Viajemos en el tiempo hasta noviembre del año 2000 porque pasan cosas: una poderosa conversación internacional habla de Córdoba. Desde la remota Australia se escucha el nombre de nuestra ciudad y de nuestro país. Es una época difícil porque la nación empieza a resquebrajarse y se producen grietas por donde caen muchas personas.
El Siglo XX zarpa hacia el futuro con el menemismo como polizón, en un periplo de turbulencias, naufragios y pérdidas: René Favaloro acababa de disparar en el corazón de toda la sociedad.
Somos Patrimonio Mundial
El 29 de noviembre del año 2000, en la 24va asamblea anual de la UNESCO reunida en Cairns, Australia, se decidió incorporar al Patrimonio de la Humanidad el legado Jesuita de Córdoba. Una noticia triunfal por donde se la mire, con grandes oportunidades turísticas y simbólicas para la comunidad cultural y educativa.
La propuesta planteó un complejo arquitectónico integrado por un conjunto de edificios en lo que hoy conocemos como Manzana Jesuítica, acompañada por el sistema integrado por las estancias de Alta Gracia, Jesús María, Santa Catalina, Caroya, y La Candelaria.
Como era de esperar, el impacto paulatino de contar con un sitio de la Lista UNESCO ha sido inmenso construyendo oportunidades de desarrollo sostenible debido al interés que genera el patrimonio en visitantes de todo el mundo, así como un potente estímulo para el orgullo y cuidado de estos, y por derrame, otros sitios de valor histórico.
La declaración irriga el corazón cordobés
Naturalmente existen asignaturas pendientes, especialmente en el plan de manejo conjunto de todo el sistema jesuita, pero cada año nos sentimos más honrados y recibimos más turistas. Tanta alegría debe empezar por reconocer a las personas que impulsaron el proyecto desde la pasión y compromiso. Primero en la lista está el arquitecto Carlos Page que fue el autor de la presentación formal, y debemos continuar con un puñado de personas entusiastas entre las que destacamos a Mario Borio, Lucille Barnes y Noemí Lozada de Solla. Justamente la señora Lozada de Solla nació y vivió en lo que, gracias a su propio esfuerzo, años después sería el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y posteriormente declarado patrimonio mundial.
Médico de cabecera para la Ciudad
Muchas autoridades fueron contribuyendo con la iniciativa, como los referentes de las carteras de cultura y turismo, Pablo Canedo y Gustavo Santos respectivamente. Cuando se comenzaron a cosechar más reconocimientos, la lista se engrosó.
Sin embargo, hubo una persona que hizo la diferencia, primero como Rector de la Universidad Nacional de Córdoba y después como Ministro de Educación de la Nación. Esa persona es Hugo Juri.
Un caballero militante
Con una mirada tan cristalina como benevolente, hay consenso en el área peatonal de que siempre fue canoso -como si hubiera nacido sabio-. Siempre delgado, pero con el peso simbólico exacto, el estudiante de medicina que recibió la distinción a mejor tesis del año, luego ganó prestigio internacional como docente en Estados Unidos. Con su regreso a Córdoba fundó el innovador Centro de Medicina Láser y se sumó a los claustros locales. Pocos años más tarde sería elegido decano, vicerrector y rector sucesivamente.
Inclusive su designación como Ministro de Educación empezó y terminó con coherencia. Su designación, en los turbulentos tiempos de De La Rúa, fue bienvenida por la comunidad educativa pero su salida fue, literalmente, épica.
Cámaras, luces televisivas y una reunión de gabinete emitida en vivo por un gobierno que quería dar un mensaje al país. El fugaz ministro de economía Ricardo López Murphy anuncia un plan de ajuste con un doloroso impacto en el sector educativo.
Sin que termine el anuncio, Hugo Juri se paró tan decidido como educado, se despidió del Presidente con clase y sin estridencias, y se retiró con sus principios en el bolsillo del saco. Ese que está en el lado interno, cerquita del corazón. Se apagan las luces del estudio.
Sencilla calidez
Hugo Juri debe ser reconocido como médico, docente, dirigente e incluso como ministro que salió por la puerta grande (esa que dice “ética” arriba) de la política nacional, pero sobre todo por su calidez humana. Un dandy de palabras justas y generosidad exagerada.
Pocas veces te vas a poner tan contento, o vas a tener tantas ganas de atender el teléfono, como cuando te llama Juri para hacerte un comentario, y dejar unas palabras que siempre suman. De hecho, la definición del patrimonio cordobés es una sumatoria de legados diversos, y todos ellos convergen en la figura de nuestro protagonista.
Reconocimiento
Entre las numerosas actividades que la Universidad Nacional de Córdoba lleva adelante con motivo de los 25 años de la declaración UNESCO, el sábado 29 de noviembre habrá un acto en el Teatro San Martín. Allí se distinguirá al Doctor Juri en reconocimiento a su aporte para la declaración de Patrimonio Cultural de la Humanidad del legado jesuítico de Córdoba.
Lo aplaudirán, desde los jesuitas del SXVII, hasta esa pareja de monserratenses que ocultos por los vahos de palosanto de los artesanos, se besan sentaditos en el cantero de la Trejo.
