El sentido común

Por Eduardo Ingaramo

El sentido común

Cada uno de nosotros crea “su sentido común”, aunque buena parte de éste es creado por otros. Eso nos permite simplificar los análisis mediante un relato que adoptamos como propio y aplicamos a toda circunstancia, hecho, idea o propuesta. El problema es que esa simplificación nos plantea contradicciones que muchas veces el “sentido común” no puede responder. Les voy a plantear algunas preguntas que revelan las que veo en estos días en el sentido común dominante.

¿Por qué en el mundo sobran los adultos mayores jubilados y no sobran super ricos?

¿Por qué una invasión a Ucrania es simplemente un acto imperialista de un megalómano y una a Irak, Libia, Siria o los Balcanes es en defensa de la democracia y los Derechos Humanos en donde luego de años no hay democracia y éstos han empeorado?

¿Por qué hay más preocupación por el cambio climático que por los millones que actualmente sufren hambre, sed y enfermedades evitables fruto de sus primeros efectos?

¿Por qué si todos coincidimos que la educación es la única forma de salir de la pobreza, muchos poderosos cuestionan la educación superior, pública y gratuita?

¿Por qué algunos jóvenes argentinos migran a Europa si la desocupación juvenil en los países latinos es del 20 al 30 por ciento?

¿Por qué se dice que Uruguay es seguro y Argentina no, si la tasa de homicidios en Uruguay es 8,6 cada 100.000 habitantes y en Argentina 3,3?

¿Por qué si hace más de un siglo que se sabe que la concentración y cartelización de los mercados es negativa en cualquier contexto y política económica, todos los gobiernos –el todos es todos- en algún momento la han permitido, promovido o aplaudido?

¿Por qué algunos economistas, políticos y empresarios piden devaluación y terminan diciendo que la Argentina “está regalada para los extranjeros de países limítrofes” lo que empeoraría la situación?

¿Por qué los funcionarios son corruptos y no lo son los empresarios que los sobornan?

¿Por qué si se probó que Odebrecht coimeó a funcionarios de toda Latinoamérica no existen casi causas activas en la Argentina y mucho menos condenas?

¿Por qué los empresarios que hoy reclaman “seguridad jurídica” para invertir, no invirtieron en el período 2015-2019 lo que quizás hubiera prolongado el gobierno de Junto por el Cambio y sus ministros mantuvieron sus fondos en el extranjero?

¿Por qué son democráticos los jueces y fiscales del Poder Judicial, y los empresarios que no elegimos y son vitalicios, y no lo son los políticos a quienes el pueblo elige y renueva periódicamente?

¿Por qué el juez Sebastián Casanello fue perseguido por los medios y la Justicia, por una supuesta reunión con Cristina Fernández de Kirchner cuando era jefa de Estado, que se probó nunca sucedió y no son un problema las visitas frecuentes de fiscales y jueces al despacho, residencia presidencial y quinta particular del ex presidente Mauricio Macri?

¿Por qué Macri, Gustavo Arribas y Silvia Majdalani “podían no saber lo que hacían los agentes de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) del grupo “Supermario Bros” que espiaba a propios, extraños y familiares del líder del PRO por “cuenta propia” y CFK “no podía no saber lo que hacía el secretario de Obras Públicas José López, que dependía de un ministro y los sucesivos jefes de Gabinete, que tampoco sabían”?

¿Por qué no es discriminatorio publicar listados de beneficiarios de planes sociales o trabajadores públicos y sí lo es publicar consumos y subsidios de personas adineradas?

¿Por qué se exige transparencia en organizaciones sociales y el Estado –lo que está bien- y no se exige transparencia en el origen de los fondos a medios y partidos políticos?

Podría haber muchas más, en todos los ámbitos, por lo que cabe dudar de la validez del sentido común, creado por los medios dominantes de comunicación, como forma de análisis para llegar a verdades que no sean contradictorias.

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