Hace cien años nacía Günter Rodolfo Kusch, filósofo y antropólogo argentino. Uno de nuestros intelectuales que, allá por la década del sesenta, comenzó a pensar América Latina.
Participó en el Segundo Congreso Nacional de Filosofía, que tuvo lugar en Alta Gracia, en 1971. Este dato es de suma importancia, ya que el grupo congregado en Córdoba -primero en Calamuchita, luego en Alta Gracia- fue el germen de lo que se llamó luego Filosofía de la Liberación. El Primer Congreso -tal como lo refiere Juan Carlos Scannone en su autobiografía intelectual- giraba en torno a la figura del peruano Augusto Salazar Bondy, y la pregunta sobre si existe una filosofía de nuestra América. Rodolfo Kusch estuvo fuertemente vinculado con este grupo, que albergó nombres de alta densidad dentro de la filosofía argentina: Casalla, Cullen, Dussel, Scannone, Ardiles, y varios más.
A comienzos de los años sesenta, Kusch había irrumpido con una obra fundamental: “América Profunda”. La primera edición es de 1962, bajo el sello Hachette; luego en Bonum, en 1975, editorial que acogió varios de los escritos del grupo mencionado.
Años convulsionados, que tenían como telón de fondo el Cordobazo; el Mayo Francés; la vuelta de Perón; los golpes de Estado en la Argentina y la lucha armada, entre otras cuestiones geopolíticas y geoculturales, tanto de nuestro país como del mundo.
El legado indiscutible que nos deja Kusch, junto con otros pensadores latinoamericanos, es el de pensar a América desde América. La excesiva dependencia de la filosofía europea constituye uno de los problemas de la ausencia o nimiedad del pensar latinoamericano. En este sentido, el eurocentrismo abroquelado en el mundo académico vio, en muchas oportunidades, a Rodolfo Kusch como un peligro, un enemigo a expulsar.
La perspectiva del pensar situado tenía que ver con pensar América Latina sin trasplantar las “soluciones” desde Europa o los Estados Unidos. Esto no invalidaba el pensar europeo, sólo que las problemáticas del viejo continente nada tenían que ver con las nuestras. Por esta razón, una de las cuestiones fundamentales será el método, el desde dónde se piensa, la perspectiva. Incluso a nivel teológico (recordemos que Kusch es una de las fuentes también de la Teología de la Liberación) se manifestó de manera muy clara la diferencia entre Europa y América Latina cuando, después de los documentos conciliares del Vaticano II, aparece en nuestro continente el documento de Medellín, de 1968, donde se desarrollaba todo aquello que el Concilio no había alcanzado a pensar desde su mirada europea y blanca.
En “América profunda” Kusch hablará del “mero estar”, y luego desarrollará este concepto a lo largo de sus escritos, para llegar al “estar-siendo”. Justo es decirlo: en 1957 el poeta salteño Manuel J. Castilla publica “De sólo estar”, trabajo escrito entre 1953 y 1955. La referencia no es extraña, ya que la aportación de Kusch tiene que ver con la elaboración de un concepto que no brota desde lo individual, sino de un nosotros cultural.
Kusch abreva en nuestro suelo americano, y desde ahí da inicio, junto a otros, de un pensar filosóficamente el continente.
Carlos Astrada fue el gran especialista en Heidegger, y Kusch, habiendo sido discípulo de Astrada, toma la categoría heideggeriana del “dasein” para contraponer, de algún modo, el concepto de estar (indoamericano) con el concepto europeo de “ser”. Creo que el párrafo final de “El estar-siendo como estructura existencial y como decisión cultural americana” sigue vigente en nuestros días: “Y he aquí nuestra paradoja existencial. Nuestra autenticidad no radica en lo que Occidente considera auténtico, sino en desenvolver la estructura inversa a dicha autenticidad, en la forma de “estar-siendo” como única posibilidad. Se trata de otra forma de esencialización, a partir de un horizonte propio. Sólo el reconocimiento de este último dará nuestra autenticidad”.
Expulsado de la Universidad de Salta, Kusch se va a vivir a Maimará, un pueblito de la Quebrada de Humahuaca, en la provincia de Jujuy. Al parecer, la dolorosa expulsión del ámbito académico no hace otra cosa que arraigar su profundo destino latinoamericano. Kusch, que tanto profundizó en las raíces indígenas de América, estaba ahora ahí, con los suyos.
Pilar fundamental para un pensamiento y una cultura americanos, Rodolfo Kusch sigue teniendo una vigencia abrumadora si sabemos leerlo en su contexto. Nos desafía a pensar América y a pensar la cultura, no desde la exteriorización, no como una cosa, sino desde dentro, desde la raíz.
“La burguesía crea museos, salas de concierto, o habla de eternidad y universalidad sencillamente para ratificar que arte es materia de consumo y no de creación. De ahí nuestra crisis cultural. Es que la burguesía pareciera sospechar que la cultura no es algo quieto. ¿Será que advierte su sentido revolucionario? Todos tenemos conciencia de que en América se están transformando la sociedad, la política, el hombre. Pero la transformación cultural no se ha de entender como una nueva instalación de auditorios, bibliotecas o teatros. Esto es simple labor de funcionarios públicos que siempre harán maravillas en esto, porque al fin de cuentas necesitan justificar sus sueldos. La transformación cultural es más honda”.
¡Vaya si no tiene vigencia el pensamiento de Rodolfo Kusch!