Con la amenaza de una tercera ola del coronavirus a la vuelta de la esquina, cientos de miles de personas salieron el fin de semana en las principales ciudades de Brasil a protestar por la gestión de la pandemia por parte del presidente Jair Bolsonaro, que se encuentra cada día más radicalizado en su negación de la crisis sanitaria que sacude al vecino país.
El sábado, una jornada de protestas convocada por sindicatos, movimientos sociales y organizaciones estudiantiles, entre otros sectores sociales, se replicó en decenas de ciudades a lo largo y ancho del territorio nacional a lo largo de todo el día. Las masivas movilizaciones contra el Gobierno incluyeron reclamos por un aumento de las ayudas económicas, la aceleración de la campaña de vacunación y un respaldo contundente al pedido de juicio político contra el mandatario en el Congreso.
En cada protesta, que sumó el respaldo de todo el arco político opositor -incluido el Partido de los Trabajadores (PT)-, los organizadores pidieron que todos usen tapabocas, respeten un distanciamiento mínimo y en algunos casos, como en Río, se vio a personas repartiendo alcohol para higienizarse y evitar contagios masivos.
En San Pablo, la protesta inundó la simbólica avenida Paulista, donde miles de manifestantes recordaron a los más de 450.000 muertos por Covid-19, una cifra que podría crecer rápidamente de nuevo ya que nueve capitales de estados más Brasilia ya volvieron a superar el 90% de ocupación de sus terapias intensivas, según cifras oficiales citadas por el diario Folha de Sao Paulo.
Ayer, las masivas manifestaciones se repitieron en las principales ciudades de Brasil: en Río de Janeiro, alrededor de 10.000 manifestantes gritaron Bolsonaro genocida” y Vete, Bolsovirus”; mientras que en otras ciudades -como San Pablo, Brasilia, Belo Horizonte y Salvador- calificaron al mandatario de psicópata” y asesino”.
Las protestas se producen en un contexto complejo para el mandatario ultraderechista: con una popularidad que cayó al 24% de la población, la investigación de su gestión en el Parlamento viene desnudando un negacionismo criminal.
Se supo, por ejemplo, que el mandatario retrasó el inicio de la vacunación masiva por su negativa a apoyar un inoculante chino por su origen, a la vez que financió y priorizó la distribución de medicamentos no probados para el coronavirus en vez de ayudar con oxígeno medicinal o camas extras a los estados que colapsaron en el último año y medio.
El jueves pasado, el propio Bolsonaro reclamó al Supremo Tribunal Federal (STF) -máxima Corte del país-, que prohíba las cuarentenas y restricciones por el coronavirus en tres estados, al argumentar que se violan derechos básicos de circulación y trabajo. Horas antes, Bolsonaro amenazó con utilizar al Ejército para desarticular las cuarentenas y aseguró que las Fuerzas Armadas son las únicas capaces de garantizar la libertad” en el país.