Encender la rabia: la escritura rebelde de Pedro Lemebel

Por Maximiliano Suarez

Encender la rabia: la escritura rebelde de Pedro Lemebel

Pedro Mardones -conocido comúnmente como Pedro Lemebel- nació en el barrio de San Juan de la Aguada (Zanjón de la Aguada) en Santiago de Chile, en 1952. Su apellido se lo debe a su madre Violeta Lemebel, como un modo de reconocimiento a las mujeres de su familia, pero también lo hace como una forma de desestabilizar las imposiciones patriarcales hegemónicas.

De familia pobre y sin un libro en el hogar, ingresó al mundo de la lectura a través de los programas de radio que escuchaba. Trabajó como docente de artes, incursionó en la escritura de cuentos de ficción hasta que se dio cuenta de que este género ya no le era suficiente, por lo que se vuelca a la escritura de la crónica. En relación con sus obras, en 1986 nace su primer libro “Incontables”, en 1995 “La esquina es mi corazón”, y en 1996 “Loco afán. Crónicas de sidario”. Escritor rebelde y militante -sin afiliación política, pero con el corazón en la izquierda- enfrentó a la dictadura de Pinochet en las calles, demandando por los cuerpos de aquellos detenidos, de las personas que estaban desapareciendo en esos días.

En la década de 1980, en plena dictadura militar, Lemebel, junto a Francisco Casas (Panchito), fundan un trabajo artístico y político: “Las yeguas del Apocalipsis”. Su obra tuvo como objetivo poner en boca aquello de lo que no se hablaba: «era un imaginario social, político y sexual donde exponíamos nuestras demandas a través del cuerpo: el cuerpo en escena, el cuerpo performance, el cuerpo agredido de la homosexualidad proletaria. Eso fue en los 80, cuando la homosexualidad no tenía un discurso público y nosotros pensamos que era un gesto importante en momentos en que venía la democracia». Allí se sumaron otros temas como el SIDA, que lo expusieron en la performance “Lo que el sida se llevó” para tomar conciencia de lo que estaba aconteciendo.

Según la crítica cultural, Lemebel es una de las figuras más destacada de la llamada “nueva crónica latinoamericana” (neocrónica) por habilitar un espacio para la reflexión de los oprimidos: los desplazados, las mujeres, las etnias o las minorías sexuales en relación al poder. Él usa la crónica como elemento rebelde de protesta contra el sistema; en ella reclama la función de pensar del ciudadano. El interés por lograr una justicia social lo moviliza a escribir dando voz a aquellas personas que están en desventaja frente al poder. Lemebel, con su lenguaje duro y ácido, escribe desde una «territorialidad movediza, tránsfuga» con el único fin de hacer circular sus escritos por otros espacios fuera del ámbito académico. La escritura barroca (o ‘barrosa’ como lo piensa Soledad Bianchi) de sus textos muestran el buen manejo y el juego del lenguaje con el que articula cada palabra. Aquí, vida y escritura están fusionadas en una red de la que es imposible separar al ciudadano del escritor. Para el autor de “Perlas y cicatrices” (1998), la escritura fue entendida como ese «pequeño rito travesti» -como él solía llamar- por creer que las palabras de sus textos estaban maquilladas. Fetichista de sus tacos altos por considerarlos que eran un instrumento político y una manera de «carnavalizar la seriedad de la reflexión», los lleva consigo a todos lados.

Lemebel recupera en sus libros la homosexualidad, más precisamente la figura de la “loca”, de la travesti, porque le permite desarmar esa construcción cultural instalada. En una entrevista del año 2000 expresó: «me interesan las homosexualidades como una construcción cultural, como una forma de permitirse la duda, la pregunta; quebrar el falogocentrismo que uno tiene instalado en la cabeza. Es como la construcción cultural de otro, tal vez en ese otro están incluidos otros colores, otras posibilidades insospechadas de las minorías».

Las crónicas de Pedro fueron escritas desde el bullicio humano, con el deseo de que sus palabras llegaran -desde la oralidad, desde la escucha- a cada casa donde no había libros. En esta ocasión, me parece importante recuperarlas porque habilitan otras formas de reflexión. Su pensamiento se actualiza con cada lectura. Las palabras del ayer vuelven a ser los temas del presente.

