Hacía décadas que el mundo no se encontraba tan cerca de un enfrentamiento global a gran escala como en la actualidad. Al conflicto en Ucrania, comenzado en febrero de 2022, se le agrega la nueva guerra en Gaza entre Hamás y el Estado de Israel, además de disputas regionales como lo que sucedió recientemente en Nagorno-Karabaj, entre Azerbaiyan y Armenia -algo denunciado por los armenios directamente como una limpieza étnica-; los últimos golpes de Estado en Gabon, Niger, Mali y Burkina Faso, que sumaron inestabilidad a la ya de por si inestable región del Sahel; así como la siempre latente situación de Taiwán y las tensiones acumuladas en el Mar de China Meridional. Como suele decir el papa Francisco: la “Tercera Guerra Mundial de a pedazos”.
Ucrania continua en una especie de punto muerto donde ninguno de los dos bandos se saca ventaja, allí intervienen de manera directa o indirecta otros países bajo la órbita rusa, como Bielorrusia; también los miembros de la Otan y China. El Kremlin espera mantenerlo así hasta ver qué sucede en las elecciones presidenciales de EEUU, de noviembre de 2024. Hoy, el regreso de Donald Trump no es improbable, y eso le daría a Vladimir Putin una ventaja para negociar un acuerdo.
La guerra en Israel se encuentra al borde de una escalada masiva con países de la region, como Irán, Siria o Líbano, y la intervención de la ONU, que ya está denunciando “crímenes de guerra”.
En Taiwán en 2022 se produjo un nuevo episodio, cuando la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de los EEUU, Nancy Pelosi, viajó a la isla. Si bien es improbable que se llegue a un enfrentamiento directo, China ha incrementado su presupuesto militar en un 7,5% debido a la necesidad de abordar «problemas de defensa».
El mundo muestra mayor similitud con el escenario internacional previo a la primera Guerra Mundial, o al período posterior de entreguerras, que al de la segunda Guerra Mundial, o, incluso, al de la Guerra Fría. Se trata de un escenario marcadamente multipolar, donde no sólo las potencias compiten entre sí, sino también los pequeños conflictos territoriales y regionals (e incluso étnicos, religiosos o colonials, enraizados profundamente en la historia de los pueblos) se desatan permanentemente.
El avance imparable de nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial, hacen todo este escenario aún más inestable. Un informe de la Universidad de Cambridge afirmó en marzo que, en un escenario extremo, la tecnología podría «equivocar un ave como una amenaza entrante y activar un lanzamiento nuclear si no se cuenta con una supervisión humana para evaluar las alertas de un sistema de advertencia temprana asistido por IA”. Aunque ningún Estado está buscando públicamente automatizar sus sistemas de armas nucleares, Peter Rautenbach, del Boletín de los Científicos Atómicos, comentó que la incorporación de la IA en los sistemas de mando parece ser “inevitable”.
El cocktail de conflictos del siglo, que se remontan al XIX o incluso antes, sumado a tecnología del siglo XXI, podría ser explosivo en el amplio sentido del término. La invasión rusa fue el pistoletazo de salida a esta inestabilidad global; si antes la amenaza de seguridad era el terrorismo, ahora se agrega la posibilidad de enfrentamientos directos entre ejércitos regulares.
La crisis de seguridad global se originó mucho antes de la invasión rusa: fue provocada por una serie de eventos del siglo XXI, en los que los factores financieros desempeñaron un papel fundamental, especialmente a partir de la crisis de 2008. No obstante, el conflicto a gran escala en Ucrania y el comienzo de la guerra en Gaza han agravado esta situación. Al mismo tiempo, los métodos autoritarios de gobierno ganan popularidad, y la democracia atraviesa una crisis importante, mientras que el poder está cayendo en manos de aquellos que buscan resolver problemas a través de la fuerza.
El orden internacional liberal surgido tras el final de la segunda Guerra Mundial, y luego modificado tras la victoria estadounidense en la Guerra Fría, hoy se encuentra atravesando una crisis terminal. Es complejo analizar realmente hacia dónde va y que nuevo orden surgirá, aunque resulta obvio que el mundo unipolar se terminó y hay otros países, como los nucleados en los BRICS, que reclaman un nuevo rol.
Esta transición no será pacifica, sino traumática. Como decía el griego Tucidides: cuando una potencia ascendente surge, necesariamente habrá un enfrentamiento con la potencia declinante. El gran problema es que hoy son muchas las potencias ascendentes. El eje de poder global se está corriendo de Occidente a Oriente y del Norte al Sur Global.
El papa Francisco ha sido claro, desde Siria a Sudán del Sur y al Congo, del Líbano a Afganistán, de Ucrania a Palestina, siempre ha hecho un llamamiento al cese de la violencia, que representa, en sus palabras «una derrota para la Humanidad”. También ha dejado claro que lo que sucede es una “tercera Guerra Mundial de a pedazos”, donde el enfrentamiento no es necesariamente directo sino más difuso. Y hay dudas quiénes son los que están perdiendo: los de abajo, los mismos que pierden en todas las guerras.