¡¡Socorro!! Amores breves y vínculos frágiles

¿Será verdad que “hacemos el amor” bastante menos que antes? ¿Acaso hay nuevas “nuevas formas de amar” en estos tiempos cibernéticos?

¡¡Socorro!! Amores breves y vínculos frágiles

¿Será verdad que “hacemos el amor” bastante menos que antes? Pero entonces,… ¿qué nos está pasando con el Deseo y la Libido?, ¿por qué tanta gente se queja de la soledad, del cansancio y de la rutina?, ¿acaso hay nuevas “nuevas formas de amar” en estos tiempos cibernéticos?, ¿será que la urbanidad y los problemas económicos están destruyendo nuestra intimidad?, ¿o que tal vez las pantallas y las redes se volvieron más importantes que nuestros cuerpos?, ¿será que ya no disfrutamos del “amor romántico” y que el aburrimiento y la insatisfacción prevalecen?, ¿o tendremos más miedo a “enamorarnos”? Un montón de preguntas, y pocas respuestas para estos tiempos en los que el algoritmo moldea nuestros gustos, y en los que muchas veces preferimos “mojarnos los pies pero no tirarnos a la pileta”.

Hace un par de semanas, en el Conversatorio Psi, disertó la Licenciada Virginia Grosso (VG), una destacada Psicoanalista Vincular, autora de varias publicaciones y con una extensa trayectoria como psicoterapeuta de parejas.

Licenciada Virginia Grosso.

HDC: ¿Por dónde empezamos, licenciada?

VG: Te diría por el principio, pero creo que en la vida nada es lineal ni evolutivo, y que cada vínculo significativo que armamos, es una nueva posibilidad para ser otros. De ahí deviene la potencialidad vincular, donde nada está escrito ni definido, sino que es un trabajo que se hace entre dos o más de dos. En el vínculo conviven ternura, paz y entusiasmo, pero también enojo, miedo, y angustia. Hablar de amor en estas épocas, donde no están cubiertas las necesidades básicas de muchas personas, donde la diversidad es vista como otro a aniquilar, apunta a salir de una comodidad hedonista para pensar al amor como un acto convocante de cuidado comunitario.

HDC: ¿Y cómo estamos con los vínculos por estos tiempos?

VG: Intuyo que estamos bastante perdidos en estas épocas, y nos sentimos a la intemperie frente a tantos discursos sobre el hiperindividualismo y del sálvese quien pueda, porque somos seres vinculares. Y el vínculo nos antecede como personas, es previo al sujeto, y por eso somos seres singulares plurales. Es así que yo empezaría pensando en el amor como fuente vital de nuestra existencia, pero quitándole un peso asfixiante: amor no es solo amor romántico. Amar también es alojar lo que no controlamos, y aceptar que la fragilidad es condición, y no un defecto. También es inventar un modo propio de estar juntos, sin mapas prefijados, y sobre todo, es renunciar a tratar al otro como propiedad, mercancía o marca personal. El amor se parece a la fe, no se ve pero se siente, son los cuerpos que se reconocen, la prueba de nuestra existencia y la ilusión de encontrarle el sentido a la vida.

HDC: ¿Usted cree que por estos tiempos “el amor no basta, la pareja tampoco…”, como dice una de sus publicaciones?

Es una frase provocadora que busca incomodar los conceptos fosilizados, para moverlos, cuestionarlos y sobre todo, pensarlos. Es parecida a la frase de alguien muy lúcido que dijo: “La pareja ha muerto”. Y se refiere a que la época, los mandatos sociales, la cultura que sostenía un tipo de armado de pareja, están en escombros, con modelos derrumbándose y sin que haya otros claros a la vista (por suerte) donde apoyarse. Así coexisten distintas configuraciones vinculares, o distintos modelos de hacer pareja, y ya no desde la esencia de lo que “es y debe ser”, sino desde otros modos. Por eso, la propuesta es pensar en lo nutritivo del aforismo de que la pareja no basta, y así provocar con el concepto (muchas veces mal entendido) de “poliamor”, que no es ni polisexualidad ni consumo de cuerpos. Por el contrario, estamos hablando de desjerarquizar la pareja como único pilar afectivo, y de entender que un vínculo no puede cargar todo: amistad, familia, deseo, sostén, proyecto. Que necesitamos multiplicidad, redes, tribus, y otras formas de pertenecer.

