El poder de la palabra, ¡envejecientes!

Club de la Porota

El poder de la palabra, ¡envejecientes!

Tengo un amigo al que le gusta agendar encuentros para charlar. Él los llama “Cafés Creativos”. Se trata, nada más y nada menos, que de planificar momentos para hablar con otros, y así poder hablar con uno mismo. Hablar con otras personas en su hábitat natural (sin mediaciones tecnológicas) y estar predispuestos a escuchar y respetar lo que mi interlocutor/a tenga para aportar sin juicios o faltas de respeto, forma parte del arte de conversar y forma parte de un entrenamiento para aprender a escuchar y escucharnos. Hablar con otros nos ayuda a ordenarnos, contribuye a poner en real dimensión nuestras propias narrativas, aquello que decimos de nosotros mismos y de las lecturas que nuestro cerebro hace de una realidad; una realidad que en la perspectiva de una conversación, no suele ser tan terrible como la imaginamos.

Lo sé, no es fácil hallar ese amigo o amiga que en mi caso se llama Félix. Escribir ayuda, ordena nuestros pensamientos. Escribir es un buen plan B. También es útil para entrenar la capacidad de escucha o para preguntarte si vas a poder sentarte en una mesa con seres diversos y tolerar que no piensen como vos sin gritar, sin pelear, sin juzgar.

Félix Lovera fue quien me recomendó el libro que aún estoy leyendo: “El poder de las palabras. Cómo cambiar tu cerebro (y tu vida) conversando” de Mariano Sigman y también fue quien me compartió un punteo de los principales aspectos a tener en cuenta en el Arte de Conversar. En estos tiempos tan complejos deseo que el regalo de Félix y el mensaje de Sigman se multiplique y llegue a manos (ojos y oídos) de personas dispuestas a cambiar su cerebro y vida conversando:

Mide las palabras con las que te referís a vos mismo: Las palabras que usamos para describir cómo nos sentimos, en sí mismas, tienen el poder de influir en nuestro estado de ánimo, de volverse profecías autocumplidas. Puede que en lugar de sentirte “horrible”, solo estés cansado, con sueño o hambre.

Recordá que a veces (por lo general muchas) te equivocas: No te dejes llevar por tu primer diagnóstico, ni siquiera cuando evalúas tu propio estado de ánimo. ¿Hay explicaciones alternativas?, ¿otra manera de verlo?, ¿detalles que pueden ser importantes?

Tomá perspectiva, mirate de más lejos: A menudo somos el objeto de nuestros juicios más severos. Hacé el ejercicio de considerar tu caso imaginando que le sucede a otra persona, desde el desapasionamiento de la distancia, desde un lugar donde las cosas no resulten tan graves o catastróficas.

Conversar ayuda a pensar: Hablar con otras personas aclara ideas, ayuda a encontrar errores en los razonamientos propios y a identificar soluciones mejores. También ayuda a dialogar mejor con uno mismo. Es la herramienta más poderosa para pensar mejor.

Apostá por los matices: Incluso sobre aquellas cuestiones donde creemos tener opiniones tajantes, inamovibles, es probable que, si buscamos bien, podamos encontrar sutilezas desde las que poder hallar puntos de encuentro. Sobre esa base resulta más fácil construir relaciones.

Buscá a las personas grises de alta confianza: Son personas capaces de ver los buenos argumentos a ambos lados de un debate. Son las que ayudan a hallar consensos y a que estos sean una excelente solución a un problema. Son personas que ayudan a que las conversaciones funcionen.

Asumí que cualquier persona puede cambiar de opinión: Ver al otro como incapaz de cambiar un punto de vista es un freno. Deteriora las conversaciones (incluso internas) y hace más difícil avanzar hacia una solución.

La invitación sigue:

Me despido evocando una partecita de la nota “La belleza invisible de la vejez” que escribí hace tiempo y que rescaté gracias al ojo avisor de nuestro querido editor Sebastián “Gringo” Ramia:

“Les invito a que solo por un día apaguen los celulares, no miren la tele ni hojeen las revistas de chimentos o los diarios (con excepción de los viernes de Porota en el Hoy Día Córdoba ja!) Simplemente, salgan a caminar y a conectar con lo que los rodea: personas, objetos, animales, situaciones, música, olores, sonidos, ruidos, etc. Perciban su energía. Miren el cielo, aprecien el calor del sol, la luz de la luna y estrellas. Respiren profundo en un espacio rodeado de árboles. Entablen una conversación pagana porque sí. Hay una belleza preexistente que nos trasciende. Que no entiende de mandatos. Que no se cuestione su don, su magia, su ser. Somos lo que nos contamos. Salgamos al encuentro de otros, salgamos a conversar con amor y compasión. Estamos invitados, invitadas a envejecer aprendiendo, reconfigurando nuevos modos posibles de ser en el mundo. Solo revisando nuestras propias acciones seremos capaces de poder mover aquello que nos incomoda. El cambio no se vocifera, se practica”.

Deseo tengan una ¡FELIZ NAVIDAD! Rodeada de buenas conversaciones. Con amor,

Porota.

 

Porota sos vos, soy yo, somos todas las personas envejecientes

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