Los jóvenes resignifican la cultura del mate

Se reinventa el ritual del mate con estilo, conciencia y sentido de comunidad. La tradición se adapta a nuevos espacios, manteniendo viva su esencia cultural.

Los jóvenes resignifican la cultura del mate

Ronda de mate entre jóvenes.

La cultura del mate vive una nueva etapa de auge entre los jóvenes, quienes lo adoptan no solo como una bebida tradicional, sino como un símbolo de pertenencia, bienestar y expresión personal. Mates de distintos tamaños, colores y materiales, termos intervenidos y una selección consciente de yerba mate marcan la tendencia entre los universitarios, que llevan la ronda matera a espacios como parques, aulas, bibliotecas y centros culturales.

Este grupo etario transforma la clásica imagen del mate compartido en la cocina familiar, una costumbre presente en el 90% de los hogares argentinos, y lo integra a su rutina diaria como un ritual de conexión, contención y disfrute. Las largas jornadas de estudio, el estrés académico y las pausas entre clases encuentran en el mate un punto de encuentro y relajación.

El interés por lo saludable también es parte del cambio: las nuevas generaciones eligen yerbas más suaves, duraderas y con sabores que perduren. El consumo responsable y la valoración de lo artesanal se imponen como valores centrales. Así, el acto de cebar se convierte en una declaración de estilo, pero también en un ejercicio de cuidado propio y colectivo.

En línea con esta transformación, iniciativas como El Mate en la Escuela refuerzan el vínculo entre la infusión y la educación. Este programa, impulsado por el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) en conjunto con empresas del sector, se desarrolla en cinco provincias y busca fomentar el consumo saludable, la historia cultural del mate y su valor social en las aulas.

En la localidad misionera de San Pedro, la EPET Nº 20 forma parte de este proyecto con la entrega de mates autocebantes y yerba mate, promoviendo una experiencia integral que une aprendizaje, comunidad y tradición.

El mate, lejos de perder vigencia, se reinventa entre los jóvenes como un lenguaje común que acompaña, une y transforma.

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