Desde la noche de los tiempos el ser humano ha intentado instrumentalizar el poder sugestivo de la música junto con la magia creadora atribuida a la palabra para acceder a otros niveles de conciencia y conocimiento, cuando también para persuadir a las muchedumbres. Dicen que en un principio fue el verbo: el enunciado que desató la expansión del universo a partir de la nada misma. Y que la música todo lo puede, incluso amansar a las bestias. O a los demonios.
Y así como hay mucha poesía y muchas canciones que no dicen nada, que se limitan a tipear enter a mitad de una frase para que se vayan armando columnas de texto más o menos parejas de ancho, también hubo artistas que intentaron explorar ese poder oculto de la poesía y la canción empujando hasta más allá de las fronteras conocidas en busca de materializar ideas traídas de otros planos. Se trata siempre de artistas casi secretos. No porque estén escondidos, sino porque muchas veces quedan camuflados y solapados en medio de una larga lista de artistas engañosamente similares.
A finales de los años ’60, el rock se fue endureciendo y complejizando a niveles desconocidos por entonces, dándole lugar a la aparición del metal. Esa evolución musical fue acompañada por una fuerte inclinación al misticismo, con particular preferencia por las prácticas ocultistas, la magia Wicca y el satanismo moderno de Anton LaVey. Muchas bandas de por entonces asumían una identidad completamente referidas a estos credos. Entre las propuestas más interesantes –por fuera de los más conocidos, como Led Zeppelin y Black Sabbath– hubo algunas muy originales como los estadounidenses Coven (1967-1975), que reunía la psicodelia y la magia en sus canciones o los británicos Black Widow (1969-1973), que fueron de los primeros en utilizar iconografía satanista en sus puestas en escena. A esta sub-vertiente se la conoció posteriormente como occult rock.
Pero hubo una banda que destacó por la originalidad directamente proporcional a su misterio: Jacula.
El título hacía referencia a un comic italiano que mezclaba horror gótico con erotismo casi explícito, muy popular en la época. Esta revista era la lectura favorita de Antonio Bartoccetti, el compositor detrás de Jacula y de los proyectos que la continuaron: Zora, Dietro Noi Deserto, Invisible Force y Antonius Rex.
Nacido en Macerata en 1946, era un novato aficionado al ocultismo cuando se mudó a Milán para seguir las enseñanzas del mago Franz Parthenzy, médium que fue la pieza clave para su legendario disco In Cauda Semper Stat Venenum (1969). El disco está disponible fácilmente en la web y asombra por lo moderno, contundente y original. Como si fuera un género en sí mismo. Son seis piezas compuestas en base a los bocetos melódicos de Parthenzy, arregladas por Bartoccetti, quien toca la guitarra, canta y recita. En voz y teclados está Fiamma Dallo Spirito (a.k.a. Doris Norton), posteriormente conocida por sus innovaciones en la música electrónica durante los ’80 y ’90. El tercer miembro era Charles Tiring, que se ocupó del órgano de viento y desapareció en circunstancias misteriosas en 1979. Cuenta la leyenda que el disco fue grabado en un convento en ruinas en las afueras de Londres en 1969 y que sólo imprimieron 333 copias del LP, que no fueron comercializadas por los canales habituales sino que se repartieron entre sociedades esotéricas de toda Europa. Solo tocaron una vez en vivo en Milán, ante unas treinta personas, en un recinto iluminado con velas.
El segundo álbum de la banda se tituló Tardo Pede in Magiam Versus (1972). Fue grabado en Milán con el apoyo de Gualtiero Guerrini y una congregación mística. Luego, se separan durante 40 años. Y Jacula no vuelve a sacar un solo álbum hasta Pre Viam (2011). En el medio, Bartocetti haría versiones más comerciales de su música (como el álbum Zora) o directamente reescribiría y regrabaría la música de Jacula en versiones mejoradas (como Anno Demoni). Luego, dejaría de publicar música desde 1980 (Praeternatural) hasta 2002 (Neque Semper Arcum Tendit Rex).
Además de la desaparición misteriosa de Charles Tiring, tendría que perder a otro músico: Albert Goodman. El mago Parthenzy fue reemplazado por la médium rumana Monika Tasnad. Doris Norton seguiría sus propios proyectos (fue pionera en el uso de sintetizadores) pero de su unión con Bartoccetti nacería el hijo común de ambos y luego tecladista en Pre Viam: el conocido compositor de música electrónica Rexanthony.
Hay un libro biográfico de Eduardo Vítolo llamado Magister dixit, la leggenda esoterica di Jacula e Antonius Rex (2015, no traducido al español) en el que Bartoccetti afirma: “Los pasajes de In Cauda hablaban de rituales ocultos, con masas demoníacas, en los que la protagonista era la esposa de Tiring, Wandessa Yelton (“Ritus”). Conversaron sobre lo que el Maestro debió haber dicho antes de embarcarse en prácticas esotéricas, pesadas y extremas (“Magister Dixit”). Hablaron de una nueva forma de usar la guitarra eléctrica rítmica con pluma y golpeador, lo que generó interrogantes en el mundo: ¿el primero en usarla fue Antonio Bartoccetti o Tony Iommi? (“Triumphatus Sad”) Hablaban de la inquisición española y de la lucha contra las brujas, con Franz insinuando una melodía que luego recogía al piano (“Veneficium”). Hablaban de la iniciación de la novicia a través de un piano mágico-gótico, de vocalizaciones femeninas fantasmales, de escenarios típicamente oscuros, de música nacida una vez más de sesiones mediúmnicas (“Initiatio”)… ego sum saga”.
La propuesta musical de Jacula es una especie de metal progresivo con atmósfera esotérica –por momentos bucólica y pagana, por momentos gótica y oscura– que incluye ritmos funk, arreglos con clavicordio y órgano de viento, sonidos sintéticos y recitados en latín. La crítica especializada está aún hoy dividida entre quienes consideran este proyecto una obra maestra o un fake muy bien hecho (el disco nunca se presentó oficialmente hasta 2001, en una reedición cuyo sonido es considerado imposible para 1969). A las controversias respecto a la verdadera publicación de In Cauda Semper Stat Venenum, se suma el misterio de sus integrantes perdidos y de otros colaboradores cuyos trayectos son imposibles de rastrear. También se rumorea (y hay diarios de la época que siembran la duda) de que la cantante Fiamma Dallo Spirito no sería Doris Norton sino la cantante Vittoria Lo Turco. Con Bartoccetti todo es leyenda y mito. Es una figura esquiva y ambigua, que aparece y desaparece cada tantos años, demostrando no tener interés alguno en la lógica comercial del mundo de la música, editando sus discos más para sí mismo que para un potencial público. La lectura de Magister dixit no despeja sombras sino que añade más misterio a su enigmática figura. No obstante, a más de medio siglo de la aparición de Jacula, mantiene sus convicciones firmes y frescas, indagando en el mundo de la magia, la oscuridad y las fuerzas invisibles que alimentan su música desde siempre.