Por Pablo Ardiles. Párroco y director Junta de Catequesis de Córdoba.
Recordar a Francisco con verbos y con imágenes, poder hacer memoria agradecida de este pastor con olor a ovejas. Se me vuelve inevitable recordar esa manera que tenía de transmitir. Pienso que era un poco el Papa de los verbos, siempre recuerdo aquellos verbos tan hermosos que nos escribió en Evangelii Gaudium, por ejemplo el de primeriar.
Creo que no era casual que a cada rato inventara un verbo nuevo y que a cada rato nos ofreciera un neologismo nuevo. Atrás de cada verbo creo que se escondía esta enorme misión de no quedarnos solo con palabras bonitas a la hora del evangelio, sino ponernos manos a la obra.
Las imágenes tan hermosas no son simplemente una cuestión estética. Las imágenes hermosas que nos ha dado Francisco son una verdadera interpelación para todos los cristianos, para todos los bautizados y que decir para nosotros, los sacerdotes, cómo nos llegó al corazón ese pastor con olor a ovejas que nos dio un impulso, una frescura, una verdadera primavera vocacional para quienes vivimos hace ya algunos años el sacerdocio.
Últimamente ese «todos todos todos», esa palabra nos movilizó, nos amplió los horizontes, nos abrió las puertas nos sacudió las estructuras, nos abrió los ojos. No podemos olvidar toda su lucha, todo su testamento espiritual en este signo de la sinodalidad, en donde justamente hizo vida esos verbos que él tan ingeniosamente nos daba ese «todos todos todos» se quiso traducir y se tradujo en ese signo de la sinodalidad, en donde quiso realmente construir y dar pasos firmes y seguros para que ese «todos todos todos» no quedara simplemente en palabras o en imágenes sino en una verdadera realidad eclesial y una escultura eclesial de la comunión y la participación.
El Papa de los gestos que nos sorprendió tanto el día que fue elegido Papa y empezó su pontificado diciendo «buona sera», eran las palabras de un sencillo, de un cercano, de un hombre enamorado de ese Jesús de los discípulos de Emaús que se acercó para caminar al lado de ellos escucharlos y hacerles arder el corazón. Ese Papa que apenas elegido lo primero que hizo fue ir a Lampedusa, a esa herida abierta en Europa y en el mundo, donde tantas esperanzas se ahogaban en un mar de injusticias.
Francisco tuvo la enorme responsabilidad y la enorme misión y visión de hacer visibles a los invisibles. Las flores sobre el mar nos interpelaron a todos pero nos hicieron ver lo que nadie veía: las esperanzas ahogadas en el mar de la injusticia a partir de Lampedusa. El debate se abrió y se empezaron a abrir puertas y compromisos pero simplemente en el comienzo. Un Papa profundamente misionero, un Papa de los sencillos y de los humildes, un Papa que quiso que Roma tuviera olor a evangelio, un Papa que también comprendió y asumió el legado de los pontífices anteriores y profundizó el legado del Concilio Vaticano segundo.
Creo que vamos a necesitar mucho tiempo para terminar de reunir todo lo que nos ha dejado Francisco. Nos ha dejado una misión y esa misión es la de seguir a Jesús y vivirlo, pero no con palabras no con imágenes sino con verbos con acciones como él le gustaba y como él nos enseña.
Gracias Francisco, gracias por tu obra, tu legado, tus palabras, tus gestos que nos dejan muchos verbos para el camino y nos invitan a hacer y amar.
Ha muerto, en la Pascua, el líder más importante de la humanidad en el siglo XXI