Zafé y estoy viva, pero hay gente que no puede decir lo mismo

La autora de Las Malas” dialogó con HOY DÍA CÓRDOBA de cara a su concierto del domingo en Club Paraguay

Zafé y estoy viva, pero hay gente que no puede decir lo mismo

María Constanza Prato (de nuestra Redacción)

Camila Sosa Villada ya es un nombre mayor de la cultura local: artista transgénero que se desempeña con igual talento como actriz, escritora y cantante; este domingo a las 21 en Club Paraguay presentará su concierto anti San Valentín” titulado Revancha” junto a Franco Dall’Amore. Sosa Villada ganó el año pasado el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con su libro Las Malas” (Argentina, 2019).

De cara a su espectáculo, dialogó con HOY DÍA CÓRDOBA sobre su carrera, la transfobia que existe en nuestra ciudad, el ataque a la bandera LGTBQ+ en el Parque Sarmiento y sus vivencias, entre otras cosas.

 Volvés a los escenarios de Córdoba con Revancha”. ¿Cómo estás para el show?

 Estamos ensayando un montón, desde el año pasado en realidad, porque en noviembre teníamos una presentación en el Centro Cultural España Córdoba. Como no pudieron tener el protocolo preparado para esa fecha, se canceló. Con el Fran la verdad es que nos extrañábamos mucho, habíamos tenido la oportunidad de hacer Revancha” sólo una vez en Buenos Aires; acá en Córdoba no la habíamos hecho nunca. Nos animamos a meter algunos tangos, que es una de las cosas que más nos gusta cantar. Estábamos bastante ansiosos por eso, así que ensayábamos todas las semanas… ahora estoy cosiendo el vestido para el sábado, que es rojo y de lentejuelas, así es como me preparo.

 Después de llegar a ser reconocida y tener la posibilidad de viajar por distintas partes del mundo… ¿Hay algo que te remueva cada vez que volvés a Córdoba?

 No, yo creo que me remueve como le puede remover a cualquier persona que está atenta a determinadas expresiones de odio que se dan mucho en la ciudad, sobre todo la cosa tan cristiana mata putos”, que es tremenda. También que estén llevándose puestos todos los árboles que hay alrededor de la ciudad, con los bosques nativos que nos protegían de un clima tan despiadado como el que está haciendo ahora. Esas cosas me remueven y me hacen sentir triste, pero no por mi historia personal. Yo creo que hubiese sido igual en cualquier parte del mundo. Aparte nunca me fui de Córdoba, siempre que me he ido a vivir a Buenos Aires, ha sido por poco tiempo. No me imagino viviendo en otro lado. Lo que me pone furiosa de la ciudad es la enorme presencia de la iglesia, aparte yo vivo en la esquina del Santo Tomás y viví once años en la esquina del Pío X, y he visto cómo son, cómo se manejan, cómo ocupan toda la calle creyéndose dueños de toda la manzana, de la ciudad. Esas cosas sí me molestan. Después le tengo mucho cariño a las personas que viven acá: mi maestro de teatro, mis amigos, el bar en el que me emborracho…

 ¿Sentís que subirse a un escenario en nuestra ciudad fue una especie de reivindicación?

 No creo que sea reivindicatorio. Nunca pienso en esos términos de que un espacio para cantar o actuar sirva para otra cosa. No me preocupo, ya que eso lo decodifican las personas que me van a ver. No es algo que tenga que hacer yo. No hay nada que me produzca más rechazo que esa consabida de algunos artistas de subirse a un escenario a decirte como tenes que pensar o escribir… me da la sensación de que es tan perjudicial como la reproducción de los medios de comunicación con respecto a determinadas posiciones que toman con cuestiones que pasan en la sociedad, por ejemplo: la ley del aborto, la ley de cupo laboral trans, etc. Yo trato de no ponerme en ese lugar. De hecho en 2019 hice la obra Vienen por mí”, de Claudia Rodriguez, una escritora chilena trans, que tiene un contenido de mucha presencia en cuanto a la política, al empobrecimiento, a toda la cuestión transgénero… yo no podía hacerla como ella porque Claudia tiene un agite mucho más político que el mío. Yo pensaba: ¿Cómo le doy la vuelta para no quedar hablando como si fuera una activista?”, así que le dimos un giro de rosca con la escenografía, la puesta, el tipo de actuación que yo hacía.

¿Sentís que el arte fue un antes y un después en tu vida? ¿Algo que te salvó?

 No, porque no hubo un antes. Yo estuve metida en este universo, esta manera de ser, desde que soy muy pequeña. Empecé a leer y a escribir a los cuatro años, fue algo que nunca se detuvo. No hubo un antes para eso. Yo cantaba, estudiaba folklore y actuaba en los actos escolares… Sí hubo un después, cuando me hice un poco más conocida, empezar a tener más laburo. Eso sí fue un antes y un después. Y también hubo un después mucho más enorme con Las Malas”, porque me da bastante dinero. Es un libro que se vende, entonces me va muy bien económicamente. Pero no hubo un antes. Vos sabes que no sé cómo hubiese sido la vida sin esto…

Con respecto a tu obra Carnes tolendas, retrato escénico de una travesti”, ¿tenías algún deseo antes de que se convirtiera en un éxito?

