Cada 15 de octubre se conmemora el Día Mundial del Lavado de Manos, una fecha impulsada por organismos como Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS) para recordar que un gesto tan simple como lavarse las manos con agua y jabón puede salvar millones de vidas.
Aunque se trata de una medida básica, millones de personas —entre ellas numerosos niños y niñas— aún no tienen acceso a agua limpia o jabón, lo que agrava la propagación de enfermedades como la diarrea o la neumonía. Estas infecciones siguen siendo causas evitables de desnutrición y mortalidad infantil.
MIPI: aprendiendo hábitos desde la primera infancia
En Córdoba, el Programa MIPI (Mi Primer Programa de Salud Integral) trabaja para que el lavado de manos se incorpore como hábito cotidiano desde los primeros años de vida, a través de dinámicas educativas que trabajan en conjunto con el entorno familiar y las Salas Cuna. El programa pertenece a la Secretaría de Coordinación y Fortalecimiento Familiar del Ministerio de Desarrollo Humano de la Provincia de Córdoba.
«Tanto las guías pedagógicas para las educadoras como los fascículos coleccionables con actividades para trabajar cada familia en el hogar fueron elaborados y diseñados por los equipos técnicos del Ministerio de Desarrollo Humano, con el asesoramiento y validación de las doctoras María Eugenia Peisino y de Marina Ávila, ambas de vasta experiencia en medicina familiar y salud pública», indicaron desde Gobierno de la Provincia.
Inés Zinny, directora General de Salas Cuna y Centros de Cuidado Infantil, , señaló que el programa “es una herramienta fundamental para promover el bienestar en la primera infancia”. Explicó que las Salas Cuna funcionan como entornos pedagógicos de cuidado, donde se enseña “a través de la experiencia, el juego y la participación familiar, construyendo aprendizajes significativos que se sostienen en el tiempo”.
“El objetivo es que el lavado de manos deje de ser una indicación aislada y se transforme en una acción cotidiana, autónoma y significativa para los niños y niñas”, agregó.
“El programa enseña no solo el qué (lavarse las manos), sino también el por qué y el cómo. Promueve pequeñas acciones de cuidado personal que, aprendidas tempranamente, tienen un impacto positivo y duradero en la salud y la calidad de vida”, cerró Zinny.
Desde la práctica cotidiana, las docentes destacan que los efectos del programa trascienden el aula.
Ayelén, docente de la Sala Cuna 0422, relató:
“Hemos tenido respuestas desde los hogares: los padres nos cuentan que antes de la cena o del desayuno, los chicos piden realizar el lavado de manos”.
A su vez, Ayelén señaló que el programa brinda a las docentes herramientas para abordar áreas que los niños y niñas enfrentan en su vida cotidiana, además de orientar a las familias en temáticas de salud.
La alimentación saludable y la salud bucal son otros de los hábitos que el programa promueve desde sus actividades diarias.
Estos pequeños gestos demuestran que enseñar en la primera infancia genera transformaciones familiares y comunitarias, fortaleciendo la autonomía, el cuidado y la prevención. Cada lavado de manos es, en realidad, un paso hacia hogares más saludables y niños más protegidos.
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