La Navidad suele pensarse como una mesa larga, voces conocidas y rituales que se repiten año tras año. Pero para cada vez más argentinos, esa imagen quedó a varios kilómetros de distancia. Cambió de ciudad, de huso horario o de paisaje. Hoy, muchas personas atraviesan las fiestas lejos de su casa, de su familia y de los afectos que alguna vez fueron sinónimo de celebración.
Si bien Ushuaia forma parte de la Argentina, vivir en el extremo sur del país implica, para muchos, habitar una lejanía particular. No es solo una cuestión geográfica: es la distancia con todo aquello que alguna vez fue cotidiano. Quienes llegan a la ciudad por trabajo, estudio o necesidad suelen reconstruir su vida desde cero, y en fechas como la Navidad esa sensación de estar lejos se vuelve más intensa y visible.
Una ciudad lejana, una necesidad compartida
Así lo explica Juan Pablo González, uno de los organizadores de “Una Navidad para Compartir”, con quien conversamos luego del festejo. “Es una ciudad muy distante de todo. Mucha gente viene sola, o con una pareja, o con una familia muy chica, y no tiene a nadie más acá”, reflexiona.
La iniciativa nació justamente de esa experiencia compartida. Cuatro amigos, que en algún momento también pasaron las fiestas lejos de sus familias, decidieron abrir un espacio para que nadie atravesara la Nochebuena en soledad. La propuesta se concretó el 24 de diciembre por la noche, en el Quincho Borrego, en el barrio Siete Cascadas, y terminó superando ampliamente las expectativas.
Según contó González, cerca de 40 personas —entre adultos y algunas familias con niños— compartieron la cena, aunque el número fue variando a lo largo de la noche. “Comiendo habremos sido unas 38 o 39 personas, pero después de las doce llegamos a ser cerca de 45. Y se fueron yendo de a poco, algunos hasta las cinco de la mañana”, detalló.
Una mesa abierta, sin condiciones
La modalidad fue a la canasta, aunque con una premisa clara desde el inicio: nadie quedaba afuera. “Si alguien no podía llevar nada, igual estaba invitado. La idea era compartir, no exigir”, remarcó. Para González, ese punto fue clave para que muchas personas se animaran a participar.
Uno de los aspectos que más lo sorprendió fue la integración casi inmediata entre personas que no se conocían. “Pensamos que iba a haber más timidez, pero no. Llegaban, los recibíamos, nos presentábamos y enseguida se sentaban a charlar con el resto”, recordó. “La integración fue al cien por ciento, sin necesidad de dinámicas ni recursos especiales. Se entendió muy bien la consigna”.
Las conversaciones fluyeron solas: de dónde venían, hace cuánto vivían en Ushuaia, a qué se dedicaban. Risas, brindis, música y baile fueron marcando el ritmo de la noche. Afuera, entre charlas más tranquilas, el clima era el mismo. “Fue una fiesta muy linda, muy tranquila. No hubo ningún momento incómodo”, aseguró.
Una Navidad en familia
Los niños también tuvieron un rol central. La llegada de Papá Noel y los regalos llenaron de alegría el espacio. “Ver a los chicos felices te llena de vitalidad. Y ver a los padres emocionados por eso fue muy fuerte”, contó González. “Se vivió como una Navidad familiar, aunque muchos no se conocían de antes”.
Para el organizador, el objetivo inicial no solo se cumplió, sino que fue ampliamente superado. “Sabíamos que era una necesidad, pero no sabíamos cómo iba a responder la gente. Y la verdad es que superó todas las expectativas”, afirmó. Quienes se quedaron hasta el final, según relató, se fueron agradecidos y muy conformes.
La experiencia también dejó aprendizajes. González reconoce que, de repetirse, habría que mejorar la organización de las donaciones y la difusión, quizás con redes propias o una página que permita sostener el vínculo después del evento. “Esto fue muy amateur, todo sobre la marcha, pero nos dimos cuenta de que hay algo para fortalecer”, dijo.
Más allá de la logística, hay una certeza que quedó clara: la necesidad existe y es profunda. “Ushuaia es una ciudad con muchas problemáticas silenciosas, y la soledad en las fiestas es una de ellas”, reflexionó. “Y no es algo que se vaya a resolver. Año a año va a seguir pasando”.
La Nochebuena terminó entrada la madrugada. Pero lo que dejó fue algo que va más allá de esa noche. “No fue solo que pasaron la Navidad acompañados”, concluyó González. “Fue que vivieron una Navidad linda, de verdad”.
Un brindis navideño por la dignidad frente a las puertas del poder
