Leyendo a Esteban Moore

Por Leandro Calle

Leyendo a Esteban Moore

Se me hace tarde para llegar al trabajo, pero la demora tuvo su premio. Suena el timbre con fuerza descomunal. Es el cartero. Me pasa por el ventanuco que oficia de comunicación protegida con el exterior un sobre. Un libro. Rompo el papel y siento las poderosas esquirlas de la poesía que ya comienzan a brillar en la penumbra de la sala. Es Moore. Su nuevo libro. “Al margen de la noche”, HCE Editores.

Voy saliendo. En la mano derecha, el pucho recién prendido, en la izquierda los poemas de Moore. Directo a tomar el bondy; mientras tanto voy leyendo los poemas. Se trata de una antología. Selección y prólogo del escritor Demian Paredes.

El bondy no llega, así que decido caminar. La mañana está fresca y el sol, fuerte. Por suerte las páginas ahuesadas del libro no reflejan tanto y puedo caminar y leer. Lo bueno de las antologías es que nos hacen recordar momentos hermosos. Así que voy directo a pispiar el poema “Con Bogey en Casablanca”: “bogey la mira a través del humo del cigarrillo/ para comentar lentamente como sólo él puede hacerlo/ con la entonación propia de un reo del abasto/ muchachos… ella algún día lo comprenderá…/ carlitos se nos ha ido para siempre”. Genialidad de Moore, que mezcla la película Casablanca y la pena de amor de Humprey Bogart con la muerte del “morocho del abasto: Carlitos Gardel. Poema que da título al libro que Esteban Moore publicara en 1987 y que, para muchos, significa un antes y un después en su escritura.

Moore pertenece a la generación de los 80. Sus primeros libros presentan una escritura condensada, que a partir de “Bogey” comienza a abrirse y que, indudablemente, tiene una marcada influencia de la generación “Beat”, de la que Moore es traductor y especialista. Aquí, en Córdoba, tradujo para Alción notables y necesarias versiones de Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti, entre otros.

Bajo ningún concepto recomiendo a los lectores ir leyendo por la calle. La poesía es atrapante –al menos cuando se trata de Esteban Moore- y más allá de la contravención posible de cruzar mal el semáforo, un taxi me despeina y desde la ventanilla del conductor escucho un rosario de improperios (que los tenía justamente merecidos). A salvo, y pisando la primera baldosa de la vereda, me doy cuenta que “Partes mínimas”, de 2006, no ha sido incorporado a la antología, y la argumentación del antologador es pertinente y justa, ya que es un “todolibro” que no se puede cortar. Recuerdo haberle mencionado a Esteban una suerte de “geomística” en esa poética, que trata de un viaje a la Patagonia con una mirada más cercana a lo desértico del paisaje.

Continúo leyendo, esta vez deteniéndome en las esquinas para mirar si viene un coche y así evitar la posibilidad de no poder terminar el libro. La factura del libro es de excelencia: solapas anchas, portada magistral. Una belleza, como la del lapacho que se alza frente a mí. Una rareza en estos momentos de colapso editorial y cultural.

Recuerdo y releo los poemas de “El avión negro”. Moore ha sabido entremezclar en sus poemas la ciudad de Buenos Aires, su infancia en Lobos, y el habla rioplatense. Es una poesía inconfundible. Profunda y por momentos irónica y humorística, legado que, seguramente, le viene de su cultura anglosajona. También borgesiana y canyengue: lector vaya, vaya y lea el poema “Tarde americana”, en donde los reúne en un poema a Borges y a Charles Bukowsky: “La voz cascada de Bukowsky fue la primera en reaparecer -Les voy a leer un poema de un grandísimo hijo de puta, dijo… de uno que se sabe el oficio- y comenzó a leer el soneto de Borges”.

Busco el celular y lo llamo para avisarle que el libro llegó bien. El teléfono suena y suena. Yo camino con el celular en una mano y el libro en la otra. De repente atiende. “Qué hacés, nene”. Moore es la única persona que a mis cincuenta y pico de años me dice “nene” y no me molesta. Al contrario, siento como una caricia amical de Buenos Aires en la mejilla. “Estoy con los nietos en un acto escolar, te llamo en un rato”.

En 2020, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró Personalidad Destacada en el ámbito de la Cultura. Se lo merece. Es un porteño de ley, y un poeta que se las trae. Mire lo que dice Giannuzzi: “Esteban Moore ha resuelto con singular eficacia artística las percepciones de una dramática conciencia de nuestro tiempo. Esta poesía nace de un compromiso a fondo con la existencia”. Y, asimismo, Elizabeth Azcona Cranwell: “la mirada de Esteban Moore se amplía, el afuera cobra vida autónoma y el poeta lo recibe, lo transfigura, lo vuelve propio”.

Pasan las horas. Al cabo de un rato veo que hay una llamada perdida en el celular. Ahora no lo llamo porque estoy haciendo esta reseña, mientras imagino su voz del otro lado del teléfono diciéndome: “¿Nene, por qué no me atendés? Imagino que gentilmente le diré que no lo atiendo porque lo estoy leyendo, y eso, aparte de ser verdad, es algo maravilloso, como el sol que baña los lapachos de Alta Córdoba.

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