Dolarización: factibilidad y consecuencias  

Por Javier Giletta

Dolarización: factibilidad y consecuencias  

El plan de dolarización que propone Javier Milei sigue ocupando el centro del debate económico. Así, mientras el candidato presidencial insiste con su idea de avanzar hacia la dolarización, asegurando que la conversión se hará “a un valor de mercado” (hoy sería a 730 pesos), sus principales asesores económicos relativizan su implementación. Entre ellos, Carlos Rodríguez, su jefe de asesores y ex viceministro de Domingo Cavallo en los 90, quien ratificó que “la única propuesta factible para despesificar rápidamente es una híper (inflación) o un (plan) Bonex”, lo que implicaría una nueva confiscación de los depósitos en pesos y una crisis financiera y económica de dimensiones dramáticas.

Nuestro país, justo es recordarlo, ya ha transitado ambas experiencias en el pasado. La búsqueda de soluciones mágicas para problemas complejos es una tentación colectiva que puede conducirnos a una desilusión ciudadana que resulte difícil de procesar. Milei nos ofrece espejitos de colores, y lo más riesgoso es que una buena parte de la sociedad está dispuesta a comprarlos y probar suerte, a riesgo de tener que enfrentar otra dolorosa frustración: las ideas del economista anarcocapitalista encuentran recepción en este momento a causa del malestar y malhumor que exhibe una porción importante de la población argentina, que, tras seis años consecutivos de aceleración inflacionaria, parece resignada a aceptar cambios radicales en la economía.

En este sentido, el descontento que se hizo sentir en las urnas el 13 de agosto terminó retroalimentando los desequilibrios macroeconómicos. El resultado de las Paso potenció la incertidumbre y disparó las cotizaciones del dólar, en todas sus versiones. La devaluación sorpresiva y desordenada dispuesta por el Gobierno en las primeras horas del día lunes, a instancias del FMI, vino a complicar aún más un panorama ya de por sí extremadamente inestable.

La política económica hoy carece de anclas nominales, por eso el dólar se trasladó automáticamente a los precios, impactando en la canasta básica (o sea, en un aumento de la pobreza). En este escenario Milei logró instalar su idea de dolarizar. Pero uno de los inconvenientes que debe enfrentar ese plan es la escasez de reservas. En este aspecto centra sus críticas Carlos Melconian, el economista de la Fundación Mediterránea nominado por Bullrich para que sea su ministro de Economía si accede a la Presidencia. Según el ex presidente del Banco Nación durante la gestión macrista, el plan libertario es una fantasía: es inviable pretender dolarizar sin dólares.

Y hay requisitos institucionales que podrían trabar la dolarización: el Congreso (art. 75, CN) debería aprobarlo; luego, obtener la validación del Tesoro de EEUU, que debe garantizar la liquidez de billetes. Incluso hay cuestiones operativas casi triviales, como la incorporación de una gran cantidad de dólares de baja denominación que serían necesarios, el tiempo real hasta poder canjear los pesos, etc. Como sucede con la mayoría de las propuestas libertarias, se ven atractivas en el plano teórico, sin embargo en la práctica se topan con múltiples dificultades. Esto fue advertido por 170 destacados economistas, que suscribieron una carta en la que califican a la dolarización como “un espejismo” y “una iniciativa desacertada”.

La revista británica The Economist ha publicado una columna muy crítica sobre Milei y sus propuestas económicas; el mundo financiero está en alerta, y en este contexto se produjo el derrumbe de los bonos y acciones de empresas argentinas en Wall Street.

En esencia, la dolarización generaría un salto en los precios internos de incalculables proporciones. Y después de ese primer (y grave) fogonazo inflacionario, el índice de precios tendería a estabilizarse dada la nueva ancla monetaria. Pero, si con el cambio de régimen no se logran sostener los niveles de consumo y actividad, es muy probable que se manifiesten tensiones en el mercado de trabajo, con una importante merma en la oferta de empleo, un coctel social indeseable.

La pérdida de soberanía monetaria no es un simple cliché chauvinista. Resignar la propia moneda llevaría a nuestro país a exponerse ante cualquier shock externo, sin poder utilizar el tipo de cambio para equilibrar la balanza de pagos y las cuentas fiscales. Aún en el supuesto que se pretendiese resignar la política monetaria, sería más razonable hacerlo en relación al real o al euro, por tratarse de economías con estructuras productivas más complementarias con la nuestra.

Asimismo, en un mundo dominado hoy por altas tasas de interés, Argentina difícilmente podría acceder al financiamiento externo en caso de dolarizarse. Esto exigiría lograr una acelerada eficiencia productiva y un superávit fiscal por medio de un fuerte recorte del gasto público, lo que Milei se propone hacer, a pesar de la profundidad de la crisis económica y social.

En suma, dolarizar implicaría un salto al vacío con cambios sistémicos en el funcionamiento de la economía. Además, se trataría de un salto irreversible, del que no habría retorno.

Que programas de esta índole ocupen la centralidad del debate electoral no hace más que confirmar el rotundo fracaso de los últimos gobiernos, especialmente en materia de gestión económica.

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