Pasaron 2063 días de su brutal incendio hasta que la catedral de Notre-Dame resucitó. En un sábado de lluvia, tormenta y viento, la ‘Señora de París’ renació de sus cenizas, en un mayúsculo esfuerzo de bomberos, arquitectos, techistas, carpinteros, restauradores, arqueólogos, vidrieros, obreros, mujeres y hombres, en la mayor comunión de religiones y razas, que trabajaron con pasión en su reconstrucción.
Castigado por la crisis política, por la ausencia de gobierno, el presidente Emmanuel Macron pudo recibir con orgullo a 50 jefes de Estado, al presidente electo norteamericano Donald Trump, al príncipe y heredero William de Gran Bretaña, y a su amigo, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, para celebrar su promesa de que Notre-Dame estaría finalizada en cinco años.
El gran ausente fue el papa Francisco, que no aceptó la invitación de Macron ya que tenía previsto el consistorio en el que creó 21 nuevos cardenales. Pero el pontífice envió un mensaje y deseó que esta etapa “pueda constituir un signo profético de la renovación de la Iglesia en Francia”.