Denuncian un plan para acallar a los soldados quemados con cal

Uno de los damnificados brindó detalles del ritual y de la defectuosa atención que recibieron

Denuncian un plan para acallar a los soldados quemados con cal

El día de la iniciación, un sargento murió al caer al vacío luego de que no se le abriera su paracaídas.

Mientras la Justicia Federal avanza con la investigación sobre el “bautismo” que sufrieron los 35 paracaidistas del Tercer Cuerpo de Ejército a quienes se les arrojó cal viva y sidra en el rostro, ayer se conocieron detalles sobre la deficiente atención que recibieron y el operativo de amedrentamiento para que no den a conocer lo ocurrido. Además, la fecha del peligroso ritual coincidió con la muerte de un sargento, momentos antes, a quien no se le abrió el paracaídas en su salto.

La “iniciación”, que tuvo lugar el 17 de mayo pasado, coincidió con la trágica muerte del sargento Franco Daniel Maizarez, experimentado soldado a quien no se le abrió el paracaídas y cayó al vacío. La tragedia conmocionó a los egresados, pero no condicionó la realización del ritual.

Sobre este “bautismo”, uno de los afectados contó a La Voz del Interior: “Cuando hicimos el primer salto, nos ‘bautizaron’ con harina y sidra, pero cuando completamos la instrucción con el cuarto salto no entendimos qué pasó, porque llevaron una bolsa de cal”. La reacción reiterada ante la exposición a la sustancia mezclada con sidra llamó la atención de un instructor, quien detectó que lo que estaba siendo arrojado a los paracaidistas no era harina.

Luego, un superior se acercó al lugar, confirmó que el polvo era cal viva y llevaron a los 35 soldados para que recibieran los primeros auxilios. “Nos llevaron corriendo hasta un camión que nos llevó a Sanidad. Ahí nos atendieron rápido, pero no tenían suficientes insumos y decidieron trasladarnos a un lugar mejor”, dijo el soldado, de quien se preservó su identidad. Para que los llevaran a ese otro lugar, debieron “esperar como media hora hasta que llegó otro camión”. “Muchos estábamos desesperados por lo que nos estaba pasando”, agregó.

Cuando llegó el camión, transcurrieron otros 40 minutos de viaje, hasta que llegaron a al hospital Militar de Córdoba, en el parque Sarmiento. Allí los atendieron en tandas de tres, mientras los demás soldados esperaban afuera.

Una vez que finalizaron ese trámite, los separaron en tres grupos: los 10 más afectados se quedaban internados en el hospital, a los 10 con complicaciones graves los llevaron al Regimiento y a los 15 más leves los enviaron a sus casas.

Al día siguiente, los 10 que se quedaron en el cuartel más los 15 menos perjudicados fueron convocados a prestar declaración en un sumario interno. “Pensé que para esto iba a venir otro tipo de personas, pero enseguida nos dimos cuenta de que el que nos iba a tomar declaración era el segundo jefe del Regimiento, el mayor Eduardo Paván”, comentó el soldado. “Ahí me pareció que esto iba a quedar en la nada”, completó.

El trámite para todos los soldados se extendió desde las 7 hasta las 21, según relata el joven paracaidista. Después de que se reunieron todos en una formación matutina, Paván les dijo que estaban hablando mucho “por afuera” y que la consigna, en cambio, era “cuidarnos entre nosotros”. Luego, les ordenó que “nadie hable del tema” y les advirtió que, si escuchaba que alguien lo hacía, “la iba a pasar mal”.

Salir de la versión móvil