Quisiera recordar aquella crónica que escribió -por la que obtuvo una retribución económica que lo motivó a seguir escribiendo- y que fue su caballo de batalla: “Manifiesto: hablo por mi diferencia”. Texto con el que salió a reclamarle, a discutir y a preguntarle a la izquierda sobre el destino de las diversidades: «A usted le doy este mensaje/ Y no es por mí/ Yo estoy viejo/ Y su utopía es para las generaciones futuras/ Hay tantos niños que van a nacer/ Con una alita rota/ Y yo quiero que vuelen compañero/ Que su revolución/ Les dé un pedazo de cielo rojo/ Para que puedan volar».

Lemebel, el creador de la novela “Tengo miedo torero” (2001), habita un estilo de «contracultura» para fracturar e incomodar no sólo al poder sino a la sociedad en sí. Las crónicas del libro “Loco afán”, por ejemplo, muestran la relación y el cruce entre homosexualidad y SIDA. También aborda el travestismo, todo esto a partir de una investigación afectiva, como él decía. Allí describe la experiencia de la enfermedad desde los cuerpos vivos, también narra los amores y desamores que se presentan, los miedos, la soledad y la violencia en tiempos de dictadura, escribe desde el dolor por las pérdidas y la precarización de algunas vidas, pero también utiliza un humor negro para leer lo que está aconteciendo desde otro lugar. Plantea la solidaridad como posibilidad. En “Crónicas de Nueva York” narra su viaje a EE.UU. para participar del evento sobre los veinte años de Stonewall. En ese texto denuncia la figura hegemónica de los gais que asistían al bar, y se pregunta si en ese lugar se encontraba toda la diversidad. Su lengua tajante manifiesta: «no me quedé mucho rato en el histórico barcito, una rápida ojeada y uno se da cuenta que no tiene nada que hacer allí, que no pertenece al oro postal de la clásica estética musculada, que la ciudad de Nueva York tiene otros recovecos donde no sentirse tan extraño, otros bares más contaminados donde el alma latina salsea su canción territorial».

El escritor nos deja pensando si realmente todas somos invitadas, por igual, a participar en la mesa o en la fiesta de esta comunidad diversa, y desde qué lugar lo hacemos.

Este mes es importante a nivel global porque se transforma, en muchos países, en un arcoíris de colores que nos recuerdan y simbolizan la lucha y la reivindicación de la diversidad en todas sus formas. Precisamente, ayer, 28 de junio, se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBTTTQ+, y se cumplieron los 53 años de los disturbios de Stonewall, ocurridos en 1969 en Nueva York, donde un grupo de personas se enfrentó a la policía en un pub para hacer frente a los abusos de poder, marcando así el inicio de una movilización colectiva que busca igualdad, equidad y libertad de derechos.

Esta fecha es un ejercicio de visibilidad y de resistencia frente a grupos de extrema derecha que ponen alambradas, aún hoy, al camino de la diversidad sexual, persiguiendo y criminalizándola. Recordemos el episodio, aquí, en Córdoba, a finales de junio del 2020, cuando un grupo de personas impidió que se izara la bandera de la diversidad en el Parque Sarmiento. Sumado a esto, este 30 de junio en el recinto del Senado de la Nación se tratará el proyecto de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis, ITS y Tuberculosis, que podría convertirse en ley. Con deseo y esperanza -porque ya no hay más tiempo- queremos ¡Que sea ley!

Recuperar el pensamiento de Pedro Lemebel es una manera reivindicatoria de las políticas culturales que se disputan en la actualidad. «No quiero que me acepten o me comprendan. La tolerancia no es un mandamiento a seguir. Quiero permitirme la rabia y la negación, y la mala leche que tengo es para marcar territorios en esta globalidad de discursos». Por eso, hacer rabiar nuestra lengua, sobre todo cuando se vulneran nuestros derechos, es un buen ejercicio para no acostumbrarnos a callar cuando es necesario hablar. Ojalá podamos ser tan porfiadas para seguir luchando y construyendo otro mundo más habitable desde una rabia organizada.

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