¡Ay, no! ¡Nada! Carnes tolendas” es la tesis de María Palacios, que además es la directora. Nosotras hacíamos la obra, María me pasaba a buscar por la pensión luego de una jornada entera de laburo a la noche, ella me llevaba en su Ford Ka chiquitito rojo y me daba el desayuno. En el medio tuve un par de situaciones… siempre era hacer la obra para poder pasar tiempo con ella. Éramos muy jóvenes y estábamos forjando una amistad, lo lindo eran los momentos juntas. Sí, por supuesto, también poder hablar de todas esas cosas que no había tenido la oportunidad de decir nunca sobre mi travestismo, mi familia… Era puro gusto hacerla, no teníamos ni la menor idea de lo que iba a pasar. No nos imaginamos que íbamos a terminar haciendo funciones cuatro veces por semana, ni viajar y conocer lugares. Así he hecho todo en la vida. Con Las Malas” me pasó lo mismo, todos me preguntan: ¿Vos sabías lo que iba a pasar?”. Yo la verdad que escribí el libro, no sabía qué iba a pasar. Juan Forn, el editor, le tenía fe. Estaba convencido de que iba a funcionar bien, pero a mí no se me ocurría.

¿Las Malas” nace de una necesidad o sólo lo escribiste y ya…?

 Yo estaba haciendo El Cabaret de la Difunta Correa” en 2017. Al final de la obra aparecía la Tía Encarna y hablaba de que las travestis de Parque Sarmiento, ella en particular se habían encontrado a un hijo de la Difunta Correa. La incógnita que teníamos cuando hacíamos la obra era ¿Qué había pasado con el hijo de la Difunta?”, que es algo que no está resuelto en el mito popular. Entonces a mí se me ocurrió decir que al bebé lo encontraron las travestis del parque. La Tía Encarna cerraba la obra hablando de los milagros y contaba que se había encontrado al hijo en una zanja… ahí me picó el bichito y dije: Acá hay más para contar”. Me puse a escribir con muy poca disciplina, con la que escribo habitualmente… cuando tuve treinta páginas, se las mande a Forn, que me había dicho que me quería publicar. Después de que lo leyó, me dijo: Sabía que eras de verdad, vamos para adelante. Seguí escribiendo”. Tal vez si no hubiese tenido la mirada de Juan el libro hubiese sido menos legible, quizás por como escribimos las travestis. La necesidad de escribir, que es inevitable, no se puede detener. La verdad es que no me puedo pensar de otra manera que no sea escribiendo o leyendo, actuando y cantando… es el modo en que vivo. La escritura es un acontecimiento sólo con una misma. El mundo de la literatura es un universo muy teatral, donde los escritores se muestran como escritores, las escritoras hablan como escritoras… los eventos de literatura siempre son fatalmente aburridos porque siempre está esa cosa de mostrarse como tal, de interpretar ese papel.

 ¿Por qué decís en tu libro El viaje inútil” que la escritura fue tu primer acto de travestismo?

 Yo decía que mi primer acto de travestismo fue a través de la escritura, porque antes de salir a la calle vestida como mujer escribía una novelita a mano en las hojas Rivadavia en donde la protagonista se enamoraba de su profesor de gimnasia… lo hacía, porque en realidad, la que estaba enamorada del profe de gimnasia era yo. La protagonista era yo misma. Por supuesto que yo en ese momento ya me travestía adentro de mi casa, me ponía la ropa de mi mamá, me pintaba dentro del baño. Cuando iba a la escuela, en el camino como era de madrugaba, paraba y sacaba un rimmel que me había comprado con los ahorros de todas mis meriendas, y me ponía mascara de pestañas. Pero nunca había salido de mi casa vestida como mujer. Cuando escribí la novela, todo se desató y se volvió más sencillo. Entenderme a mí y todo lo demás.

Acá en la provincia sigue habiendo mucha homofobia y transfobia. Me gustaría saber ¿qué sentiste con el ataque a la bandera LGTBQ+ en el Parque Sarmiento ocurrido el año pasado?

Sí, que horror. Soy de otra generación, soy una vieja travesti. Hace muchos años que soy trans y empecé desde muy chica, entonces me lo tomé de otra manera porque no me sorprende que hagan esas cosas. Yo dije: Bueno, nosotros estamos pensando que la manera de cambiar las cosas sólo es a través de la insistencia”. Me parece que está muy bien porque nos mantiene a todas con las manos calientes, con las ganas de cambiar el mundo intactas. Pero también pienso que hay que saber qué batallas vamos a dar. Saber dónde tenemos que poner la fuerza, es una manera inteligente de pensar en cambiar el mundo.