Más allá de la monogamia: triejas, poliamor y relaciones abiertas

HDC: ¿Y cómo hacemos ahora, con las pantallas y la redes atravesándonos todo el tiempo?

VG: Estoy convencida que hoy, amar en tiempos digitales, es un acto ético, político y de resistencia al mandato de la inmediatez. Y también, evitar convertir nuestra intimidad en espectáculo, y sostener la incertidumbre sin querer fijarla. Y por supuesto, acompañar (desde el consultorio, desde los vínculos, o donde estemos) aquello que se cae, y lo que duele y lo que todavía busca forma. Por eso vale la siguiente pregunta: ¿Cómo recreamos el amor en estos tiempos digitales? Para mí, la respuesta es con presencia, con honestidad, con tiempo y con esa ternura que no es naif. Si nos constituimos en relación con el otro, acaso la ternura sea una forma posible de transmisión sostenida en la ética del semejante o en la compasión.

Cuando dos personas están realmente en un vínculo, aunque sea en crisis, aunque estén agotadas, aunque no sepan cómo seguir…hay una respiración en común, algo así como un latido compartido que dice: no sé qué hacer con esto, pero no quiero hacerlo sola o solo. Y ahí empieza el lazo y está lo humano que ninguna aplicación puede predecir.

HDC: ¿Y qué hacemos ahora con el algoritmo que moldea nuestros gustos y pretende imponernos supuestas novedades?

VG: Parece que el amor se volvió visible, contable, interpretable, y a veces… inhabitable. Vivimos en una época donde el amor se transformó en contenido, entonces elegimos, deslizamos y clasificamos. Como si fuera poco, nos imponen que todo debe ser inmediato, hasta lo más lento que tenemos, que es el DESEO.

Pero desde la perspectiva Vincular sabemos que el amor NO sucede en un clic. El amor transcurre en la demora, en lo inesperado, en ese pequeño abismo que existe entre “lo que soy y lo que el otro imagina de mí”. Y ahí aparece una pregunta clave sobre el presente que vivimos: “¿qué pasa con los vínculos cuando la lógica del mercado y del algoritmo organizan nuestras formas de encontrarnos?”.

HDC: ¿Es verdad que los encuentros íntimos y las relaciones sexuales, en cantidad y calidad, están pasando por una crisis?

VG: La clínica se llenó de consultas donde el conflicto no es sólo entre dos, sino también con una pantalla. Hoy vemos agotamiento, comparaciones constantes con modelos ofrecidos como lo ideal a conseguir, con un Deseo empobrecido y expectativas irreales. No es falta de amor, sino falta de tiempo, de cuerpo y de pausa. La vida emocional quedó atrapada en la trampa de tener que mostrar: “Si no se publica, no existe. Ya no basta con sentir, ahora hay que demostrar y mostrar”.

Y por lo tanto, se repiten escenas con sus singularidades en los consultorios. Parejas jóvenes agotadas por el trabajo y las obligaciones, y que además  interpretan corazones como si fueran signos del zodíaco emocional. Pero también parejas de muchos años que no tienen espacio propio… ni en la cama ni en la agenda.

HDC: ¿Y cómo nos dicen hoy el Mercado y las Pantallas que tenemos que amar?

