Instagram nos hace mejores personas

Instagram es la vidriera de una aparente felicidad colectiva: no se trata de sonrisas que expresen alegría genuina, sino exhibición de felicidad y sonrisas listas para ser publicadas.

Instagram

Cada día se publican 95 millones de fotografías en Instagram, según datos de la propia plataforma. Esta red social, la de mayor crecimiento, ha duplicado su número de cuentas en solo dos años, superando los 1.000 millones de usuarios mensuales. La mayoría son jóvenes de entre 18 y 34 años; más de la mitad de ellos utiliza la aplicación diariamente. Este impacto la ha convertido en una plataforma valuada en aproximadamente 100.000 millones de dólares.

Instagram es la vidriera de una aparente felicidad colectiva: no se trata de sonrisas que expresen alegría genuina, sino exhibición de felicidad y sonrisas listas para ser publicadas. Así, 95 millones de sonrisas diarias se convierten en una oportunidad ideal para publicitar pastas de dientes (o brackets).

Entonces la vida en Instagram transcurre sobre la mirada a las vidas felices de los demás: las que Instagram muestra como tales. En esa lupa, donde se concreta el ágora ateniense del siglo XXI, decenas de imágenes imbricadas en forma de mosaico y con “scroll” infinito, aletargan la existencia de millones de personas.

Es allí donde Instagram refuerza la evidencia científica de la felicidad: personas embellecidas, exaltación de la abundancia, el hedonismo distorsionado en su máxima expresión. Pero no todo es superficialidad. Más allá de esta “estética de la estética”, proliferan las frases inspiradoras, aforismos y videos motivacionales.

Decía Zygmunt Bauman, reflexionando sobre Facebook en una interesante entrevista recuperada por redes y medios en estos días, que el mayor acierto de su creador y propietario (Mark Zuckerberg) es haber advertido que “Las personas tienen pesadillas con quedarse solas, con ser expulsadas, con perder el contacto con la vida que las rodea”. El análisis vale para Instagram, de la cual también Zuckerberg es dueño: no solo estamos acompañados, sino que cada vez, nos vemos mejor.

Posiblemente, Instagram sea el reflejo de nuestra época y haya venido a realizar una aspiración humana: persuadir a los demás proyectando la imagen que creemos tener de nosotros. La mitología griega cuenta los avatares de Narciso, a cuyos padres se les recomendó que nunca permitieran que se conociera (si querían que tuviera una vida larga). Pero al ver su reflejo en el agua, ésta le devolvió a Narciso su objeto de deseo: él mismo. Ahora podemos tomar esa imagen, retocarla y multiplicarla. Mientras más se enamoren de nosotros y se multipliquen las expresiones de adhesión, más crecerá nuestro amor sobre nosotros mismos (o lo que Instagram dice que somos).

Pero lo más importante de todo, y aquí es donde radica el aporte que hace Instagram al humanismo, es que cualquiera que gestione una cuenta en dicha red social terminará siendo una mejor persona.

Tarde o temprano, cualquiera que utilice con regularidad este medio, seguramente 1) coma mejor, ya que habrá aprendido que las harinas, azúcares y procesados son basura, y una buena foto de un plato de comida saludable suma muchos likes 2) tenga mejor estado físico ya que es primordial ir al gimnasio y seguir una rutina correcta bajo los parámetros de un entrenador personal o al menos fotografiarse en esas lides 3) contemple los atardeceres, algo que probablemente no le importaba a nadie hasta la aparición de las redes, pero que es un gran generador de reacciones 4) dedique más tiempo a la familia, una foto almorzando con la abuela un domingo o jugando en una plaza con un sobrino o hijo fortalece los vínculos familiares (así lo entienden quienes se enternecen con nuestros posteos) 5) sea más empático, ya que nadie se va a perder la oportunidad de dedicar una foto a un amigo o familiar enfermo para dar ánimo 6) admire paisajes, preferentemente de mar o montaña, para poder reflexionar sobre lo pequeños que somos ante la fuerza de la naturaleza 7) visite ciudades y monumentos sobre los que poco se conocía hasta antes de tomar la foto y adicione alguna explicación sesuda -hay buenos asistentes para dicho fin- 8) cuide mejor su aspecto personal, para lo cual es trascendental adoptar una pose estratégica antes de una foto como fruncir los labios, elevar el mentón y ocultar la incipiente calvicie para no parecer un mendicante digital (también vale retocar la imagen) 9) lea mucho, no hace falta tragarse un libro entero ya que eso está pasado de moda, vienen muy bien la tapa y la contratapa, posando con el texto en un café o plaza para dar la actitud correcta. Es importante que el libro salga bien (elegir bien la obra y el ambiente adecuado).

Hoy asumir esa felicidad estereotipada es un lugar común, y procurando adaptar las ideas de Bauman ya no se trata más de disfrutar de una experiencia sino de su exhibición. Tallan, antes que la genuina emoción, los likes para cuantificar popularidad y los filtros para mirarnos al espejo.

La exposición digital constante nos convierte en una publicidad de nosotros mismos.

Entonces Instagram nos hace mejores personas: allí siempre estamos felices.

No lo perdamos de vista.

 

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