Creo que esta batalla no era importante, porque ellos ya se habían puesto en evidencia, ya habían hecho sus barbaridades. Salió una chica golpeada en la cabeza con una cadena, entonces tenes que decir: Acá no hay que perder energía, con estos viejos de mierda. ¿Queres quedarte con tu bandera? Tomá, perdétela en el culo. Nosotros nos vamos a hacer otra cosa”. Yo pensaba: ¡¿Cómo no hicieron una fiesta?!”, ahí nomás organizaban un pequeño protocolo de distancia, unos parlantes grandes en el medio de la calle. Esa era la manifestación. Pero ir cuerpo a cuerpo, con un tipo que va armado a una manifestación, es ponernos en un peligro en el que no tenemos que estar. Eso es algo que las travas sí sabemos. Las travas sabemos que hay peligros que no tenemos que tomar, eso es una inteligencia. No hay que ser temeraria. Nosotras ya somos carne de cañón de toda la vida: ponernos en una esquina, vivir en una pensión y tener que pagar el doble. Me quedé con la sensación de que se podría haber hecho otra cosa y no ponerse en riesgo.

Fue un momento muy triste. Esas personas que tienen este tipo de expresiones sobre la diversidad, sobre las mujeres, el progreso cultural son como monos porque no entran en razón. No hay que pensar en cambiarle la mente a nadie, eso no se hace. No entran en razón, son unos pelotudos.

 Con respecto a la nueva polémica sobre el uso del lenguaje inclusivo ¿Qué postura tomas?

Lo que pasa es que yo escribo, entonces mi relación con el lenguaje es muy diferente a la de una persona que lo usa para sobrevivir y nada más. Yo hablaría de una libertad enorme en relación con la palabra y el lenguaje. Eso no sería medida de nada para nadie. El lenguaje es lo más poderoso que existe, indestructible. No hay manera de pensar el alcance que tienen las palabras y la comunicación. Por supuesto que causa terror que una parte de la sociedad diga: No, hay una parte de este lenguaje que también es mío, me pertenece y lo voy a hablar como quiera”. Entonces me parece importante que al menos se ponga en discusión.

¿Alguna vez volviste a sentir que estabas en un gran peligro, quizás al límite de la muerte?

Con este tema soy bastante cuidadosa porque siento que hay travas que la pasaron peor. Sí estuve en peligros muy grandes, siendo muy chica, estaba muy expuesta a cosas que no deberían haber sucedido y alguna que otra vez por supuesto que tuve miedo por mi vida. Pero creo que hay travas que la pasan peor: las que vivieron la dictadura, las de mayor edad, las que fueron grandes acá en Córdoba en los ’80 y ’90… una escucha los testimonios y piensa que eso es la muerte, ese es el peligro de muerte: que te secuestren y te lleven a La Perla sin saber qué mierda te va a pasar. Poniendo en comparación situaciones que tuve con clientes, algunos que se quisieron pasar de vivos, siempre zafé y estoy viva, pero hay gente que no puede decir lo mismo.

Pensando en el pasado, ¿hay alguna decisión que hubieses evitado?

Supongo que darle mucha importancia al amor, ese que se tiene de un hombre de muchas maneras: profesionalmente, amorosamente, familiarmente. Eso lo digo ahora. De todas maneras, haber sido así de emocional en algún momento también estuvo muy bien.

 Si tuvieras la posibilidad de volver el tiempo atrás y tener un momento con todas las travas del Parque Sarmiento juntas, ¿qué te gustaría decirles?

Que la pasemos mejor, que nos vayamos a las sierras.

¿Y a las travestis de hoy que le dirías?

Que va a estar todo bien y que tenemos que estar vivas. Que nos tenemos que cuidar y cuidar nuestra salud. Los cambios sociales llevan mucho tiempo. No nos tiene que pasar como Lohana que peleó, luchó, sentó precedentes, que hizo todo lo que hizo por las travas y no pudo gozar de ningunas de las leyes que están ahora dando vueltas. Insisto en condensar en la guita y hacer dinero. No podemos ser pobres las travestis. Lo cierto es que la herramienta es la transfobia, pero el objetivo es empobrecernos.

¿Te meterías en política?

¡Ay, no! ¡Jamás! Ni en pedo.

¿Cómo definirías la relación con tus padres hoy?

Como la que tienen todos con los suyos, muy transparente, honesta y sincera.

 ¿Qué vamos a ver de Camila el domingo?

Se va a escuchar en un concierto con algunos boleros, tangos y cumbianchas en la que me animo como cantante. Hace mucho que canto y que estudio, es algo que me da mucho gusto hacer. En un momento me quedé sin guitarrista y mágicamente me encontré con Franco Dall’Amore. Nos empezamos a juntar e hicimos Concierto triste” en 2018, donde la pasamos muy bonito. Después dijimos de hacer tangos del principio del siglo XX que son picarescos, divertidos, que son bocas sucias… entonces fue una revancha al concierto que hicimos hacia el amor, con canciones que nos hacían llorar.

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