Es difícil encontrar hoy, en Tribunales, a jueces y trabajadores que se inmolen por el Poder Judicial. Claramente, en mayor o menor medida casi todos reconocen que se trata de un Poder escasamente democratizado, y puesto mayormente al servicio de los poderosos. Aquella Justicia de la dictadura de aviesa complicidad con los genocidas, hoy conserva muchas viejas mañas a la hora de proteger a civiles y corporaciones consecuentes con sus propios intereses y muy obedientes de lo que baje del norte. Esa imagen de una Justicia libre, independiente y pareja para todos, desde el más encumbrado al más apocado, es menos que un cuento de niños, una mentira gigante puesta en evidencia, una vez más, con el escándalo de los jueces y fiscales que viajaron a Lago Escondido, invitados por el Grupo Clarín.
La Justicia debe ser justa, ni más ni menos que eso. Todos los presuntos delincuentes deben ser investigados, juzgados y eventualmente condenados o absueltos. Cuando la Justicia es una topadora que arremete contra los particulares de manera artera y direccionada, entonces no sorprende que un Consejo de la Magistratura este paralizado y con un autoproclamado presidente de la Corte como el piloto de una institución sólo útil para mantener un estado de falacia.
Cuando el presidente Alberto Fernández asumió en diciembre de 2019 llamó a terminar con los «sótanos de la Democracia». Bellas palabras para que todo siga igual, con un procurador como Eduardo Casal que ya lleva un increíble interinato de más de cuatro años. Ya pareciera ser tarde para tomar al «toro por las astas» y muchas de las cosas que ocurrieron durante el macrismo están frescas en la memoria de quienes presumen que la suerte está echada y que lo que vendrá en el país después del 10 de diciembre de 2023 será una sigilosa cacería de los «legítimos rebeldes». Por estos días, se puede percibir, también en los Tribunales Federales de Córdoba, esa rara quietud que antecede a tormentas fuertes. Seguramente, hay quienes ya preparan el champagne para celebrar, otros en cambio van buscando algún reparo, mientras esconden la desilusión. Como me confesó un importante magistrado, «está volviendo el miedo».