Sergio Bizzio: A veces me apoyo en hechos verídicos, pero mi intención es desbaratarlos

Dialogamos con Sergio Bizzio, sobre su novela "En esa época".

Sergio Bizzio: A veces me apoyo en hechos verídicos, pero mi intención es desbaratarlos

La historia argentina cuenta con un puñado de hechos extravagantes, al borde de lo imposible, que parecen extraídos de la literatura fantástica o una novela de aventura y, sin embargo, se realizaron como proyectos políticos, sociales, económicos. El cruce de los Andes, la bandera argentina flameando en Centroamérica y hasta en la actual California, la pomposa arquitectura de Buenos Aires, las monumentales obras de Eiffel en Córdoba, la convertibilidad… La lista es extensa, llena de claroscuros.

En esa época, la novela de Sergio Bizzio recientemente reeditada por Interzona, tiene como marco uno de esos acontecimientos notables del pasado. Porque antes del ascenso de Julio Argentino Roca al Ministerio de Guerra y su campaña del desierto, su predecesor, Adolfo Alsina, tuvo la idea de construir una trinchera de más de cuatrocientos kilómetros, dos metros de profundidad y tres de ancho, que atravesara la pampa.

La denominada “Zanja de Alsina” tenía como propósito controlar el territorio y enfrentar a los malones indígenas, que robaban ganado a los terratenientes sin someterse a la política de la nación emergente. Allí se encuentran, en las primeras páginas de la novela, un grupo de soldados. Cavan con pico y pala la tierra reseca, árida, bajo un sol asfixiante.

Pronto ocurre lo inesperado. Primero, restos óseos de un animal gigante, lo que quizás sea el esqueleto de la vaca mitológica. Después, bajo una loma, un objeto metálico con forma de trompo o de plato y con una puerta en la base. De ahí salen dos seres transparentes, surcados de venitas azules, con rasgos humanoides.

El intento por entender quiénes son (o, mejor dicho, qué son) esas extrañas formas de vida conduce a lo impredecible, a una zona en la que lo absurdo se vuelve normal y lo descabellado va en aumento.

La “Zanja de Alsina” no está muy presente en la memoria colectiva, al menos no tanto como la Campaña al desierto. ¿Cómo llegaste ahí?

Empecé a escribir nada más que con la idea de un grupo de soldados que cavan una zanja y encuentran enterrado un plato volador, y no supe qué era lo que estaban haciendo (ni lo que estaba haciendo yo) hasta que leí algo sobre la zanja de Alsina. Entonces todo pareció encajar. Ahí apareció la historia real. “Ah, bueno, estamos en 1875”. Volví al comienzo y lo reescribí todo en esa dirección.

El punto de partida no fue, entonces, la campaña del desierto. Pero hay una reconstrucción minuciosa de algunos aspectos de la época.

Es lo que decía antes. Situé la novela en ese contexto histórico cuando leí un ensayo, creo que era de Saer, sobre la Zanja de Alsina. Me resultaba todo muy interesante. Los malones indios que llegaban casi hasta las puertas de Buenos Aires, las políticas de los gobiernos de fines del siglo XIX para contenerlos, las estrategias de guerra… Adolfo Alsina, que fue Ministro de Guerra de Nicolás Avellaneda, era un moderado que preconizaba la anexión de tierras indias en base a alianzas, y un buen día, mientras negociaba con los indios una paz duradera, se le ocurrió cavar una zanja de 1000 kilómetros a lo largo de la línea de frontera, desde el sur de Córdoba hasta Bahía Blanca (“una muralla china invertida”, como dice el narrador de la novela), no para detener a los malones, que la cruzaban como si nada, sino para dificultarles la huida, que emprendían arreando un botín de miles de cabezas de ganado. La construcción de la zanja se le encargó a un ingeniero de origen francés, Alfred Ébelot.

Ese dato no lo sabía

Mirá hasta qué punto habré inventado cosas que la novela ya fue publicada cinco veces, por cinco editoriales distintas en estos años, y yo estoy leyendo las memorias de Ébelot recién ahora. Pero bueno, el caso es que la zanja no sirvió. Los indios eran más inteligentes: rellenaban la zanja con una parte del ganado y cruzaban el resto por encima. ¡Hacían lo mismo que hacen las hormigas! Unos años después llega el turno de Roca…

En esa época recupera algunos tópicos puntuales, como el personaje colectivo del malón o el de la cautiva.

Sí, pero muy lateralmente. Lo principal es lo que pasa con los indios y con el ejército cuando desentierran el plato volador y descubren que adentro hay dos seres extraños, transparentes, gelatinosos, que tienen la capacidad de levitar y una facilidad asombrosa para aprender el idioma, las costumbres y normas de la época, es decir, para hacerse argentinos, y cómo este encuentro influye en el conflicto que siguió al fracaso de la Zanja, con la llegada de un ejército bastante poderoso y dispuesto a todo. La novela es una versión desbocada de la Conquista del Desierto.

Entre el humor y la historia

Soldados, indígenas, extraterrestres y cautivas se comunican, en En esa época, con un idioma actual, próximo al castellano que habla el lector. Como si la lengua argentina fuera atemporal, sin que los giros del contexto influyan demasiado.

Sin embargo, la voz indígena es infrecuente en la literatura argentina.

¿Qué desafíos tuvo darle una voz propia a los indios?

Me gusta que en la novela no haya ninguna interpretación moral de la historia argentina, ni en boca de los caciques indios ni en la de los comandantes del ejército. Yo tenía mi posición sobre el asunto, pero el narrador no me llevó el apunte.

Hay un tono paródico, tanto de las crónicas de la época como también en la forma en que hablan los personajes. ¿Hay una intención de problematizar los relatos históricos o la construcción de la identidad nacional?

No, Dios me libre. Lo que hice fue tomar una parte de la historia real y convertirla en un pretexto para jugar con la imaginación. Entiendo la necesidad de la pregunta, pero no soy un historiador, soy un novelista, escribo ficciones. Por supuesto, a veces me apoyo en hechos verídicos, pero mi intención es desbaratarlos y llevarlos para otro lado. Dicho de otra manera: no me importa si es verdad o no que Roca era un hombre frío y patológicamente pulcro, para mí era petiso y le transpiraban las manos. En cuanto a los soldados, es verdad que estaban mal comidos, mal pagos, lejos de sus familias, prácticamente esclavizados y ajenos al sentido de lo que hacían: toda esa precariedad es cierta. Pero ahí termina la historia real (precisamente cuando encuentran enterrado un plato volador) y empieza mi propia historia.

¿Cómo funciona el humor en En esa época

Yo me divertí mucho con la relación entre los milicos y esos seres transparentes nacidos en la nave enterrada, y lo mismo con la relación entre los indios y los extraterrestres. Es una confrontación entre dos ignorancias ciclópeas, la de los milicos que por supuesto no tenían la más mínima noción de vida extraterrestre, y la de dos seres que nacieron enterrados y que a su vez no tienen la noción de un afuera. Dos mundos, o mejor dicho dos planetas, que se encuentran de golpe. Alguien me dijo que la novela es “un circo de sentidos y hechos”. Quizá eso explique el funcionamiento del humor.

Por último, ¿qué esperás del lector?

Que la disfrute ¿no? ¿Qué más?

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