Mariano Oberlin: «La mejor forma de alimentar la esperanza es mirar para adelante»

El párroco es auténtico, directo. No está hecho de frases comunes ni es políticamente correcto. Con Hoy Día Córdoba habló de la crisis social y económica, del gobierno actual y, por supuesto, del deporte de élite. 

Mariano Oberlin: "La mejor forma de alimentar la esperanza es mirar para adelante"

El sacerdote Mariano Oberlin.

Por Gustavo Aro (Especial para HDC)

Es inquieto. Programa reuniones. Habla con alguien, le suena varias veces el celular. No atiende. Está sentado en la secretaría de la parroquia Crucifixión del Señor, ubicada en medio de la Córdoba profunda donde confluyen los puntos rojos de las zonas más peligrosas. Allí, en barrio Müller, Maldonado y otras zonas vulnerables como Villa Inés, Campo de la Ribera, Bajada de San José, Villa Hermosa, La Barranquita y Los Tinglados.

Es Mariano Oberlin, el párroco de la iglesia que es noticia porque regala solidaridad, trabajo, compañerismo, pero que también, cada tanto, sale en los medios porque son amenazados o porque una balacera se desplegó en sus alrededores.

Vas y vienes a un ritmo de empresario…

-Habitualmente sí. Con un montón de frentes abiertos. La labor netamente parroquial y los comedores, que tienen su dinámica propia.

-¿Los comedores dependen de la iglesia?

-Se sostienen con fondos del Ministerio de Desarrollo Social o Capital Humano, como se llama ahora. Después está todo lo que tiene que ver con la fundación que es donde yo estoy más metido y me lleva la vida. Tenemos 95 chicos en nuestras casitas y más o menos 800 personas que pasan por los talleres de oficio.

-¿Dónde viven los chicos?

-En Campo de la Ribera, en la Bajada San José, a la vuelta de la parroquia tenemos una casita para mujeres y estamos armando una en El Diquecito que nos regaló una hermana de Carlos Di Fulvio (folclorista argentino). También tenemos otra en San Carlos Minas.

-¿Qué número de chicos tienen? ¿Se mantiene estable o creció en el último tiempo?

-Hay ciertos números que son fluctuantes. Es decir, se van algunos y al día siguiente se suman otros. En octubre del año pasado aumentó la demanda. Teníamos 35 chicos y pasamos a tener 60 y en este tiempo, en los últimos meses pasamos a 90.

-Y vendrán cosas peores dice la Biblia.

-Yo tenía terror cuando asumió Javier Milei porque cerrara el Sedronar y para sorpresa mía nombró a una persona de bien como Esteban Moro. Mirá cómo son las cosas, Moro había estado en la gestión de Mauricio Macri y yo estoy en las antípodas del ex presidente, pero Moro fue un muy buen gestor en esa época y ahora está haciendo algo heroico porque ha conseguido un aumento. Esto es un oasis porque mientras a nosotros nos está yendo medianamente bien, al costado uno ve que se va derrumbando todo, que la crisis golpea fuerte.

-Con un tejido social que se desploma.

-Entre los 700 chicos con los que trabajamos, algunos tienen problemas de consumo, otros no. Tenemos muchas actividades preventivas, de acompañamiento o promoción social, como por ejemplo cuando un chico o una chica comienzan a hacer o generar un proyecto de vida lo acompañamos con herramientas o la posibilidad de estudiar. Tratamos de equilibrar un poco. Darle al que está quebrado porque es el que más necesita pero también a quien se ha esforzado.

-¿La Iglesia como Institución ayuda desde lo económico o sólo desde la fe?

-Hoy hay un discurso que ayuda mucho. Desde el discurso del papa Francisco para abajo: el del arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva; el arzobispo de Córdoba Agustín Rossi, que también está muy comprometido; y está el padre Melchor López (de la Vicaría de los Pobres), cuyo aporte es muy valioso. Por otro lado, ser parte de la iglesia también te ayuda. Así como hay puertas que se te abren, también se te cierran por ser parte de la iglesia. Hay mucha gente que es solidaria. Hay gente que se acerca y te quiere ayudar al conocer la labor que llevamos adelante, pero no de acá. La gente de acá no tiene mucho para aportar, pero de afuera sí. Después, hay una idea generalizada de que la iglesia maneja fortunas y la realidad es que no es mucho.

-¿Tu labor solidaria con los pies en el barro, te trajo problemas con los sectores más ortodoxos de la Iglesia?

-Es una cosa rara. Cuando vos confrontas desde lo ideológico es más fácil terminar peleándose, pero cuando hurgas o rascas en cosas más concretas es mucho más fácil encontrarse. Por ahí me descalifican diciendo ‘este cura es kirchnerista, peronista’, y esa misma gente conservadora o ultra derecha es la primera que está para aportar y al revés, me ha pasado coincidir ideológicamente con gente que después se borró.

-¿Qué rol ocupa el deporte en esta realidad social, entre los que más tienen y los que menos. Vemos gente festejando logros deportivos de terceros y en algunos casos no tienen para llegar a fin de mes o para comer en el día?

-El deporte como tal es bueno. Ahora, otra cosa es cómo se vive el deporte. Yo creo que todas las cosas que nos pasan aportan a lo que nos pasa y también son consecuencia de lo que nos pasa. Lo que nos pasa con el deporte tiene que ver con lo que nos pasa como cultura.

-Pero, está mal que la gente de a pie, la común, nos alegremos por un triunfo deportivo de jugadores que económicamente están salvados para el resto de sus vidas.

-Hoy, en el fútbol se replica lo mismo que en la sociedad. No está mal. Las sensaciones son parte de la humanidad. De alguna manera, sentirse parte de algo es una de las condiciones más básicas del ser humano. El sabernos parte de algo es esencial a la condición humana. Es muy importante sabernos de algo, de una iglesia, de una comunidad, de una escuela, de un club, de una pasión. Me parece que el fútbol es víctima y victimario.

-¿En la zona de la parroquia cómo se vive el deporte o el fútbol en particular?

-Acá el fútbol es pasión, pero es tan apasionante que se convierte en exclusión. Los malos no juegan porque los buenos quieren ganar. Hay muchos chicos que no pueden jugar porque son excluidos por los que juegan bien. Estamos buscando alternativas para poder hacer otras disciplinas deportivas.

-¿En lo social, en las relaciones humanas, en lo colectivo, en lo individual de cada uno, hay luz al final del túnel?

-Yo como cura digo que sí, que hay. La mejor forma de alimentar la esperanza es mirar para adelante, pero se la alimenta mirando para atrás. Pasamos una dictadura cruel que pisó fuerte. A mí me tocó ir a la cárcel a visitar a un dictador y mientras tomaba el café veía que lo único que podía manejar un tipo que había manejado vidas era la cuchara del café. Lo que está pasando ahora me da mucha angustia. Vos me preguntás si hay luz. Yo te digo sí por fe, por convicción religiosa, por lo que veo y leo, que sí. El tema es el sufrimiento del medio y lo que estamos viviendo.

Salir de la versión móvil