Un estudio del Instituto Gulich (UNC/Conae) analizó los patrones de distribución de la clorofila en el lago San Roque entre 2016 y 2019. El estudio comandado por la investigadora Alba Germán buscó mesurar la proliferación de algas microscópicas, cuyo florecimiento está asociado a una mayor presencia de nutrientes, entre los que se cuentan los residuos cloacales sin tratamiento adecuado, para evaluar la calidad del agua que consume buena parte de nuestra ciudad.
Se trata de microorganismos invisibles a simple vista pero cuya concentración alcanza niveles tan extremos que, en períodos cálidos, la clorofila que contienen logra imprimir una fuerte tonalidad verdosa o marrón al agua, como si se tratara de una superficie terrestre cubierta de plantas.
Además del calor, ese crecimiento obedece a un incremento significativo de materia orgánica y nutrientes en el agua, como cenizas de los incendios o el nitrógeno y fósforo que aportan los efluentes cloacales sin tratamiento adecuado. El estudio se valió de un seguimiento satelital de las zonas afectadas por ese pigmento vegetal –así como datos de campo- para detectar los sectores del lago con mayor presencia de algas e indirectamente las zonas con mayor volumen de nutrientes.
El resultado es un mapa que permite visualizar las zonas del lago San Roque donde la calidad del agua está más deteriorada. Las conclusiones indican que en algunas áreas el agua empeoró año a año en ese ecosistema: el agravante es que, por la dinámica propia del embalse, esos agentes degradantes terminan concentrándose en la garganta del dique, un sector próximo al punto de extracción del agua para su potabilización, complicando todo el proceso de limpieza.
Si bien la concentración promedio de clorofila, en el período analizado, se ubicó entre los 50 y los 65 miligramos por metro cúbico de agua -valores que el estudio consideró como “relativamente elevados”-, también se llegó a identificar al río Cosquín como el principal responsable de la contaminación del embalse, por sobre el río San Antonio. “El problema mayor es que las corrientes naturales terminan acumulando esos agentes (contaminantes) en la zona de la garganta, lo que constituye un problema mayor para la potabilización del agua”, planteó Germán.
Hallazgos preocupantes de la investigación
La investigación aportó dos hallazgos preocupantes. Por un lado, el punto de descarga de la planta de tratamiento de aguas servidas de Villa Carlos Paz coincide con un foco de afloramiento de algas, sobre todo en primavera y verano.
Es un indicio de que el agua vertida tras el tratamiento de los efluentes todavía conserva una elevada carga de nutrientes, que no pudo ser retenido completamente durante su procesamiento. Pero además, los aireadores instalados en la zona próxima al río Cosquín para “romper la estratificación térmica” y mejorar la calidad del agua, no estarían cumpliendo su función, ya que su efecto se ve muy disminuido.
“La única medida de atenuación de la contaminación está siendo totalmente insuficiente por la cantidad de nutrientes que está ingresando. Ni siquiera localmente están cumpliendo su rol”, subrayó Alba Germán, autora principal la investigación, en una nota con UNCiencia.