre las vacunas y el autismo, y se vio muy afectada por uno de los mayores brotes de sarampión en décadas.

La proporción de niños en el mundo que reciben las vacunas que se recomiendan ha seguido siendo del 85% en los últimos años. La Organización Mundial de la Salud indicó que las vacunas previenen entre 2.000 y 3.000 billones de muertes cada año.

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