El fraude y abuso en las personas mayores

Porota | Por Sol Rodríguez Maiztegui

El fraude y abuso en las personas mayores

La cátedra de Tercera edad y vejez de la Universidad de Buenos Aires (UBA), dirigida por el psicogerontólogo Ricardo Iacub, presentó a fines de 2020 un informe teórico sobre el fraude o explotación financiera en las personas mayores. El objetivo del informe es generar investigación en profundidad de este tipo de estafas y sus consecuencias, capacitar a profesionales para detectar casos y diseñar políticas acordes para prevenir el delito y acompañar a las víctimas.

El trabajo revela datos que permiten dar cuenta de lo compleja que es la temática. En este sentido, destaco lo siguiente: la mayoría de las veces las víctimas no realizan las denuncias correspondientes. El principal motivo es la vergüenza. Además, el estudio distingue entre abuso y fraude o estafa, y por último, brinda un perfil de las víctimas que en su mayoría se encuentran cognitivamente sanas y viviendo en comunidad”.

La pandemia ha sido un contexto propicio para engañar a las personas diciéndoles que deben entrar a sus casas con la excusa de necesidad de testeos. A estas situaciones se les suman los clásicos como la necesidad de cambio de dólares, las llamadas desde supuestos organismos estatales para solicitar datos de cuentas bancarias por depósitos de dinero, llamados en relación a supuestos accidentes o secuestros donde piden dinero, entre otros.

Lo cierto es que el documento presenta diferentes definiciones de fraude. Estas varían sutilmente según sus autores. Sin embargo, queda claro que se trata de un engaño intencional o intento de engaño con la promesa de bienes, servicios u otros beneficios que son inexistentes, innecesarios, nunca tuvieron la intención de ser proporcionados, o fueron tergiversados”. El fraude conlleva una interacción entre el delincuente y la posible víctima”.

Si bien el fraude y el abuso son métodos de explotación financiera, se distinguen entre sí por el tipo de vínculo que el perpetrador sostiene con la víctima. Según el estudio el abuso financiero de personas mayores es un uso indebido o ilegal de los recursos que ellas poseen. Esto es realizado por una persona a la cual se le tiene confianza, como por ejemplo: algún miembro de la familia, amigos, cuidadores domiciliarios o cualquier otra persona que debería velar por los intereses y cuidados de la persona mayor”. El fraude, en cambio, se caracteriza por llevarse a cabo por un extraño u otra persona con la que no existe una relación de confianza o que esté definida legalmente”.

Asimismo, el estudio realizado por la UBA, revela que no existe un único perfil de víctimas. Es difícil determinar de manera fehaciente la existencia de un tipo de perfil de víctima”, advierten. Más bien lo que se encuentra es una diversidad de elementos (algunos más repetidos que otros). Aún queda por ver si existen factores situacionales. Dicho esto, el estudio destaca que sería interesante explorar en profundidad estas categorías, donde se pueden incluir las siguientes dimensiones a considerar: la incidencia de la regulación emocional, el funcionamiento cognitivo, el nivel educativo, las redes de apoyo y la soledad, la vulnerabilidad psicológica y los factores situacionales”.

Las personas mayores que tienen una red social de apoyo densa, tienen menos posibilidades de sufrir abusos, no solamente de explotación financiera, sino de todo tipo”, afirman los autores del informe. A esta variable se le suman las del funcionamiento cognitivo, educación, vulnerabilidad psicológica y factores situacionales. La combinación de cada una de ellas determinará el perfil de las víctimas que es tan diverso como los tipos de estafas y abusos.

El desafío es entonces poder generar estudios locales que investiguen este fenómeno en profundidad y permitan desarrollar y/o ajustar diferentes intervenciones preventivas y asistenciales para dar respuesta a una problemática que tiene en vilo a las personas mayores.

Voces mayores

Las voces siguen acercándonos las vejeces de este siglo XXI apenas comenzado. Yolanda Roncaglia vive en la Ciudad de Córdoba, una ciudad que eligió para seguir desplegando el carretel de la vida que la une a sus amores. En esta trigésimo octava voz mayor nos regala un pensamiento mientras juega a los naipes con su compañero.

Mi vida en pantalla chica

De pronto mi mente se disparó lejos, me encontré buscando departamento para instalarme en Córdoba. Y sí, este me gusta mucho”. Fue el primero que me mostraron y ahí me quedé.

¡Mis hijos al fin cerca! El rollo seguía desenvolviéndose alrededor de su vida y la de sus familias: cambios de domicilio, graduaciones, nacimientos, embarazos, nuevos nacimientos, fiestas, reuniones, hermosas reuniones, nuevas amistades… Incluso hace poco recibí el título de bisabuela de una hermosa princesita. ¡Uy, cuántas cosas!”

A eso le sumo el derrumbe de mi postura: divorciada, nunca más un hombre”. Hasta que apareció él, un compañero que me hizo comprender que este trayecto de la vida es mejor si lo hacemos de a dos. Desde que comenzó el encierro, decidí venir a estar con él para acompañarnos en estos tiempos tan difíciles. Aquí estamos, inventando cada día algo nuevo para que lo cotidiano no nos aburra. Es que llegó el 2020, y sí, entre tanto festejos y deseos se nos olvidó pedir libertad”.

Mi mente siguió como un carretel desenvolviendo el hilo del barrilete. Mis ojos eran sopapas en el vidrio de la ventana tratando de descifrar si esto que me pasaba era realidad o solo yo era la protagonista solitaria de una terrible pesadilla interminable, mientras los demás, del otro lado del muro, viven felices y contentos, como siempre, con una vida normal.

De pronto la voz ronca de mi contrincante despega de un tirón la mirada fija en la ventana: ¡Mirá, voy a cortar, hice chinchón!”.

Yolanda Roncaglia, 67 años (Cba. Capital)

 

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