Armenia, ¿Ese o ese?

Por Benjamín Hairabedian

Armenia, ¿Ese o ese?

El 29 de marzo de 2023 se publicó en HOY DÍA CÓRDOBA “Cumplir es un acto de obligación”, artículo de mi autoría sobre la situación en Nagorno Karabaj – Republica de Artsaj, sobre la cual señalé que la decisión final para poner fin al conflicto no sería resultado de la libertad de elección. El 24 de mayo, en este mismo diario leo una síntesis magnífica: “Giro histórico: Armenia acepta ceder territorio”.

Otra derrota más para la población y la identidad armenia, así como para la diáspora que, desde distintos lugares del mundo, incluyendo Argentina, rechazan la decisión del primer ministro Nikol Panshinyan.

Pero ¿quiénes somos para juzgarlo y condenarlo tan ligeramente como si fuera el único responsable? Bueno, como soy “ian”, y también argentino –total legitimidad para hablarle a la diáspora- déjenme polemizar: estamos lejos de establecer aquella decisión como prioritaria.

Desde la comodidad de un país que no enfrenta amenazas de extinción a su identidad y cuyas preocupaciones de política exterior se centran en el desarrollo económico en lugar de la paz, es bastante de cómodos y privilegiados adoptar una única postura de repudio hacia el primer ministro.

Considero que, como diáspora, deberíamos condenar, más que nunca, el avance de Azerbaiyán, y en particular el silencio y complicidad de la comunidad internacional. En especial, el de la Unión Europea (UE) que fue de mediador en esta decisión.

¿Por qué no reducirlo al primer ministro? Primero, porque la decisión forma parte de una cadena mayor de actores; segundo, porque su misión y objetivo básico, como el de cualquier líder estatal, es proteger a su población.

Me podrán retrucar: Artsaj está habitada por armenios y ha sido históricamente un enclave cultural, político, territorial y social asociado a Armenia. Por ello, no discuto el dolor y postergación de la población; es un hecho innegable que fueron negociados y que hoy corren el peligro de sufrir una limpieza étnica.

Sin embargo, lo que ha manifestado en Armenia recientemente y que ha cambiado la situación son los constantes ataques al territorio reconocido como parte de Armenia.

Ya no se trata sólo de una disputa territorial con una entidad política afín; nuevamente se enfrenta a la posibilidad de perder el propio territorio: aquel que ha sido históricamente saqueado y difícil de mantener.

Y atención que a esto lo escribo con el dolor y tristeza de ser también testigo de la misma política genocida y negacionista que vivieron mis bisabuelos Ohannes y Lusaper, hace más de 100 años.

¿Qué queda para Artsaj y los armenios que viven allí? En principio, Stepanakert tendrá que arreglar con Bakú los derechos y seguridades de la población.

Nuevamente el historial de agresiones de la zona no se caracteriza por seguir las normas internacionales: ahora, más que nunca, el objetivo es cuidar de quienes viven allí.

Si a Panshinyan le queda responsabilidad por la identidad armenia, su discurso público tendría que comenzar por dejar de hablar sobre la extensión del territorio (aspecto que le da la copa al vencedor), y comenzar a hablar sobre los 150.000 armenios que residen en Artsaj.

Segundo, en el nuevo acuerdo obligar al mediador: la Unión Europea. Como garantes de este usurero trato, no estaría nada mal que Nikol Panshinyan, de la mano de autoridades de Artsaj, obliguen a establecer permanentemente una misión de la UE en el territorio cedido.

Que no quede en letra muerta y que la prioridad sea clara: no más genocidio hacia el pueblo armenio.

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