VG: Hoy vemos mucho maltrato, crueldad, manipulación, falta de compromiso, vínculos tibios y amores descartables. Es como que amamos con filtros, y elegimos lo que el algoritmo predice. Por eso, muchas y muchos se enamoran siguiendo patrones de un marketing emocional digital. Y aclaro que no demonizo la tecnología. El problema ocurre cuando la lógica del consumo se mete en el corazón, y entonces, queremos amar, pero con una salida de emergencia que esté al alcance. Queremos sentir, pero sin que duela. Queremos cercanía, pero sin cuerpo.

HDC: ¿Y entonces cuáles son las perspectivas frente a este panorama?

VG: Como terapeuta, mi mayor desafío en esta época, es mantener y revalorizar una ética de la presencia. ¡No tenemos recetas mágicas! Tenemos disponibilidad, escucha y la capacidad de acompañar lo que se está cayendo sin prometer que volverá igual. A veces el dispositivo de pareja ayuda, y a veces lastima.

Ocasionalmente tenemos que derivar, y a veces hay que inventar. Porque…la vida no se cura, sino que se acompaña. Y como todo en esta vida,…”amar hoy es un acto político y un gesto de resistencia en un mundo que quiere que vayamos rápido, que no duela y que no falte nada”. Pero el amor es falta, y es ahí donde se inventa lo vivo, porque sin dudas, podemos construir lazos que no sigan la lógica del descarte, sino la del cuidado, la ternura y el deseo en movimiento.

HDC: ¿Por qué cree que las aplicaciones como Tinder son muy usadas, sobre todo por adultos mayores y gente que vive sola?

VG: No tengo una respuesta certera sobre esta cuestión, pero sé que se han reproducido en estos últimos años a niveles exponenciales, porque venden y prometen la ilusión de transparencia del otro para evitar sufrir. De hecho, muchas personas encontraron en Tinder una vía para vincularse, y ante la ausencia de propuestas de encuentros para gente que no quería adolecer las formas ofrecidas: boliches, noches eternas, ruido y cero conversación. Recordemos también, que el uso de estas aplicaciones se profundizó durante la pandemia, y para mucha gente fue la forma de sufrir menos la soledad. Actualmente, para bien y para mal, han surgido múltiples propuestas que tienden a salir de la lógica de las aplicaciones, con encuentros propuestos mediante redes, por ejemplo de meriendas, trekking, catas de vino con desconocidos, y facilitando y promoviendo así, la presencia como un desafío a contrarreloj de estos tiempos. Sin embargo, lo negativo es que estas propuestas están muchas veces segmentadas para personas que cuentan con ciertos recursos económicos. O sea, también son un negocio y quienes no tienen la posibilidad económica, entonces no pueden acceder a estos encuentros.

HDC: ¿Qué consejos nos daría para poder estar y sentirnos más amorosos, y más allá del estado particular de cada uno de nosotros?

VG: Prefiero no dar consejos, pero sí creo que está bueno afrontar con prudencia los encuentros sin intentar controlar, y volver a apostar a los vínculos donde sea posible una conversación y una escucha activa, lo cual reconozco que no es fácil en estos tiempos donde “andamos a las corridas”. Por supuesto creo en fomentar la amistad, armar redes de cuidado y especialmente volver a poner el cuerpo, literal y simbólicamente, en la trama del vínculo. Aunque nuestros cuerpos hayan sido disciplinados, también pueden ser un lugar de creación de atención plena. Por eso insisto en lo vincular como una manera de convivir con los demás, de transitar los sufrimientos y de buscar y armar acuerdos, y si fuera necesario revisarlos y mejorarlos. Y creo totalmente en la potencia de crear vínculos, donde el otro tenga lugar para devenir, y con relaciones que contengan hospitalidad, tolerancia a las frustraciones, siendo muy cuidadosos con las expectativas y sin pretender ser correspondidos incondicionalmente. Entonces, y a pesar a todo,…es muy posible crear y sostener vínculos de amor.

Entrevista a Diego Lo Destro: ¿Podemos vivir sin odiar?

Salir de la versión móvil